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Burgess y la televisión

En un artículo recientemente publicado por el Sunday Telegraph, Anthony Burgess presenta su dimisión como telespectador. Después de haber contemplado la pequeña pantalla durante numerosas decenas de años -tres de ellos como crítico-, el autor de La naranja mecánica gira el interruptor definitivamente. Ha llegado a la convicción de que la caja, como él la llama, no es más que una especie de acuario que forma parte de la decoración de cada cuarto de estar e introduce allí un poco de movimiento, o incluso calor, pero que no merece más atención que una estufa. Quizá, según su opinión, el televisor familiar será el día de mañanet como un viejo piano que ya nadie toca y cuya utilidad fundamental es la de servir de estante para colocar macetas. Cuando se le re:plica que el tubo catódico conserva aún una cierta capacidad de información, responde que ni eso: se miran las imágenes, pero si realmente se quiere saber qué pasa se abre un periódico.Lo que no perdona el escritor británico a la televisión es el haberse, convertido en un museo del cine. Y ya que existe el vídeo y las reproducciones de los largometrajes en casetes son cada vez más numerosas, más le vale a uno hacerse su propio catálogo del musco que dejar esa responsabilidada Dios sabe qué programadores. En el artículo en que renuncla a la caja, a sus pompas y a sus obras, Burgess anuncia que vuelve a la radio

, 5 de marzo

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