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"En los clásicos se necesita la fuerza de dos artistas para crear la magia"

El papel de Giselle, dicen, es el que mejor se adapta a la personalidad de Trinidad Sevillano entre los muchos del repertorio tradicional que ya ha interpretado como primera bailarina del English National Ballet durante cinco años y desde hace uno en el Boston Ballet.

Fernando Bujones -uno de los grandes bailarines que ha tenido el American Ballet Theatre, premiado a los 19 años con la medalla de oro del concurso de Varna (Bulgaria)- le ofrece a Sevillano su casta de bailarín completo y es compañero generoso y eficaz. Entre ellos, dice, "se mezclan esas dos fuerzas". Sólo ha estado anteriormente dos veces en España, y en esta ocasión parece no importarle el segundo plano a que le obliga la popularidad de la española y el poco conocimiento que existe aquí de su figura. "Me esfuerzo en preservar la pureza y limpieza. Mi estilo busca la perfección", dice.

En el Festival de Itálica, en Sevilla, tuvieron una respuesta fría del público, y la bailarina, lejos de enfadarse, se sintió avergonzada: "Pensé que no les estaba gustando nada cómo bailaba", para luego razonar que allí habría poco conocimiento de los clásicos.

Ambos bailarines son enormemente atractivos en escena por su igualdad de línea y objetivos. Los dos viven su personaje intensamente y afirman haberle incorporado experiencias. "Mi Giselle es también más madura que cuando yo era también una niña ingenua de 17 años. Ahora me cuesta fingir, pero también puedo entender mejor la decepción que sufre Giselle y expresar mejor su locura, porque yo he experimentado decepciones". Su compañero, que rezuma la sangre cubana que le recorre, es tan cálido como vehemente al definir su vida artística -que acaba de cumplir los 20 años- como "una búsqueda de la perfección a través del trabajo". En su anterior visita a Madrid, hace siete años, "proyectaba más como bailarín". Ahora dice poder ofrecer un Albrecht más seguro y profundo en la caracterización. "Con los años he perseguido crecer artísticamente, cada mínimo gesto, cada parada, es tan importante como un gran salto".

Trinidad Sevillano parece menos optimista y enamorada del oficio. "Es un sacrificio que no te devuelve ni la cuarta parte de lo que le das. Puede que sean los nervios, pero últimamente me canso mucho físicamente y bailar me cuesta un esfuerzo tremendo", dice. Su salida de la compañía londinense, "porque hubo cosas que ni artística ni humanamente podía soportar", y un año de escasa actividad, parecen haber frenado las aspiraciones de Sevillano. "Boston me dio la seguridad de un sueldo fijo, un trabajo agradable y una ciudad donde vivo a gusto".

Vidas paralelas

En escena parecen el uno para el otro, pero también comparten parecidas circunstancias en su vida profesional. Bujones aguantó "seis largos años" la presión de Barishnikov dentro del American Ballet Theatre (ABT) porque quiso demostrar hasta dónde podía llegar solo. "Misha nunca tuvo tacto ni pudo comunicarse con las grandes figuras. Se unía a los jóvenes porque podía dictarles. Sus decisiones eran de dictador, y llevaron a la compañía a una crisis profunda de 10 años". El veto a que Maurice Béjart crease para él una obra fue decisivo para la salidad de Bujones del American Ballet. "Estoy en el Boston Ballet hace cuatro años y he vuelto al American para las dos últimas temporadas del Metropolitan, pero pase antes dos años como artista invitado que culminaron en lo que soy ahora, un Bujones más consciente de la vida".

El Misha de Sevillano fue Peter Schaufuss, entonces director del English National Ballet, cuyo acoso provocó que la siempre deslenguada joven le espetase una vez: "¡Cómo vas a bailar conmigo si pareces mi abuelo!". Ahora, trabajar en España con Duato le encantaría. "No le conozco, pero me interesan sus creaciones".

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