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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La guerra del Golfo, un año después

HACE HOY un año que la coalición dirigida por Estados Unidos lanzó su Tormenta del Desierto contra el Ejército iraquí para desalojarlo de Kuwait. La guerra, que duró 42 días, cambió muchas de las percepciones que se tenían hasta entonces de cosas tan dispares como el derecho internacional, el futuro de la concordia y la reorganización mundial de hegemonías y hasta el papel de los medios de comunicación en los conflictos.Contrariamente a cuanto se pensé al principio de la crisis, en agosto de 1990, la expedición punitiva contra Irak no fue la señal para el nacimiento de un nuevo orden internacional basado en el respeto de las normas internacionales y en los conceptos de justicia y democracia. Fue -eso sí, y en parte- el desencadenante de unos acontecimientos que nos tienen, un año después, con el aliento entrecortado; pero no constituyó un cambio revolucionario en la forma de conducir las relaciones internacionales. La generosidad percibida entonces en el esfuerzo de los coligados no fue suficiente para enmascarar motivaciones mucho más pedestres, aunque más realistas. El progreso de la historia es así, y el resplandor de la justicia nace, en la mayor parte de los casos, de extraños y no siempre dignos fuegos.

La acción bélica contra Sadam Husein estaba plenamente justificada: fue correcto expulsarle del emirato que había invadido y expoliado por la fuerza bruta. Sean cuales fueren las complicidades habidas en el pasado con un régimen iraquí tiránico al que se acudía para asociarlo a un complejo juego geoestratégico (no otra cosa fue preferirle en la década anterior a la opción del integrismo iraní), aquéllas no hacían obligatorio condonar su acción contra: Kuwait: era de justicia castigarle por su piratería. No importa que la crisis del Golfo pudiera resolverse del modo en que se hizo gracias a que la guerra fría había concluido, la Unión Soviética estaba camino del baúl de los recuerdos y el problema kuwaití era en realidad de menor cuantía. Nada de ello resta a la liberación del emirato su justificación; en realidad, por el contrario, añadiría justificación a que otros problemas de similar naturaleza recibieran a partir de ahora un trato semejante.

La guerra en sí fue como todas: masiva, brutal, eficaz y sin contemplaciones. No existe la guerra humanitaria. Como dijimos en el primer editorial de EL PAÍS sobre la crisis, hoy hace justo un año, "la guerra, incluso cuando se hace en nombre de objetivos legítimos, es siempre detestable: siega vidas humanas, aniquila bienes y es la negación absoluta del derecho a la vida, el más elemental de los derechos humanos". Aquellas imágenes límpidas que sirvió al mundo entero la CNN no se corresponden con lo que allí sucedió, de lo cual todavía faltan muchas atrocidades por. conocer; no es la cirugía el arte de la guerra, sino la carnicería. Comparado con el papel de las cadenas detelevisión estadounidenses durante la guerra de Vietnam (verdadero catalizador de la protesta y desmoralización del pueblo norteamericano), el de la CNN fue, en muchos momentos, de mera, propaganda. Ello hace necesario reconsiderar en el futuro esta nueva filosofía de la información en momentos de crisis, que se debate entre los derechos primordiales de los ciudadanos a conocer cuanto pasa a su alrededor y los derechos de un país en guerra a que no se desvelen sus planes estratégicos para no comprometer más vidas de las necesarias o la victoria final.

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Significativamente, la crisis del Golfo hizo bastante por colocar a España en el centro de las relaciones internacionales. Una ácida y, en ocasiones, hipersensible polémica sobre el pacifismo pilló a la sociedad española con el pie cambiado, porque venía a complicar la discusión sobre el ejército profesional como contraposición al de leva. Pero la colaboración final del Gobierno de Madrid con el esfuerzo bélico aliado forzó a los españoles a mirar de frente a las obligaciones que impone la pertenencia a un mundo civilizado del que se sacan evidentes beneficios económicos, culturales y sociales.

En el mare mágnum de los acontecimientos de los pasados meses no es fácil distinguir cuáles son achacables a la crisis del Golfo y cuáles no. Será preciso analizar su influencia en la propagación del integrismo, sobre todo en la orilla sur del Mediterráneo. Será imprescindible comprobar cómo y por qué se apagarón las ilusiones democratizadoras de los aliados árabes en la coalición anti-Irak. Y, finalmente, será necesario reconocer que el crimen y castigo de Sadam. Husein acabó propiciando lo que él había exigido como mero recurso retórico: la iniciación en serio del proceso de paz en la cuestión israelo-palestina.

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