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Tribuna:EL ASFALTO
Tribuna
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El cadáver del transeúnte

Juan Cruz

Una chica rumana de ojos vercles vende rosas a 300 pesetas la unidad, pero nadie le compra una en la zona Moncloa-Paraninfo. Los jóvenes no compran flores y los viejos no tienen adónde llevarlas.-Me voy de aquí, pero me da pena -dice la joven rumana, que busca otro destino en el mapa de Madrid.

Moncloa-Paraninfo ya no es e] viejo lugar de los bocadillos de los que se hablaba en los a los sesenta, sino que es un lugar abigarrado y de ida y vuelta, en el que coexisten las hamburguesas, las razas, los perritos calientes y los bares ruidosos. En el día en que se inició el puente que ahí termina daba la impresión de que Madrid vivía allí, con sus jóvenes y con sus viejos. Parecía que a la ciudad le había dado miedo quedarse sola y todo el mundo fuera a refugiarse en las calles de Moncloa.Parecía un lugar de refugio en el que la presencia abusiva de la multitud había terminado por dejar inservibles los instrumentos de primera necesidad: la lluvia había llenado de agua las aceras desconchadas y unos maderos cubrían la distancia entre la calzada y los bares, pero el uso frecuente del pasadizo había quebrado el paseo. Tedos los teléfonos públicos de la zona habían sido devastados por un vendaval de manos, y los de los bares estaban también tapiados por una inutilidad desesperante. Un atasco monumental venía a corroborar bajo la lluvia la idea de que Madrid se había ido a vivir a Moncloa-Paraninfo.Ciudad de puentesEn una esquina una mujer de Chamberí buscaba sin fortuna un taxi. No había taxis en Madrid a esa hora y,la impresión que daban las largas filas de automóviles que iban en uno y en otro sentido alimentaban la impresión de que no los habría nunca. En los bares tampoco daban consuelo:

-¿Cree usted que vendrá alguno?

-Qué va, es así en todos los puentes.

Madrid es una ciudad de puentes. Dámaso Alonso la vio en la posguerra como una ciudad de cadáveres, y después de la transición el brillo voraz de la movida, que acaba de traducir al francés el periodista Thierry Maliniak, hizo pensar que ya nunca más habría cadáveres en la capital de España. Aparte de otros más solemnes, lo que ha dejado sobre la mesa la posmovida es el cadáver del transeúnte, que es un soldado desconocido que corre por esta zona de Moncloa-Paraninfo en busca de dos respiraciones posibles: la del teléfono y la del taxi. El teléfono está roto en su cabina, como un cadáver mudo que hubiera padecido la lenta tortura de los niños entretenidos en buscar qué hay en el misterioso interior de la voz.

Y los taxis. La señora de Chamberí llevaba tres cuartos de hora de la entrada de la noche en aquella esquina de Isaac Peral esperando que en una de aquellas filas interminables de coches alguna vez se encendiera una luz verde. Una vez se encendió, es verdad, pero se apagó enseguida porque el taxista se iba de puente, o a su casa, o al aeropuerto. Al final, la mujer corrió hacia Cea Bermúdez y encontró de pronto un taxi libre, como una aparición en Día de Todos los Santos.

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-Al aeropuerto.Hacia el aeropuerto Madrid se justifica. Moncloa-Paraninfo deja de existir como el espacio abigarrado de las aceras rotas y se convierte de pronto en el recuerdo de una rumana que vende flores rojas, o en la memoria de un bar donde te dan el jamón gratis si eres hábil al decir que ya lo has pagado, y entre tú y el que está en la barra se ha producido la complejidad que se exige a un lado y al otro de esa frontera de acero que constituyen los bares urbanos. Se justifica Madrid al ir al aeropuerto en un día de puente.Largas carreras-Ahí van esos de vacío -dice el taxista en su rincón, viendo que compañeros suyos dejan Madrid hacia Barajas en busca de la carne fresca que constituyen los que vienen en avión y, presumiblemente, les van a permitir hacer carreras más largas que las que podrían obtener, por ejemplo, en la zona Moncloa-Paraninfo.

-Claro, se van de vacío, todos pagamos como si fuéramos igual que ellos.

Lo que queda de Madrid es el recuerdo de una luz veloz y verde que hace guiños al transeúnte y se burla de él apagándose enseguida. Moncloa se constituye así, hasta que se consigue el taxi en otra zona y Madrid recibe ya el nombre de otro barrio, en el símbolo de las tapias que ha puesto la ciudad al transeúnte que no va con automóvil propio o que aún no dispone de la capacidad de transmitir por telepatía que va a llegar tarde porque todos los taxis de Madrid aprovechan el puente para irse de vacío a Barajas. En días como éste, el transeúnte es un huérfano en el asfalto de la ciudad.

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