Frascuelo, ¡el toreo!
Los aficionados se convidaba a tabaco; los que no son de fumar intercambiaban parabienes, que sale más barato; algunos tenían un nudo en la garganta; había quien gritaba para que lo oyera la empresa: "¡Frascuelo, a la feria!", y hubo quie resumía la faena del mencionado (y varias veces aclamado) Frascuelo: "¡Ha estado como Dios!". Y todo eso porque el mencionado y aclamado Frascuelo había recreado el toreo."¡Como Dios!"..., curiosa referencia. Bueno, algo de eso debió haber: cambiado el tercio de banderillas, el toraco, astifino y descastado, quedó en los medios, a verlas venir. Y vinieron... He aquí que se hace presente Frascuelo. Camina lento y ceremonioso a los medios. Cuando llega al terreno elegido, muy distante del toro, cita mostrando la franela bien planchá, según mandan los cánones... Pero los cánones mandan más cosas y Frascuelo las haría también. Es decir que, cuando el toro tardo-descastado se arrancó y le llegaba a jurisdición, cargó la suerte, embarcó suave y hondo el redondo, ligó dos más ganando terreno y remató con el de pecho, de cabeza a rabo.
Campos / Galloso, Frascuelo Martín
Cuatro toros de Francisco Campos Peña bien presentados, flojos, mansos, 1º pastueño, resto de feo estilo. Sobreros, en sustitución de 2º y 3º, del hierro titular, inválidos (se corrió turno): 5º, de Terrubias, con trapío, descastado; 6º, de Cortijoliva, flojo y encastado, que sustituía a otro sobrero de Terrubias, también inválido. José Luis Galloso: estocada baja enhebrada a toro arrancado -aviso con retraso- y descabello (aplausos y también protestas cuando saluda); dos pinchazos bajos, otro hondo atravesado descaradamente bajo y descabello (algunos pitos). Frascuelo: pinchazo, estocada delantera caída -aviso con retraso-, y descabello (algunas palmas y pitos); pinchazo hondo, rueda de peones y descabello (oreja). Pepe Luis Martín: estocada corta muy atravesada que asoma y dos descabeflos (silencio); estocada atravesada que asoma y dos descabellos (aplausos y salida al tercio) Plaza de Las Ventas, 2 de septiembre. Media entrada.
Fracuelo repetía las tandas dejándose ver, en perfecta ligazón, y aún hubo un ayudado a dos manos hermosísimo, antes de meter dos palmos de acero por el hoyo de las agujas en impecable ejecución del volapié. Fue un toreo del que ya no se ve, un toreo a la antigua; aquel toreo bello, emotivo y profundo que elevó la tauromaquia a la categoría de arte.
Así era, efectivamente, en tiempos antiguos. Luego vino quien desnaturalizó ese toreo y lo llevó a donde hoy está. Del nuevo toreo hubo amplias muestras en Las Ventas. Galloso, con el pastueñito que abrió plaza (en el otro abrevió porque iba incierto), no sólo ofreció esas muestras sino que hizo ostentación de ellas, toreando fuera-cacho, la suerte descargada, venga pico. Pepe Luis Martín, con toros complicados, se quedó a medio camino de la buena técnica. O sea, que cargaba la suerte, pero al rematar los pases perdía terreno.
Perder terreno es otro defecto de la mayonía de los diestros contemporáneos. Se trata de un defecto grave pues en el último tiempo de la suerte se sustancia gran parte del propio fundamento del toreo, que consiste, precisamente, en ganar terreno al toro. Por eso el toreo ligado es tan peligroso y, a su vez, tan emocionante y hondo. Así toreó Frascuelo de muleta al quinto toro (al incierto segundo le muleteó voluntarioso), y por verónicas embraguetándose a los dos de su lote, cerradas con medias belmontinas.
Las medias verónicas belmontinas también hace mucho que no se veían. Hubo de ser Frascuelo una tarde otoñal en Las Ventas... Después de una temporada deseando ver torear o, dicho de otra manera, después de un centenar de corridas, con un total de 600 toros que, a 100 pases por toro, son 60.000, hubo de ser un diestro inesperado quien hiciera el toreo verdadero una tarde otoñal cualquiera en Las Ventas. Pero la espera mereció la pena: menudo gusto dio.
Babelia
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