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Semprún destacó que los Premios Nacionales de 1989 distinguen a todas las culturas españolas

Los Premios Nacionales de 1989, otorgados por el Ministerio de Cultura a 15 intelectuales y artistas, fueron entregados ayer por el ministro Jorge Semprún en el Museo Arqueológico Nacional. Semprún afirmó que se premiaba la pluralidad de las culturas españolas. Emilio García Gómez, premio de Historia de España por su obra Foco de antigua luz sobre la Alhambra, fue el encargado de pronunciar el discurso de agradecimiento en nombre de los galardonados.

El historiador Emilio García Gómez inició sus palabras con una breve referencia a cada uno de los premiados y luego hizo un repaso a los orígenes de los premios y concursos y su desarrollo a través de los tiempos.Acudieron a recibir la medalla que se otorga con los Premios Nacionales Pere Gimferrer, premio de Poesía por su libro El vendaval; Bernardo Atxaga, premio de Narrativa por Obabakoak; José Luis López Aranguren, premio de Ensayo por Ética de la felicidad y otros lenguajes; María Luisa Balseiro y Juan Ramón Masolivier, premios de Traducción; José María Flotats, premio de Teatro; Cristóbal Halffter y Antonio Ros Marbà, premios de Música; Víctor Ullate, premio de Danza, y José Luis Alcaine y Fernando Fernán-Gómez, premios de Cinematografía. El pintor José María Sicilia y el escenógrafo Emilio Burgos, premios de Arte y de Teatro, respectivamente, no pudieron asistir al acto.

Tampoco Joan Coromines, de 84 años, Premio Nacional de las Letras Españolas por su investigación filológica del castellano y el catalán, quien entabló una polémica con el ministro tras la concesión con una carta en la que se quejaba de mal trato a la lengua catalana.

Jorge Semprún destacó que se premiaba una variedad de expresiones artísticas y del pensamiento representantes de la pluralidad de las culturas españolas. "No puedo meter a todos los premios nacionales de este año dentro de un mismo tópico", dijo. "Cada uno de ellos ocupa un lugar en el universo de las creaciones culturales, por lo que han imaginado, trabajado y logrado. Cada uno de ellos posee una singularidad que sólo tiene una raíz común: la razón comunicativa en su sentido más profundo". Y concluyó con una frase de Azaña: "Si cada español hablara sólo de lo que entiende, habría un gran silencio que podríamos aprovechar para el estudio".

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