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¿Tiene sentido todavía el 'amateurismo'?

No requirió gran esfuerzo saber mucho antes de la Copa del Mundo que, tan pronto como el circo abandonara la ciudad el rugby -su impecable amateurismo, violado desde hacía ya tiempo- nunca volvería, a ser el mismo juego. Las hazañas heroicas en el terreno requieren una respuesta heroica. ¿La conseguirán?Después de todo, fue necesario este impresionante campeonato para hacer ver que cuando hombres jóvenes dedican meses de su vida a conseguir un trofeo de lata y, al tiempo, el rugby genera millones, debe ser extraño negarles hasta una modesta recompensa.

La gloria no paga facturas y hubo gloria en abundancia a lo largo de la competición: desde su inicio en Twickenham -sorteando la competición de las Cinco Naciones- hasta la vuelta a Twickenham para la gran final, sin olvidar que el partido entre Inglaterra y Australia fue el primero en la historia del rugby que ingresó un millón de libras.

Todavía en la resaca del gran día, Russell Thomas, el neozelandés que preside la Copa, insistió en subrayar el carácter amateur del rugby y afirmó que el juego sobrevive gracias al ejército mundial de colaboradores sin paga: "Detrás de cada jugador internacional hay 1.000 voluntarios".

El problema para aquéllos que sostienen pintorescas teorías es que el rugby, por su propia estructura, por su propio gran éxito, que llega a su culminación durante la Copa, ha creado las condiciones para un cambio hacia, al menos, un amateurismo menor que proporcione algún beneficio para compensar las extraordinarias presiones a las que está sometida la gente que produce el dinero: los pobres jugadores.

Un trabajo duro

La idea de que todavía es divertido -supuestamente, es lo que significa amateurismo- es risible. ¿Estimulante e inolvidable? Desde luego. Pero divertido, no. El rugby de competición se ha convertido en una marcha forzada de trabajo duro y preparación Interminable en la que el juego ha quedado subordinado al entrenamiento. La Copa es la mejor muestra de esta obvia contradicción.

¿Un juego de jugadores? Eso debe ser una broma. Tras el partido, los finalistas fueron arrastrados al Royal Lancaster Hotel, en Londres, para una cena honrada con su presencia, pero también con la de casi 1.200 personas. Se trataba del típico asunto de autobombo, con una muchedumbre de hombres del comité, patrocinadores e informadores -me confieso culpable- rodeando a los jugadores y disfrutando de toda aquella gloria reflejada.

Deberían haber permitido que los equipos de Will Carling y Nick Farr-Jones escaparán de allí con sus mujeres y compañeras. Después de un largo mes bajo la mirada pública más fija jamás conocida en el rugby, éste era el momento para dejarlos solos. No fue así: en el rugby, donde hay 1.000 voluntarlos por cada jugador internacional, raramente ocurre.

Si los jugadores desean estadísticas para reclamar un régimen financiero más, liberal, la Copa las proporciona. Cada partido se vendió prácticamente en su totalidad. Según los datos de la Rugby Union de Gales, el desempate de la tercera vuelta entre Escocia y Nueva Zelanda, en el Arms. Park, de Cardiff, atrajo a 50.000 espectadores, algo impresionante porque Gales no jugaba.

La Copa fue retransmitida por televisión a 70 países y 40 vieron la final en directo. La audiencia nacional para ésta se estima en unos 12 millones de personas, más del doble que cualquier otra alcanzada antes de la Copa. Se calcula asimismo que unos 150.000 artículos sobre la Copa se publicaron en periódicos británicos y franceses durante las seis semanas que duró la preparación y el propio campeonato,

Cinco países, entre los que se encuentra Letonia, han solicitado sumarse a los cerca de 50 que ya son miembros del Comité Internacional. Thomas informó que tenían "sacos llenos de solicitudes" de aficionados que desean ingresar en clubes de rugby.

Veinte mil personas viajaron desde el extranjero con la agencia oficial de la Copa -y varios miles más por su propia cuenta- para ver el torneo. Uno de los patrocinadores, la compañía de cerveza Steinlager, de Nueva Zelanda, afirmó que su distribución en el Reino Unido awririentó en un 100%.

20 millones de libras

Todo esto es motivo de un orgullo comprensible entre los organizadores que han llevado a la Copa de ser un experimento audaz en 1987 a convertirse, en 1991, en el centro de atención mundial. "Ahora somos los propietarios de un campeonato muy importante", declaró Ray Williams, su director."No hay otro deporte en la historia que haya experimentado semejante progreso con sólo dos competiciones". Cuando las cuentas sean publicadas, mostrarán un superávit de más de 20 millones de libras, dinero más que suficiente para financiar las rondas preliminares y la próxima Copa e igualmente para aportar una generosa ayuda a las numerosas naciones que están apareciendo en el mundo del rugby.

Copyright The Independent-EL PAÍS Traducción: Nuria Barrios.

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