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Crisis de identidad de la sociedad sueca

Individualismo, paro y xenofobia marcan el cambio surgido tras el asesinato de Palme

Suecia conmemora mañana el sexto aniversario del asesinato del primer ministro Olof Palme, un misterio todavía por aclarar que suscitó un sin fin de rumores e hizo despertar a la sociedad del sueño idílico iniciado con el Gobierno de la socialdemocracia en 1932. El choque fue tan descomunal que los suecos confiesan abiertamente que no lo han superado, y lo sitúan como el punto de inflexión que dio paso a la era de crisis -social, política y económica- por la que atraviesa el país.

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"Hemos comenzado a reescribir la historia, y la primera página es el triunfo del individualismo frente a la solidaridad y el humanismo que dominaban en nuestra sociedad", afirma Jan Myrdal, uno de los más importantes intelectuales suecos, con más de 60 libros publicados.La confusión y la inestabilidad están a flor de piel. La gente se debate entre el cansancio por el pago de los impuestos más altos del mundo y el temor a la pérdida de los beneficios obtenidos durante más de medio siglo en el llamado estado del bienestar. La sensación de orfandad no es exclusiva de los socialdemócratas, sino de cuantos piensan que Palme encarnaba la idea que los suecos tenían de su propio país.

Gobernada desde hace poco más de cinco meses por una coalición de centro-derecha, que dirige Carl Bildt, Suecia contempla aturdida cómo se ciernen fantasmas contra los que se creía vacunada. El paro ha aumentado a un 4%, el nivel más alto desde la II Guerra Mundial, y puede superar el 5% a final de año. "Para que el sueco acepte el desempleo tiene que cambiar de mentalidad. Olvidarse de su lucha anterior y sumergirse en los beneficios con que el capitalismo intenta atraerle", señala Myrdal.

Entre los inmigrantes se considera que los actuales brotes de xenofobia -desde agosto, 11 extranjeros han recibido disparos en la cabeza, un iraní murió y un palestino está en coma profundo- son consecuencia de la llamada pista kurda en el asesinato de Palme. La policía obtuvo poderes especiales para registrar sin orden judicial las casas de los emigrantes "sospechosos".

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"Vivo en Suecia desde 1974, y nunca antes de ese fatídico 28 de febrero de 1986 sentí que me miraran con animosidad. La policía inventó la pista kurda y con ello despertó la desconfianza entre los suecos y los inmigrantes, y levantó un muro entre nosotros que la crisis económica ha hecho casi insalvable", afirma un iraní, licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Estocolmo.

Myrdal asegura que "ni el Gobierno ni la familia" quisieron que se investigara a fondo la muerte de Palme, acaecida por los disparos de un desconocido cuando volvía a su casa, hacia las once de la noche, a pie, con su mujer y sin escolta. Conexiones con la venta de armas, oscuros trapicheos con el mundo árabe y eventuales comisiones recibidas por la socialdemocracia son algunos de los rumores, nunca comprobados, que circulan vinculados a la desaparición de Olof Palme del escenario político mundial. Myrdal considera que estos rumores han sido "muy dañinos" para la sociedad, sueca.

Mayles Lööw ex ministra para Asuntos de la Inmigración y presidenta del Comité de Derecho Civil del Parlamento, desmiente las acusaciones de Myrdal y asegura que la socialdemocracia hizo y sigue haciendo todo lo posible para descubrir al asesino.

"El asesinato de Palme fue un atentado contra toda una sociedad, y simboliza el principio del cambio", señala Juan Fonseca, el único emigrante -colombiano de origen- miembro del Consejo de Estocolmo. Finseca, amenazado de muerte, tanto él como su hijo de 11 años, por racistas desconocidos, mantiene que la crisis de identidad sueca y el desmoronamiento de los principios de solidaridad y humanismo sobre los que la sociedad se creía instalada son los impulsores de los brotes de racismo.

Myrdal considera esas amenazas y los disparos contra 11 emigrantes como "hechos irrelevantes de un par de locos", y destaca que lo "verdaderamente peligroso" es el abismo abierto entre suecos y extranjeros.

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