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Arquitectura institucional

El congreso sobre arquitectura institucional celebrado el pasado mes de marzo en Santiago de Compostela lleva al autor del artículo a reflexionar sobre la pretensión de redimir la arquitectura desde las instancias del poder.

El pasado día 17 de marzo se clausuraron en Santiago de Compostela las jornadas del Congreso Internacional de Arquitectura Institucional. ¿Por qué se eligió este tema? Sin duda pensando en que si las instituciones elaboran caminos para satisfacer necesidades básicas, serán particularmente las instituciones quienes deberán influir más en la transformación armónica del hábitat del hombre.Pero considerando las agresiones que se produjeron y se están produciendo sobre el medio, debemos suponer que las instituciones no son capaces de prever ni de orientar el crecimiento, el desarrollo y el orden general de la arquitectura.

Habrá que admitir además que los modos de vivir la naturaleza o de habitar aldeas o ciudades reflejan la sensibilidad y !a cultura de un pueblo, del mismo modo que, recíprocamente, tal sensibilidad y cultura se reflejan también en las instituciones. Pero las instituciones asumen responsabilidades y por ello les corresponden obligaciones en la organización de nuestra sociedad y en la creación de su propio patrimonio.

En momentos de la historia, en el mundo antiguo las construcciones que hoy estamos llamando institucionales tenían carácter predominante respecto a la producción normal; casi exclusivamente de ellas conservamos referencias físicas. En Luxor, o en Atenas, o tal vez con más evidencia en la antigua Roma, se aprecia una arquitectura persistente, institucional, que dominaba a otra más efímera, intercalada entre edificaciones que promovían los césares, aunque la república ya se hubiese comprometido con la construcción de la que precisaba para su vida religiosa, social y política. Foros que se asociaban al corazón de la ciudad, plazas públicas, basílicas, bibliotecas, circos, anfiteatros, teatros, palacios, acueductos y arcos fueron completando un mundo que asimilaba allí la arquitectura institucional con la arquitectura significativa, representación a su vez de la del poder.

Era predominante también, en calidad y dimensión, la arquitectura de la iglesia y de los nobles de Occidente en periodos medievales, como podía haberlo sido la de la polis o del imperio. La producción normal de viviendas, antes del nacimiento de la ciudad moderna, suponía un relleno de construcciones menudas entre los grandes volúmenes de los conventos, templos y palacios.

La arquitectura del poder se destaca en el Londres que admira el príncipe Carlos, en Moscú, en Praga, en Viena, en Budapest o en el París del siglo XIX. A París trató Napoleón I de convertirlo, por una parte, en escenario de su gloria, y de dotarlo, por otra, de hospitales, puentes y muelles. Tras posteriores intervenciones de Haussmann, con la mutación económica de principios del siglo pasado, adquiere el aspecto actual desde la ejecución de numerosas obras públicas e institucionales. La fiebre constructora y la especulación inmobiliaria ayudaron a completar calles, plazas, avenidas y bulevares que en otro caso no pasarían de proyectos utópicos e incompletos de mejora, saneamiento, ornato y seguridad. Para ello, el equilibrio entre producción institucional, la del poder, y producción normal sería mayor al que podría haber existido en ciudades del mundo antiguo y en cualquier ciudad del. mundo medieval. La arquitectura del poder resultaría, por tanto, cada vez menos definitoria de la cultura arquitectónica del momento, y las relaciones entre ambas, cada vez menos dependientes de valores variables o arbitrarios. Pero hoy, ¿qué relación existe entre la producción normal de Francia y el Centro Pompidou, la Pirámide del Louvre, el Arco de la Defensa o los complejos de La Villette o de Bercy?, ¿qué fuerzas propician esos ejemplos u otros españoles de hoy que parecen querer remedarlos para el 92? De igual modo, ¿qué relación existe entre la producción normal y la arquitectura de Brasilia, o qué otra arquitectura, además de la de Le Corbusier, existe en Chandigarh? Y, por el contrario, ¿qué valor tiene la arquitectura institucional de Nueva York, cuál es allí la arquitectura significativa, qué poderes la promueven?

Valoraciones

La arquitectura significativa tendrá valoraciones diferentes según las metas sociales, políticas o económicas de las diferentes comunidades universales. En casos representará la arquitectura de liderazgos tecnológicos, del poder de las finanzas internacionales, de propagandas demagógicas o de sociedades consumistas y acomodaticias, como la nuestra, que a la vez pretende institucionalizarse también en la seguridad del sueldo fijo y el porcentaje reglamentado.

Se espera, mientras tanto, que la mediocre calidad de una gran parte de la producción normal de la arquitectura de hoy quede compensada con otra más cuidada, de arquitectura institucional, cuyo ejemplo debe provenir de un encargo menos especulativo y que debe influir en la arquitectura de la especulación, o, al menos, se desea el beneficio de la convivencia de ambas.

Pero existe además un mundo de gentes profanas respecto a la cultura arquitectónica contemporánea que tienen capacidad de manejo de esa producción: son políticos y administradores de quienes ha de depender un resultado que ya ha de derivar del acto económico-político que supone la elección del lugar. Luego, con presupuestos generalmente mezquinos, adjudicaciones a la baja, posteriores artificios considerados ya como normales para correcciones de costes y una representación de la propiedad que se vuelve burocráticamente exigente, obligan a una dirección que ha de perder energías en controles y comprobaciones ajenas a la esencia de una tarea más creativa.

Mientras tanto, la pretensión de redimir la arquitectura desde las instituciones supone un esfuerzo ilustrado que sería preferible dirigir a la elevación global de la formación de profesionales y a estimular el conocimiento de la cultura arquitectónica actual por parte de una sociedad que, evidentemente, la ignora.

Rafael Baltar Tojo es catedrático de proyectos arquitectónicos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de La Coruña y académico numerarlo de la Academia Gallega de Ciencias.

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