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Tribuna
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Carta a mi amigo

Ya ves, querido amigo, que por primera vez me decido a tutearte. Y será la última. Sé que te reirás cuando leas esta carta, haciendo gala de tu innato sentido del humor, pero no puedo evitarlo y me dejo arrastrar por el tremendo dolor que me ha causado tu muerte.Hoy he visto florar a los personajes del estudio, les he oído llorar en silencio para disimular su desconsuelo. Se miraban desconcertados, buscando tu retrato en las paredes para no perder tu imagen.

La otra tarde, cuando nos sentamos juntos a charlar de tu mundo, tuve la esperanza de que ese corazón, viejo y desgastado, te permitiera vivir más tiempo. Pero fue un deseo imposible. Al menos tengo el consuelo de haberte visto reír por última vez junto al precioso retrato de tu madre, a la que tanto admirabas.Sabes mejor que nadie que las imágenes quedan grabadas en la memoria como si fueran golpes de cincel, por eso recuerdo tus ojos vivos, tu sonrisa despierta y tu caminar ágil y cauteloso, aprendido en los año de juventud.

Juan Miguel Sánchez Vigil es autor del libro Alfonso

Fotografías de la historia (Editorial Edelvives) y de una biografía del fotógrafo que próximamente será publicada en Espasa-Calne.

Más información
El fotógrafo Alfonso fallece a los 87 años en Madrid

Hay momentos en los que uno se siente extraño y no sabe el porqué. Luego pasan las horas 31 nos llega la noticia de un suceso que hemos soñado vivir infinidad de ocasiones. Esta mañana he abierto los ojos y sin quererlo he pensado en ti, en esos instantes eternamente maravillosos en los que me presentaste al Caballero Audaz, al Duende de la Colegiata, a tu maestro de esgrima, a García Lorca, Unamuno, Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Azorín, Baroja, Abd-El-Krim. y tantos otros personajes que duermen atrapados en las placas (le cristal donde se hicieron inmortales.

Cierro los ojos y te veo calle arriba, en el contraluz matinal de la Gran Vía, ataviado con tu inseparable capa, embozado el gesto hasta los ojos y dispuesto a encerrarte en el estudio para descubrir los misterios de otras almas que también sucumbieron al tiempo.

Todavía habrá quien se sorprenda. Se preguntarán una y mil veces si el fotógrafo de la noticia es el mismo que tantas veces les infundió ánimo con su presencia, su decir alegre y su verbo mordaz y fácil. Ya no hay error posible, has abierto el obturador de la cámara y has realizado tu último retrato. Si Dios existe, en este momento estarás revelando su imagen.

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