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Tribuna:LA POLÍTICA EXTERIOR DE MOSCÚ EN ORIENTE PRÓXIMO
Tribuna
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La curiosa historia de las relaciones soviético-israelíes

En junio de 1967, una Unión Soviética furiosa, muy comprometida entonces con el Oriente Próximo árabe y poco dispuesta a perdonar el resultado de la Guerra de los Seis Días, cortó bruscamente sus relaciones diplomáticas con Israel. Sus entonces fieles satélites siguieron su ejemplo. Ahora, 24 años más tarde, las relaciones diplomáticas entre Moscú y Jerusalén siguen sin haberse restablecido completamente, pero se ha desarrollado una nueva relación, interesante y compleja, entre los dos países.Entre 1967 y 1985, las relaciones fueron glaciales. Israel era uno de los parias favoritos de la propaganda soviética, tratado parcial y malintencionadamente por los políticos y los medios de comunicación soviéticos. El hecho de que en los años setenta cerca de 200.000 judíos soviéticos fueran autorizados a emigrar a Israel, gracias a un plan eufemístico de reunión familiar, fue el resultado de la tremenda presión occidental y no tuvo nada que ver con las relaciones bilaterales.

Por otra parte, los lazos entre soviéticos y árabes estaban en su mejor momento, y armas soviéticas por valor de billones de dólares inundaron los arsenales de muchos países árabes. Durante la guerra del Golfo, docenas de misiles Scud iraquíes de fabricación soviética cayeron sobre Israel desde los cielos.

Proceso rápido

Entonces, de repente, en 1987, con Mijaíl Gorbachov como jefe supremo del Kremlin y Edvard Shevardnadze en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Israel recibió algunas aperturas de Moscú, pero no las comprendió y no ocurrió nada. Sin embargo, poco después se inició un proceso rápido de normalización entre Israel y los antiguos países satélites que se completó recientemente.

En 1988, los rusos, resueltos, sorprendieron a Israel una vez más al enviar por télex a bocajarro su decisión unilateral de "enviar un grupo de trabajadores consulares para que cuidaran de las propiedades y ciudadanos soviéticos en Israel" (aunque casi no había ninguno). Esta vez Israel aceptó, pero señaló que se esperaba reciprocidad.

Al principio, los soviéticos hicieron oídos sordos. Ya estaban muy bien instalados en Tel Aviv cuando Israel explicó claramente que la unilateralidad tenía sus peligros y se descubrió la fórmula mágica de la reciprocidad: los soviéticos aceptaron la entrada de tres funcionarios israelíes con el fin de "supervisar la actividad de la Embajada holandesa, que representaba los intereses israelíes en Moscú, y para vigilar el edificio de la antigua Embajada israelí" (por el que Israel ha seguido pagando alquiler desde 1967).

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Desde entonces, la Unión Soviética cultiva asiduamente los contactos con las principales organizaciones judías de EE UU, así como con individuos e instituciones israelíes, con fines económicos, aunque no únicamente. Se concibieron proyectos ambiciosos, se firmaron contratos, pero poco se puso en marcha dado el estado actual de la economía soviética.

A finales de 1990 se reanudaron las relaciones consulares normales. Un consulado general soviético emitirá pronto visados para los turistas israelíes que quieran visitar la URSS. El consulado general israelí en Moscú está mucho más ocupado. Se encarga de decenas de miles de emigrantes judíos que dejan mensualmente la URSS para ir a Israel. Todavía no hay líneas aéreas directas entre los dos países, excepto en ocasiones especiales, tales como cuando aviones militares israelíes transportaron equipos de rescate y médicos para socorrer a las víctimas del terremoto de Armenia, o cuando ha surgido la necesidad de transportar orquestas, ballets, teatros, equipos deportivos o niños de Chernóbil para ser tratados en Israel.

Por razones propias, los soviéticos no permiten todavía que las dos líneas nacionales vuelen regularmente, aunque sólo el tremendo flujo de emigrantes (200.000 en 1990) supondría una fuente muy necesaria de divisas para Moscú, por no hablar de la comodidad de los propios emigrantes, que ahora deben llegar a aeropuertos de terceros países para seguir su viaje hasta Israel. Y todavía no hay embajadas. Las dudas e inhibiciones están posponiendo el último paso.

