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Con más moral que el CDS

Los militantes centristas viven entre el escepticismo y el espíritu 'alcoyano'

Si la política fuera fútbol, el equipo del Centro Democrático y Social (CDS) estaría a medio camino entre el famoso Alcoyano y el Atlético de Madrid. Los militantes conservan la moral de quien, según la leyenda, reclamaba prórroga cuando perdía 10-0, y al mismo tiempo, como los colchoneros madrileños, se sienten el pupas de la liga electoral. Tras la última crisis -dimisión del secretario general, Antoni Fernández Teixidó, por los malos resultados en los comicios catalanes-, hay moral de resistencia, dosis de escepticimo y alguna añoranza del entrenador Adolfo Suárez.

Las urnas son contundentes: el Centro Democrático y Social pierde los partidos y no llena el campo. Las lesiones son abundantes y el juego, desordenado. A pesar de los cambios de alineación, los seguidores de camiseta blanquiverde luchan contra el desánimo colista."Nuestro problema es que no sabemos dar con la dinámica, pero tenemos espacio", afirma el secretario general de las Juventudes del Centro Democrático y Social, Carlos García.

Sin embargo, los electores llevan tiempo sin concederles el área del mediocampo político. "El militante sigue extrañado de que la sociedad no entienda la viabilidad del partido", señala el presidente del CDS en el País Vasco, Alfredo Marco Tavar, que sabe lo que es no conseguir un escaño.

La ausencia de triunfos y el encaje de fuertes goleadas en el disputado centro minan la moral de algunos y desatan el numantinismo de otros. "Éste es el partido de las crisis, son parte de su existencia y estamos curados de espanto", añade Carlos García.

"Los militantes que quedamos tenemos una moral extraordinaria. El partido es como el gato de las siete vidas. Sólo hemos gastado un par de ellas y, si algún día morimos, habrá que enterrarnos boca abajo", sentencia el único senador del partido, Alberto Dorrego. Este dirigente, un histórico que sabe de travesías del desierto y campañas electorales en roulotte, siente añoranza del fundador del partido: "Sería necesario recuperar a Suárez de alguna manera".

Como en cualquier equipo con el farolillo rojo, hay también críticas y desánimo. El presidente del CDS en León, Ignacio Morán, ha dimitido de su cargo y ha pedido la disolución del partido.

"Al CDS le pasa lo que a la mayonesa, que si se corta es mejor tirarla. La ausencia de Suárez fue la muerte clínica y ahora hay que decidir si se le hace o no la eutanasia", afirma un militante veterano que reclama anonimato y mantiene el carné únicamente por razones de romanticismo.

En el pueblo del ex líder carismático, Cebreros, el alcalde, Pedro Muñoz, afirma de manera rotunda: "No hay que disolver el partido, pero sí hay que depurar la dirección. Los cuadros dirigentes no dan ni golpe y, aunque la situación es mala, se agarran al poder".

Un 'bocado' apetecible

Desde ella, el secretario de organización, Luis Aznar, asegura: "Todos tenemos ganas de continuar. Las voces discrepantes son ininírnas". "No creo que vaya a haber bajas en la afiliación", apunta el secretario de política municipal, Rafael de Miguel.El partido ha reducido su militancia desde el año 1990 y en la actualidad ofrecen la cifra de 34.000 afiliados en toda España.

El CDS dispone de un bagaje apetecible para cualquier rival ansioso de fichajes: 323 alcaldes -sólo uno de capital de provincia, Las Palmas-, 2.967 concejales en 1.267 municipios, 19 parlamentarios autonómicos, 14 diputados en el Congreso y un senador. "Es posible que otros grupos tienten a nuestra gente con cargo", reconoce el diputado Baltasar de Zárate. La virtualidad de una nueva táctica como la regionalización federalista -ya apuntada en Canarias- no cuenta con el asentimiento general.

Pendientes de Teixidó

"La situación es grave, pero salvable si se racionaliza. Hay que abrir una etapa de análisis y reflexión en la que no se excluya ninguna posibilidad, ni siquiera la de desaparecer", tercia Raúl Morodo, derrotado el pasado septiembre como candidato a la presidencia del partido. "Si en verano hubiera una conciencia generalizada de que el partido es inviable, no tendrá sentido el numantinismo", apunta.Pendientes de que el comité nacional apruebe o no la dimisión de Antoni Fernández Teixidó el próximo día 28 del presente mes de marzo, los militantes intentan llenar la cantimplora para otra nueva travesía del desierto coincidiendo con un año de pertinaz sequía.

La caravana centrista ya cruzó el páramo político con éxito entre 1982 y 1986, pero ahora no tienen el guía de entonces, Adolfo Suárez, que dimitió de la presidencia tras él desastre electoral de 1991.

La alerta roja puede paliarse con la financiación institucional. Aunque la deuda contraída por el Centro Democrático y Social supera los 2.500 millones de pesetas, los fondos estatales permitirían la comparecencia de los centristas en las próximas elecciones generales, previstas para el año próximo, donde los ciudadanos traducen su opinión en voto. Pese a los líos de banquillo y directiva, en el equipo del CDS confían todavía en los goles de tacón.

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