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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los camaroneros querían más

III Festival Flamenco por Tarantos a Almería

Cante: Luis el de la Venta, Juan Gómez, José Sorroche, Camarón de la Isla. Toque: Juan Habichuela, Tomatito. Club de Música y Jazz San Juan Evangelista, 25 de enero.

Oímos la gran pitada para Camarón, un ensordecedor tronar de silbidos que casi daban miedo. No porque el de la Isla cantara mal, sino por todo lo contrario, porque hizo una despedida a su estilo, metiéndose de pronto para adentro sin volver a salir ni a saludar. Y la gente quería más.La gente que llenaba a rebosar la sala, pese a las 4.000 pesetas que costaba la entrada. Uno no quiere ni pensar lo que allí puede ocurrir en una ocasión de éstas si se produce alguna emergencia. No faltan, además, los irresponsables que fuman aunque esté prohibido.

La primera parte apenas tuvo historia. Cantaron los almerienses venidos a propósito, Luis el de la Venta y Juan Gómez, que en realidad son sólo unos dignos aficionados. Más profesional es Sorroche, aunque esta noche sólo cumpliera.

Salió Camarón, inexpresivo, como ausente, ajeno a cuanto le rodeaba, al público, a las ovaciones, al delirio que su presencia desata indefectiblemente. Su aspecto transmitía la inquietud de que las cosas no iban a ir bien. Impresión equivocada, afortunadamente. Camarón se sentó, comenzó a cantar acompañado por el toque de Tomatito -en todo momento espléndido, dándole al cantaor la música que necesitaba con exquisito acierto, en una de las actuaciones más perfectas que hemos oído al joven guitarrista almeriense- y la fiesta ya fue constante hasta el fin. Desde el temple inicial por soleares hasta el último grito fandangueril, pasando por taranto y cartagenera, una larguísima serie por bulerías y los tangos.

Alrededor de tres cuartos de hora, no más, pero suficientes para que los camaroneros se emborracharan a muerte con el cante de su ídolo. Camaroneros debíamos ser todos los que componíamos la audiencia, porque pocos, muy pocos, guardaron una cierta compostura. Los demás jaleaban cada tercio, lanzaban exclamaciones, enloquecían literalmente. Más de un orgasmo mental se observaba en el ambiente.

Camarón, imperturbable. Hizo sus cantes, se levantó y se fue sin despedirse. Tras él dejó el diluvio, y nada hizo que saliera siquiera a saludar. La pitada del siglo. La tormenta de silbidos echó para atrás varias veces al presentador, Luis Criado, sin poder hablar. La verdad es que el de la Isla había cantado de maravilla.

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