Cogida de Sergio Sánchez

Sergio Sánchez, que iba a tomar la alternativa, sufrió una cogida al banderillear al primer toro y se quedó de novillero. Si no hubo ceremonia de alternativa, ni mató al toro del doctorado, no alcanzó el grado de doctor según la regla de la tauromaquia, que es profesión sagrada y olé. Al parecer, ceremonia y doctorado se aplazan al próximo día 14 en esta misma feria sanferminera, pues la cornada no es grave. El público tuvo mucha alegría al saberlo. Lo supo por el tablero electrónico que hay en la plaza de Pamplona; una modernidad muy útil que deberían copiar las restantes, pues sirve para dar la información que el público necesita en cada momento, como los datos de los toros, nombres de los subalternos, picador que actúa (dicho en plata, que hace de las suyas), y también para tranquilizar a todo el mundo, diciendo, por ejemplo: "Sergio Sánchez, intervenido satisfactoriamente; es probable que pueda torear el día l4".La cornada fue escalofriante. Había prendido Sergio Sánchez dos pares decorosos, el tercero lo planteó de dentro afuera, se alivió algo en la reunión, ejecutó la suerte en el vacío y en ese mismo movimiento el toro le derrotó, prendiéndole por el pecho. El susto resultó tremendo. Y no fue el único susto en la tarde. El sexto toro cogió al banderillero Orteguita aún con peor saña, y si resultó sin daño ahí debió de estar al quite San Fermín; o no se explica. Orteguita había clavado un par extraordinario, que puso al público en pie, y en su siguiente intervención quiso mejorar la suerte, pues acudió al toro andandito, reunió despacio, cuadró en la cara..., y ahí sobrevino el volteretón.

Ovación

Orteguita correspondió montera en mano a la ovación del público y luego Ortega Cano le brindó el toro. Ortega Cano le hizo un gran honor al estupendo banderillero pues cuajó su mejor fanea de la temporada. Tal cual queda dicho: la mejor. Empezó en el centro del redondel, sin preparativo alguno. El primer pase ya era un redondo, ligó otros de impecable factura, los abrochó con el de pecho, trazado de cabeza a rabo. Se superó Ortega Cano en otra tanda. Bajó la calidad en los naturales y la remontó nuevamente en los redondos, ahora rematados de fantasía, entrelazando el afarolado con el molinete, con el pase de pecho, con la tricherilla, con el abaniqueo, con el desplante de rodillas, o a lo mejor era al revés. Daba igual si era al revés, porque Ortega Cano se sentía torero en lo profundo, oficiaba el rito con majeza y autenticidad. A veces la mano que no torea la levantaba por encima de la cabeza cuanto le daba de sí el brazo, y eso restaba estética al discurso del arte, pero a lo mejor le valía de antena -nunca se sabe- y por allí le llegaba la inspiración. En fin, Ortega Cano obtuvo un éxito legítimo. Los mozos le aclamaron: "¡Torero!". Salió a hombros por la puerta grande.En el resto de sus toros, Ortega Cano estuvo discretito y Julio Robles en los suyos, también. Al quinto le hizo Julio Robles faena enjundiosa, aunque toda ella por el pitón derecho y acabó matando fatal.

Intervino Robles en el sexto para enmendar por chicuelinas un anterior quite de Ortega Cano por finísimas verónicas, y Ortega Cano quedó visiblemente amostazado. Le vino bien, porque un poquito después pudo metamorfosear el amostazamiento en arte torero, y acabó triunfador, con todos los pronunciamientos que son del caso.