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Crítica:ÓPERA / 'OTELO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Exito enrarecido

El Otelo, de Verdi, presentado por el Teatro Lírico Nacional, reunía todas las condiciones para resultar un acontecimiento y, sin embargo, no lo fue tanto, aun cuando haya que anotar un éxito grande pero enrarecido como estuvo por un aire de cierto desencanto en el público durante parte de la representación y hasta con alguna protesta no generalizada pero sí evidente. Lo peligroso de los mitos es que mucha gente espera de ellos no sabe bien el qué pero desde luego algo milagroso. Luego, al comprobar que esos mitos son simplemente hombres y no santos o magos, viene esa dosis de desilusión.La verdad es que el Otelo de Plácido Domingo, un personaje que empezó a cantar y a vivir en 1976, tiene verdadera categoría "Ardía en deseos de encarnarlo ", recuerdo que afirmaba Rolf Liebermann antes de la primera interpretación de Domingo en Hamburgo, junto a Ricciarelli y Milnes, para hacerlo después en París, bajo la dirección del Solti, con Price y Bacquier y, unos meses más tarde, en La Scala, guiado con Carlos Kleiber.

Otelo

De Arrigo Boito, sobre ShakespeareTeatro Lírico Nacional. Música de Verdi. Intérpretes: P. Domingo, D. Dessi, F. Grandheber, J. Lavender, R. Muñiz, I. Urbas, F. Balboa, J. C. Cordón y H. Vieira. Orquesta Sinfónica, coro titular y Escolanía del Recuerdo. Dirección escénica, trajes, decorados y luces: H. de Ana. Dirección musical: R , Frühbeck de Burgos. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 17 de mayo.

Desde entonces Domingo quedó catalogado como un gran Otelo, sea o no sea su voz la más exactamente adecuada para ese papel; pero el ímpetu, la pasión, la nobleza de acento, la fuerza lírica son tan grandes y convincentes que resultan auténticos tiquis-miquis de operófilo latino, las búsquedas de las cosquiIllas a tal ataque o a cual exceso de grito (como si el personaje no convirtiese con frecuencia su sentir en puro grito), en una figura tremenda y humanísima, casi salvaje en Shakespeare y trascendida e idealizada por el genio de Verdi.

Suele tener el asiduo a ópera un archivo vivísimo en el que almacena cuanto vio y escuchó, con lo que a veces pierde algunos valores de la realidad inmediata. Por mi parte prefiero durante tres horas olvidar cualquier impresión anterior para sentir la fruición estética del presente. Desde tal actitud, sólo aplausos merece el Otelo que ahora nos dio Domingo, quien acaso, sufre una inflación de imagen, cosa peligrosa en este país. Sumamente atractiva es, en principio, la Desdémona que hace Dámela Dessi, si bien quedó clara la indisposición anunciada antes de iniciarse la obra. Es una Desdémona excelente, en la línea de la de la Freni, que ya es decir. Me gustó menos, a pesar de la calidad vocal y de la seguridad sin quiebro, Franz Grundheber en Yago, que a mi modo de ver es casi el protagonista de la tragedia. Mas faltaron inflexiones suficientes para pintar la imagen sutil y sinuosa del formidable personaje teatral.

Hugo de Ana, director escénico, ha hecho un trabajo de gran calidad. Su Sinfonía lóbrega, las formas grandes y rudas de sus decoraciones, parecen ahondar en la pasión de los personajes. En ocasiones movió la escena al modo de Felsenstein, esto es, de manera maestra; en otras, todo quedó más estático y expectante.

En cuanto a Frühbeck de Burgos obtuvo resultados admirables. Quienes se quejaban de exceso orquestal en algún pasaje no tienen razón y olvidan que Verdi no trabajó su maravillosa orquestación para que se convirtiera luego en un débil runruneo de fondo. Todo el cuarto acto nos mostró la sensibilidad musical y acústica del maestro burgalés, que alcanza ahora el punto más alto de su madurez. Hasta los disconformes aludidos anteriormente se volcaron al final de la obra para prolongar sus ovaciones durante largo rato.

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