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Un efecto poco disuasorio

Santiago Segurola

La sanción a Butch Reynolds y Randy Barnes amplía la lectura del caso Johnson, al menos en el apartado de la disuasión. Cumplía el velocista canadiense un perfil que se ajustaba perfectamente a las intenciones de los rectores del atletismo mundial. Era plusmarquista mundial en una distancia con pedigrí; utilizaba su talento en la pista para construir un imperio financiero; era un modelo para todos los devotos del deporte. Y tomaba drogas.El castigo a Johnson tenía una vena ejemplarizante y política. La IAAF se sumaba a la onda antidroga que propugnaba Samaranch desde el COI y a la vez trataba de poner orden en el submundo del atletismo, donde el consumo de sustancias prohibidas corría paralelo al aumento del flujo de dinero en el circuito internacional. Por último quedaba la cuestión ética de la utilización de drogas para mejorar su rendimiento frente a atletas que respetan las reglas del juego. Johnson era el personaje ideal para el sacrificio.

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Butch Reynolds y Randy Barnes, suspendidos durante dos años por utilizar anabolizantes

Dos años después, el control sobre las drogas es mayor, pero el consumo de sustancias prohibidas es muy floreciente. El ex campeón de Europa de 400 metros, David Jenkins, cumple una larga sentencia en la cárcel de San Diego como responsable de una red de traficantes de anabolizantes. Jenkins afirma que el negocio es cada vez más lucrativo, sobre todo porque el atletismo es ahora un buen negocio.

La cuestión de la ejemplaridad del castigo a Johnson ha seguido un camino diverso. Es evidente que los atletas toman mayores precauciones que antes y también es cierto que el uso de drogas es menos visible. Pero el consumo existe y afecta a atletas en una situación similar a la de Johnson. La posición de Butch Reynolds en el atletismo mundial es privilegiada. Posee la calidad para lograr registros fabulosos y dispone del carisma para trascender a una profesión que durante muchos años sólo fue reducto para inciados. Como Johnson, Reynolds es un atleta con una buena cuenta corriente y un frecuente acceso a los medios de comunicación. Pero toma drogas, o al menos las ha utilizado en algún momento, apremiado como Johnson por las lesiones y su necesidad para estar a la altura de su reputación en las pistas. Johnson no ha servido como lección ejemplar. Los grandes contratos actúan como bálsamo contra el miedo. Y a los infractores siempre les queda el con suelo de ver el regreso de un Johnson impregnado por el perfume del dinero.

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