Un gran amigo de sus amigos
Luis Escobar y Kirkpatrick, marqués de las Marismas, que nos ha dejado para siempre en esta fría madrugada de febrero, era además de expresivo actor, hombre de teatro de exquisita sensibilidad. Yo tuve el privilegio de recibirle en Buenos Aires cuando realizaba una espléndida campaña al frente de una companía de grandes artistas como Guillermo Marín, Ricardo Calvo, Elvira Noriega y Cándida Losada, entre otros, con un rico repertorio de piezas clásicas y modernas del teatro español en su mayoría.
Saberes
Fueron verdaderos acontecimientos en los que el público porteño rendía entusiasta su aplauso en el teatro Odeón a la perfecta exhibición escénica. Su famosa bonhomie ganaba a los interlocutores argentinos que acudían cotidianamente en los entreactos a entrevI starle para reflejar su chispeante diálogo en diarios y semanarios.
La conversación de Luis Escobar era amena, ingeniosa y cultísima. Tenía múltiples saberes y un fino sentido humorístico que desmontaba las más arduas discusiones y polémicas. Amigo de sus amigos, rendía tributo especial a esa lealtad. Su residencia de Madrid, elegante, selecta, original, con un dejo tropical ajardinado, solía reunir a los más variados auditorios en veladas inolvidables.
Nuestra capital pierde hoy a uno de sus ciudadanos más brillantes, y las pantallas de cine y televisión nacionales a un rostro, risueño, generoso, divertido, que provocaba nuestra simpatía con el realismo de sus ademanes.
es miembro de la Real Academia Española.