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Argelia pudo evitar el atentado a Cubillo

Los servicios secretos de Bumedián alertaron seis horas antes de producirse el asesinato frustrado

Un despiste de los servicios de inteligencia argelinos evitó que fuera abortado hace 12 años el atentado contra el dirigente independentista canario Antonio Cubillo. Seis horas antes del suceso, en Presidencia, en Argel, el teletipo picaba un mensaje remitido desde la Embajada del país africano en la capital de España que alertaba sobre el posible asesinato. El aviso efectuado por el agente español al servicio del Gobierno de Argelia no llegó a tiempo al presidente Huari Bumedián. El ministro de Asuntos Exteriores, Buteflika, se lamentaría de ello después.

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No era la primera vez que la vida de Cubillo corría peligro. Un año antes otro télex similar sí surtió efecto y el comando que pretendía matarle no pudo localizarle en su escondite. "Era un grupo de legionarios que se desplazó a Argelia para eliminarme", declaró el independentista canario. Al segundo intento, el 5 de abril de 1978, dos matones dejaban herido de muerte al incómodo abogado tinerfeño, exiliado desde hacía 15 años en Argelia. Ahora, el pasado 14 de julio, la Audiencia Nacional ha condenado en Madrid al espía español José Luis Espinosa Pardo, un colaborador del superagente Roberto Conesa, a 20 años de reclusión menor como inductor del asesinato frustrado de Cubillo. El tribunal, además, ordenó una investigación inmediata sobre la responsabilidad en el atentado de los servicios secretos de la policía española del Gobierno de UCD, presidido por Adolfo Suárez.Meses antes de este fallo, una comisión especial del Parlamento de Baja Sajonia, en la RFA, concluía un informe sobre las peripecias de un agente alemán, Werner Mauss, a quien se atribuye haber colaborado en la sombra con la policía española para quitar de en medio a Cubillo.

Llovía aquella tarde en las calles de Argel. "¿Te acompañamos?". Cubillo no lo creyó necesario, a pesar de que no solía moverse solo. A las ocho de la tarde dio por concluida una reunión con su gente, 14 militantes del Movimiento para la Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC) en las oficinas de la organización, en el número 56 de la calle de Khelifa Bouchalfa. Por la mañana había recogido en el aeropuerto un televisor Sony adquirido en Trípoli (Libia). Lo llevaba en su coche Volkswagen, con el que tardó media hora en llegar a su domicilio, en la avenida de Pekín, 14, al lado de la Presidencia del Gobierno. Le esperaban en su casa y en el ascensor. Sus hijos querían probar aquella tarde de fútbol el nuevo aparato en color. Subió los seis escalones de la entrada al edificio de 14 pisos y sólo le quedó tiempo para encender la luz de la escalera antes de llamar el ascensor. En décimas de segundo le vio la cara. No tuvo tiempo para más.

Un botón le salvó la vida

Juan Antonio Alfonso González y José Luis Cortés Rodríguez, dos españoles, presuntos miembros del FRAP, a quienes Espinosa había captado días atrás en Francia para esta operación -les aseguró que Cubillo era de la CIA-, habían estudiado sus pasos desde hacía dos jornadas. "Ya me había cruzado con ellos antes en la puerta de mi casa, pero yo iba acompañado y no sospeché. Según parece, llegaron a tocar en mi puerta y se arrepintieron porque escucharon voces de niños, mis hijos", declara Cubillo. Un botón de la gabardina le salvó la vida. Eran las 20.30 del 5 de abril de 1978. El ex paracaidista Alfonso González le asestó una puñalada en el vientre con un cuchillo de pesca submarina y lo remató por la espalda. Los agresores lo dieron por muerto y salieron a escape.

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Con una mano, Cubillo sostuvo sus vísceras y gritó. Cuatro horas después el doctor Berexit le había salvado milagrosamente la vida en el hospital de Mustafá. "¿El fulano te insultó antes de agredirte?", le preguntó el jefe de la policía argelina Si Salar. "No", respondió Cubillo. "Entonces no fueron argelinos", resolvió Salar. Aquella misma noche serían detenidos los 45 españoles alojados en los hoteles de la capital. El cuarto pasaporte que le mostraron era él: Alfonso González, a quien Espinosa facilitó la documentación falsa en las dependencias policiales de la Puerta del Sol, en Madrid. Dos días después, Alfonso y Cortés (este último intervino en el atentado, pero no llegó a agredir a Cubillo) fueron condenados en Argel a pena de muerte y 20 años de cárcel, respectivamente. Siete años más tarde, al fallecer Bumedián, que siempre apadrinó a Cubillo, y llegar al poder Chadli Benyedid, los autores del atentado fueron entregados a España. Felipe González había conseguido normalizar las relaciones entre los dos países, interrumpidas por el atentado contra Cubillo.

La crisis entre los dos países, tras la descolonización del Sáhara, correspondió vivirla a UCD. El apoyo de Argelia en la Organización para la Unidad Africana (OUA) a las tesis cubillistas sobre la africanidad de Canarias fue el calvario de Adolfo Suárez, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, ha confesado después que ocupó gran parte de su tiempo en contrarrestar la ofensiva del independentista canario con un peregrinaje personal sin precedentes por el continente africano en defensa de la españolidad de las islas.

Oreja, desconcertado por la guerra psicológica de Cubillo -que colocaba bombas en las islas y adoctrinaba a sus seguidores cada noche desde Argel a través de la emisora radiofánica La Voz de Canarias Libre-, barajó su posible dimisión si el independentista lograba presentarse ante la ONU. Cubillo tenía previsto viajar a Nueva York. Tres días después de sufrir el atentado iba a reunirse para ello en Roma con el camerunés Eteki, secretario general de la OUA. El atentado tiró abajo el castillo de naipes de Cubillo, que, a sus 60 años, sigue caminando con muletas.

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