_
_
_
_
_

El pequeño John

Kocinski, el verdugo de Tiriti en el Mundial, corre sólo para ganar

John Kocinski (Yamaha), flamante campeón del mundo de motociclismo de 250cc, se encuentra en Barcelona desde el pasado martes. Ha llegado para lo que va a todas partes: para ganar. Kocinski, el hijo adoptivo del Marciano Kenny Roberts, no concibe las carreras de otra forma. Ni siquiera cuando acarició el título a mediados de temporada. Entonces también pensaba sólo en ganar. Por eso fue por los suelos en Le Mans y Donington. Al final le ganó el pulso a un temeroso Carlos Cardús (Honda) que ni siquiera pudo ser segundo en Australia. Kocinski correrá mañana el Superprestigio en Calafat, una carrera amistosa a la que sólo él le otorga categoría de gran premio.

Kenny Roberts le ha hecho un millón de perrerías. Cuentan que menos pegarle, casi todo. Y hay incluso quien duda de que no le haya levantado la mano en alguna ocasión. Roberts a Kocinski, claro. A la inversa es imposible. El pequeño John nació en Little Rock (Arkansas, Estados Unidos) el 20 de marzo de 1968, hace apenas 22 años. Desde muy tierna edad -corrió su primera carrera cuando tenía cuatro años a lomos de una mini-bike-, Kociriski supo que iba a dedicarse a las carreras. A ganar. Le dijeron que la única forma de aprender en Estados Unidos, un lugar donde los ídolos de las dos ruedas no salen en la tele, era acercándose a Roberts.Y Kocinski se fue hasta Modesto (California), donde Roberts posee un inmenso rancho, potro de tortura de cuantos aspiran algún día a conquistar el podio del Mundial. El Marciano debió de ver en el muchacho buenas maneras y decidió prepararlo a conciencia, sin dejar incluso de maltratarlo.

Situaciones abominables

"Kenny me ha hecho vivir situaciones abominables", ha explicado Little John. "Ha llegado a humillarme en público, pero hoy en día me doy cuenta de que siempre lo hizo pensando en mi formación. Hubo una vez, en el Gran Premio de Italia de 1988, que no me salían los tiempos. Pues bien, en un momento dado, delante de todo el equipo, Kenny me dijo que si no era capaz de bajar los tiempos lo mejor era que hiciera la maleta y volviera a Estados Unidos. Salí encendido y logré un excelente registro".El campeón del mundo de dos y medio, que aún no sabe si el próximo año repetirá cilindrada o saltará a los 500cc, corrió su primera carrera de velocidad a los 13 años. A los 18 participó en los campeonatos AMA, organizados por la federación norteamericana, y sólo tardó un año en convertirse en campeón norteamericano. Su primera participación en el Mundial fue en 1988, en Japón, y desde entonces hasta que Roberts lo instaló a principios de este año en su Yamaha, sus participaciones en el circo se produjeron con cuentagotas, aunque podían contarse por triunfos.

Tiriti explicó en Australia que numerosos pilotos de la categoría reina, entre ellos Eddie Lawson (Yamaha) y Kevin Schwantz (Suzuki), se acercaron hasta su motor home antes de la carrera para pedirle que derrotara a ese niño. Ese niño no era otro que Little John, el hombre que un día u otro se enfrentará a ellos.

Si los monstruos del circo le tienen miedo, le quieren ver derrotado, es que algo tendrá el chico. "Yo no concibo que alguien salga a la pista a conservar, a ser segundo, a controlar la carrera", señala Kocinski. "Cuando salgo a la pista sólo pienso en ganar. No hay tácticas ni estrategias que valgan. Sólo así dominas a tus adversarios". Esa obsesión le hizo cometer graves errores en Francia y Gran Bretaña. Con aquellos dos fallos -si hubiera actuado con más cabeza tenía el Mundial en sus manos-, entregó el título o la posibilidad de ser campeón a Cardús.

Aquellas dos caídas enfadaron a Roberts. "No es más que un rookie", señaló el jefe del que más tarde sería campeón. "Estoy seguro de que si Sito, que para mí sigue siendo el mejor piloto de dos y medio, estuviera aún en esta categoría, a estas alturas habría ganado ya el Mundial, pues ni Kocinski, ni Cardús, ni Cadalora, han sabido dominar la situación como Pons".

Roberts tuvo que trabajar sobre su discípulo y convencerle de que en la pista también puede utilizarse la cabeza. La tesis que utilizó el Marciano para convencer a su campeón fue sencilla y eficaz: "Para ser campeón del mundo tienes que acabar carreras; al final, dan el número 1 al que tiene más puntos. Debes fijarte en Rainey, nuevo campeón del mundo de 500cc y no en Schwantz". Kocinski entendió el mensaje a la perfección. Desde la caída de Inglaterra, Kocinski sumó dos victorias (Hungría y Australia) y dos segundos puestos (Suecia y Checoslovaquia), por dos triunfos de Cardús (Suecia y Checoslovaquia), un tercer puesto (Hungría) y un abandono (Australia). Sólo así pudo ser campeón. John acabó con siete victorias.

Kocinski, como casi todos los pilotos del circo, asegura que la moto de sus rivales corre más que la suya. Es más, ha acuñado una frase que no debe hacer demasiada gracia a los responsables de Yamaha: "Si fuera fácil ganar con una Yamaha, no tendrían que pagarnos tanto dinero a Cadalora y a mí por pilotarlas".

John ha ganado más de un millón de dólares este año, pero lo más importante es que en su primer Mundial regular ha logrado el título. Les ha metido el miedo en el cuerpo a Rainey, Lawson, Schwantz y compañía. Kocinski no sabe correr en broma. Y menos, perder.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_