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Tribuna
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Las mentiras y el silencio

Los taurinos, es decir, la gente que vive del toro, nunca se cansan de censurar a la afición de Madrid. Ellos, que jamás han pagado una entrada y no saben lo que es ser estafado, alucinan del comportarniento de ciertos aficionados del coso venteño. Hablan del respeto que merece el hombre que está en el ruedo y dicen que los aficionados debieran guardar silencio. Sin embargo, de otras plazas -como, por ejemplo, Pamplona-, nunca se les oye quejarse.Tampoco entendemos muy bien lo del respeto, porque creemos que es mucha más falta de consideración estar bebiéndose un whisky, o intentando ligar con la vecina de la localidad durante la lidia, que exigir el toro íntegro y al torero, corno siempre se hizo en esta plaza.

La protesta, en Madrid, no es de ahora, ni mucho menos. A principios de siglo eran muchos los aficionados que exigían -y, además, de una manera más bárbara-, el cumplimiento estricto de lo anunciado en los carteles. Lanzar al ruedo botellas de gaseosa, naranjas, y almohadillas, era habitual en aquellos tiempos. Incluso había uno, como era el caso de Hache, aficionado donde los haya, que portaba un maletín con pañuelos de distintos colores, pizarras, cencerros y otros objetos, con los que manifestaba su protesta, cada vez que se cometía una infracción. Llegaron incluso a prohibirle la entrada a los apartados, y 5.000 abonados firmaron un manifiesto que hizo que esa prohibición durara menos que cualquier marrajo a Joselito, el Gallo.

No obstante, si los taurinos quisieran conseguir ese silencio en los tendidosque tanto desean, creemos que lo tienen bien fácil. Traigan corridas de toros serias y con trapío, y, olvídense de traer corridas impresentables y sin pitones. Déjense de las tonterías de que Madrid quiere un toro de 600 kilos, porque eso es mentira, y traigan el toro.

Y hablando de mentiras, hay cosas que no se entienden: según los taurinos, el toro de Santa Coloma es un animal chico, cuyo peso ideal ronda los 450 kilos. Sin embargo, según el reglamento que estuvo en vigor los años veinte, los toros debían de pesar, como mínimo, 550 kilos, y se daba la circunstancia de que uno de los ganaderos que más triunfos obtuvo en aquella época fue, ni más ni menos, el conde de Santa Colonia. Ahora dicen que los toros de esta gana dería son, por naturaleza, pequeños y terciados; claro que, lo que no dicen, es que, seleccionando lo enano, resultan los toros enanos.

Traer un zambombo

El tema de los kilos es un arma de los taurinos que se cae por su base, ya que no tiene lógica alguna. Por ejemplo, en esta feria de San Isidro de 1991, las únicas corridas que han pasado de 600 kilos han sido las que han matado las llamadas figuras. La estrategia es clara: traen un zambombo que saben les va a permitir estarse quietecitos, pues se va a parar, con el cual es difícil que los toreros triunfen, pero también es seguro que no van a fracasar. Tampoco es cierto que las corridas con exceso de peso se caigan, porque, por ejemplo, la corrida de Celestino Cuadri, lidiada en Madrid el pasado mes de abril, tuvo mucha rornana y no se cayó, y además fue muy interesante.

Así que, taurinos, ya lo saben: si quieren Madrid, tendrán que garárselo, y eso, con lo pícaros que son ustedes, va a resultar bastante difícil...

Por último, qUeremos, desde estas líneas, felicitar a don Luis Espadas Simón, presidente de la plaza de toros de Las Ventas, por sus buenas actuaciones en esta feria de San Isidro. El presidente de la plaza debe estar para velar por el cumplimiento del reglamento taurino vigente, y eso lo tiene olvidado la rnayoría. El toro inválido que no pueda tomar tres varas debe ser devuelto a los corrales. Mucho deberían aprender del señor Espadas otros compañeros suyos, que no saben o no quieren aprender.

son abonados de la andanada siete de la plaza de toros de Las Ventas.

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