Confusión diplomática

Sin embargo, incluso en esta atmósfera confusa desde el punto de vista diplomático, los contactos entre los dos países, en todos los ámbitos: cultura, periodismo, ciencia, arte y contactos humanos, se están extendiendo como nunca.

Estudiantes y turistas entran y salen, e incluso la religión judía se puede practicar ahora abiertamente en la Unión Soviética, donde el hebreo, que era el único idioma prohibido, se enseña libremente. El ruso se habla en las calles de Jerusalén y Tel Aviv, y diarios y revistas israelíes en ruso llenan los quioscos de prensa.

Nadie puede decir qué es lo que el destino, deparará a Gorbachov, ni tampoco nadie puede predecir cómo afectará la guerra del Golfo a la política soviética en Oriente Próximo. Puede que no se confiese abiertamente la evidente bancarrota, pero podría ir seguida de un papel más positivo de la URSS en un proceso de paz.

A no ser que se pierda todo lo que Gorbachov (¡y Shevardnadze!) ha defendido en política exterior debido a problemas internos en la UR.SS, las cosas serán ahora mucho más positivas en el horizonte URSS-Israel, y el estilo autista de la diplomacia soviético-israelí llegará a su fin. Por tanto, se puede prever que, en un plazo de tiempo relativamente corto, las dos capitales reciban las visitas de sendos caballeros con sus correspondientes acreditaciones de embajadores.

¿Por qué eso no ocurre antes, si los rusos reconocen formalmente que la ruptura de relaciones diplomáticas fue un error? Porque, en la URSS, parte del viejo establishment sigue siendo -como en muchas otras cuestiones- muy reacio a abandonar emociones arraigadas y consignas largamente repetidas.

Independientemente de las carencias de este diálogo renovado, se está cerrando el círculo de las relaciones tormentosas entre la URSS y los judíos, iras la larga etapa de Gobierno bolchevique puro. De hecho, esas relaciones eran algo más que la pura discriminación de los Judíos o la persecución del sionismo, tan manifiestas durante las décadas de dictadura estalinista y aun antes.

Hay que recordar que en las raíces del sionismo moderno se encuentra un rico inventario de idealismo y utopía tolstoiana y socialista, que los pioneros judíos rusos, aunque asqueados y perseguidos por el antisemitismo zarista, pero imbuidos de valores culturales y sociales rusos liberales de fin de siglo, llevaron con ellos a la tierra prometida.

La fascinación mutua -una extraña mezcla de atracción romántica y de rechazo- está de nuevo presente, come antes de José Stalin, en las relaciones ruso-judías.

Tras décadas de aislamiento, esa parte del mundo se ha vuelto accesible de nuevo a los ciudadanos israelíes, que viajan hasta allí para buscar las raíces históricas de su nación.

En la Unión Soviética, los defensores de la perestroika respetan a Israel y buscan contactos, mientras los chovinistas pamiatas amenazan a los judíos soviéticos con pogromos y culpan a la "influencia judía" del actual caos económico, a semejanza de los nazis, que acusaron a una mezcla extraña de "plutocracia judía y bolchevismo" de ser la causa de las calamidades de la República de Weimar. Y los resultados son sorprendentemente similares.

Sociedad en formación

Los judíos están abandonando la URSS por centenares de miles para ir al restablecido Estado de Israel, que por el momento tiene poco que ofrecer, excepto calor humano y esperanza. Estos inmigrantes -la mayoría, personas altamente cualificadas- aportarán, si se les integra adecuadamente, una tremenda contribución intelectual y científica a la sociedad israelí, que, tras 43 años de lucha, sigue siendo una sociedad en formación.

Hay otros aspectos humanos que hacen reflexionar sobre las complejidades de la historia judía en ciertos países. Existen precedentes para que uno no se sorprenda al ver que estos inmigrantes judíos traen consigo un afecto casi romántico a un país en el que no pueden ver futuro para sus hijos.

es miembro del Instituto Davis de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

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