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FERIA DE SEVILLA

Malo con ganas

Muñoz / Mora, Lozano, Litri

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Fiasco ganadero

Tres toros de Cayetano Muñoz, bien presentados, mansos, de escaso juego; 1º y 2º de El Toril, bien presentados y manejables; 6º, sobrero -en sustitución de un inválido del hierro titular-, del conde de la Maza, bien presentado, manso. Juan Mora: pinchazo, estocada caída y rueda de peones (palmas); pinchazo trasero, pinchazo y bajonazo (silencio). Fernando Lozano: pinchazo a toro arrancado y bajonazo descarado saliendo perseguido (algunos pitos); pinchazo bajo, media estocada trasera y estocada corta perdiendo la muleta (silencio). Litri: pinchazo hondo bajo y estocada (aplausos y saludos), pinchazo hondo caído, bajonazo, pinchazo hondo y dos descabellos (silencio). Plaza de la Maestranza, 13 de abril. Séptima corrida de feria. Cerca del lleno.

Un amplio, largo e intensivo rnuestrario del toreo malo, ofrecieron ayer los tres espadas en el coso de la Real Maestranza de Sevilla. Pero no un muestrario del toreo malo, simplerriente, sino del toreo malo con ganas. Como si lo estuvieran haciendo adrede. Y pudiera ser que lo hicieran adrede. Algunos seres humanos a veces to man este tipo de detenninacio nes en la vida. Cuando no pueden destacarse por sus cosas buenas, las hacen malas, Lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal.

La idea -si es que aquello de ayer fue idea- tiene su miga, pero hay que elegir con cuidado dónde se pone en práctica, pues los tres espadas escogieron para torear mal nada menos que el templo del arte de torear, que de eso ha conquis tado merecida fama el coso de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Y cuando hollaban su rubio albero trapaceando pases o pegando regates, al histórico coso maestrante le crujían los cimientos.

Por fortuna, los cimientos del coso ya están amoldados a estos crujimientos, sobre todo en los Últimos tiempos, y no pasó nada porque los tres espadas torearan mal, peor ímposi ble. Hay precedentes. En este coso y en esta feria se han aplaudido picadores por no picar, pares de banderillas prendidos a la remanguillé, peones que mudaban de terreno un toro mostrándoles el capete arrebuñao, bajonazos. Y aún más: por bajonazos, ¡hasta dieron orejas!, Dios mío, a dónde vamos a llegar.

De manera que si los tres padas torearon mal-peor-imposible, el público lo soportó con santa paciencia, y allí sólo se trataba de guardar la compostura esperando a que la sesión intensiva de toreo malo con ganas acabara de una vez, y cuando doblase el sexto toro, abandonar precipitadamente el histórico coso. Así lo hizo el público, en efecto, y mañana será otro día.

Los responsables del toreo malo y sus mentores lo más probable es que culpen a los toros, según costumbre. Los toros son culpables de todo. Desde que un toro mató a Pepete allá por los años de Maricastaña, llevan encima el estigma de la culpabilidad, con razón o sin ella. Y si no hay razón, les da lo mismo, pues cuando los responsables del toreo malo y sus mentores les cargan las culpas, ya están muertos, y quizá dentro de un puchero, convertidos en estofado.

Los seis toros se podían torear, de una manera u otra. Los tres últimos, con recursos de buen lidiador -que esa es versión torera muy interesante y bonita-, los tres primeros mediante los consabidos derechazos y naturales que constituyen el arte suma de la tauromaquia contemporánea. Pero daba igual, porque, para los espadas, como si se operaban. Fernando Lozano, lo mismo con el toro noble que con el aplomado, dio una deplorable impresión de torero inmaduro, sin técnica y sin gusto, y decía la afición que nunca lo habían visto tan torpón y desangelado. Luego se arrepentía de decir tal cosa ya que llegaba Litri, con sus lances codilleros, sus crispaciones, sus trallazos, y parecía que había aprendido a torear en los encierros de Pamplona.

Juan Mora, que en su comparecencia del pasado rniércoles en esta plaza, vestido con un terno similar al del Sin:Decado en los pasos de Semana Santa, estuvo afectadísimo, ayer lució un torerísimo traje de luces verde y oro y además anduvo por el redondel con naturalidad. Mas por desechar la afectación olvidó el arte, y no es que se quitara de en medio al reservón cuarto toro, sino queal boyante primero le hizo una faena ventajista, atacada de la más desesperante vulgaridad. Y esto ya es más grave. Pu es que los toreros malos sean incapaces de sentir los aleteos del arte, bueno; cada cual siente lo que puede. Pero que los toreros artistas se contaminen del toreo malo y lo practiquen con ganas, eso ya es motivo de preocupación. Claro que, a lo mejor, lo hacía adrede. Con estos artistas, nunca se sabe.

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