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La ventaja japonesa

El acuerdo entre la Comunidad Europea y Japón ignora los principales litigios comerciales

Isabel Ferrer

"Tengo entendido que a Edith Cresson le interesa mucho Japón", señaló divertido el pasado jueves en La Haya Toshiki Kaifú, primer ministro nipón. Pero su homóloga francesa no prepara unas vacaciones en Oriente. Su auténtico deseo es añadir el principio de la reciprocidad a cualquier acuerdo comercial entre la Comunidad Europea y Japón para equilibrar unas relaciones que por ahora se inclinan del lado japonés.

, Cresson trataba sobre todo de conseguir que la CE y Japón puedan importar cada uno el mismo número de automóviles al año. Un sector este, junto al electrónico, donde la Comunidad aparece en desventaja frente a sus competidores nipones. La actitud de Francia, que a punto estuvo de bloquear la declaración, no logró la inclusión de cifras y cuotas precisas al respecto. Antes al contrario, el texto definitivo funda las relaciones económicas entre ambas partes "sobre un acceso equitativo a sus mercados respectivos basado en oportunidades comparables y en la búsqueda de fórmulas que remuevan obstáculos para el comercio y la inversión".Muy poco para Edith Cresson, que aun así acabó cediendo. Suficiente para Toshiki Kaifu, defensor del libre mercado sin corsés impuestos por unos acuerdos demasiado herméticos con otros gobiernos o bloques económicos. Pasadero por ahora para Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea, y Ruud Lubbers, primer ministro holandés y presidente de turno de la CE. Ambos arroparon a Kaifu durante el anuncio de una declaración que Lubbers calificó de "marco donde cabrán luego acuerdos más específicos pero que consagra ya el compromiso comunitario y japonés de reforzar nuestra cooperación en todos los campos".

Contencioso de los coches

El propio Kaifu, que derrochó sonrisas durante su estancia holandesa, se encargó de soslayar por ahora el contencioso de los automóviles. Un litigio que afecta también a Italia y España, grandes productores de utilitarios. "Cuando los Doce se doten de un mercado único en 1993 y las restricciones nacionales a la entrada de autos japoneses vayan desapareciendo, podremos discutir con mayor ímpetu", dijo el mandatario nipón. Y así fue apartada la propuesta comunitaria de establecer un periodo transitorio hasta 1999 con que la CE esperaba controlar la entrada de coches de marca nipona: entre un 15% y un 17% hasta finales de siglo. Algo menos de tres millones de vehículos. La misma actitud, tan abierta como cautelosa, acompañó la suerte del sector electrónico y agrícola.

Mientras que Kaifu ofreció un generoso escenario para la discusión política, dedicó algo menos de una página a tratar los aspectos más económicos de las relaciones entre la Comunidad Europea y Japón. Ello cuando, según los analistas holandeses, el déficit de la primera respecto a su comercio con Japón alcanzó en los cinco primeros meses de este año la cifra de 12.000 millones de dólares. Un 67% más que el señalado durante el mismo periodo de 1990.

Un desequilibrio que las cifras de las mayores importaciones niponas de la CE no parecen capaces de reducir. Quizá porque se trata de arte, tras los automóviles el bien europeo más apreciado por Japón. De los 2.800 millones de dólares en piezas artísticas adquiridas en 1990 un 83% procedía de Europa, y sobre todo de Francia. Y para los japoneses, un cuadro pintado, por ejemplo, en Francia por un artista holandés apellidado Van Gogh y adquirido en una subasta en Nueva York aparece conceptuado en sus libros como importación francesa. Una ironía algo amarga para Edith Cresson.

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