La libertad es generosa
Es una mujer menuda, frágil y de carrera breve. Publicó su primer disco en 1985, pero, en la música pop, cinco años es una eternidad que puede convertir lo instantáneo en clásico, y Suzanne Vega parece empeñada en conseguir esta categoría, porque el tiempo ha permitido sedimentar sus canciones y madurar su estilo.Desde que en 1987 grabó su segundo disco, Solitude standing, esta californiana de 31 años ha planteado sólidamente su carrera. A excepción del batería, mantiene el mismo grupo acompañante, ofreciendo a Anton Sanko, Marc Shulman y Michael Visceglia la oportunidad de desarrollar con libertad su gran potencial creativo. En su tercer y último trabajo (Days of open hand, 1990), Vega ha coproducido el disco junto a Sanko, y la mitad de las canciones están compuestas en comandita por la cantante y su grupo.
Suzanne Vega
Suzanne Vega (voz, guitarra acústica), Anton Sanko (teclados, guitarra acústica), Marc Shulman (guitarra eléctrica, guitarrico), Michael Visceglia (bajo), Frank Vilardi (batería, percusión). Aforo: 2.000 personas. Precio: 2.000 pesetas. Sala Universal Sur. Madrid, 5 de diciembre.
Esta íntima unión entre Suzanne Vega y sus músicos enriquece insospechadamente a una artista que, de monopolizar el protagonismo, podría caer en una monotonía que en directo no se produce. También permite a la cantante arriesgar en sus planteamientos musicales, desmarcándose del tópico del cantautor y proporcionando a sus canciones una riqueza tíbrica, rítmica y armónica de gran interés.
En el aspecto tímbrico, los teclados de Anton Sanko y la guitarra de Marc Shulman arropan con elegancia la voz inexpresiva, tierna y sensible de Suzanne Vega, y su dominio del espectro sonoro y la capacidad para introducir diversos ambientes y matices en cada canción tienen efectos positivos. Rítmicamente, la solidez del bajista Michael Visceglia permite a la batería de Frank Vilardi luchar permanentemente por escapar de los tiempos binarios, eliminando monotonías. Las progresiones armónicas de las composiciones, que alternan tonalidades mayores y menores, proporciona a Vega una personalidad y un estilo inconfundibles.
Con esta envoltura, las canciones de Suzanne Vega -evocadoras de un mundo íntimo, solitario y de enorme ternura- huyen de la frialdad, cobran una dimensión que escapa del arquetipo del pop y convierten a la norteamericana en una artista consistente por su tenacidad en la defensa de una línea artística y su capacidad de compartir los aspectos creativos, demostrando que la libertad es generosa.