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Los riesgos del 'Fortuna'

El barco español Fortuna ha admirado a todos los aficionados a la vela en la recién terminada segunda etapa de la regata Vuelta al Mundo. Aunque sólo acabó noveno, tras faltar el viento, anteriormente asombró por su velocidad y sus riesgos.Creo que fue Manfred Curry, uno de los primeros teóricos de la vela, quien definió las dos formas distintas de navegar que se pueden dar en una regata. Hay quienes, llevan el barco amarinado, con el trapo justo, controlando en todo momento el rumbo, la escora y el ángulo, de ceñida. Otros van pasados de trapo, cabalgando locamente sobre las olas, sujetos al azar de las rachas y al capricho de la mar, al borde del desastre. Asegura Manfred Curry que los que ganan son casi siempre los de esta última categoría. Para ir más aprisa que el resto de los barcos hay que estar un poco más loco que todos ellos.

El Fortuna ha estado varias semanas empeñado en una loca carrera que le ha conducido ya a la historia de la regata más dura del. mundo. Es ocioso hablar de récords porque, en aquello que hace a los barcos de vela, no tienen más mérito que el de la casualidad. Lo que de veras vale es que el Fortuna, mucho más pequeño que sus inmediatos rivales, ha estado en cabeza de la clasificación de la Vuelta al Mundo. Teóricamente eso es imposible. Pero cuando el viento hace vibrar los obenques soplando a más de 40 nudos de velocidad, y las olas alcanzan el tamaño de una casa de cinco pisos de altura, y las manos se hielan sujetando las. escotas mientras el corazón hierve de gozo, las teorías no sirven de nada. Lo único que vale es la cabalgada demente en medio de una mar en la que cualquier error significa el desastre.

Planear sobre el agua

La. velocidad de un barco de vela es en función directa de su tamaño, de su eslora en flotación. Cuando el barco navega crea su propia ola, y es esa ola la que pone unos límites máximos a la rapidez. La única manera de escaparse a la regla es el resbalar sobre las aguas, el planear haciendo correr a un barco de 20.000 o 30.000 kilos de peso en el lomo de la ola como si se tratara de una tabla de surf. Todos los regatistas han planeado en algún Momento a bordo de sus veleros. Hacerlo de cuando en cuando no es ni difícil ni peligroso. Pero para alcanzar los promedios actuales el Fortuna ha tenido que ir planeando continuamente a lo largo de horas, de días y de semanas. El velero español ha demostrado ser el barco más planeador de toda la flota que corre este año la Vuelta al Mundo.

Cada surf oculta varios riesgos: romper el timón, perder el rumbo, cruzándose a la mar y el viento, o pasar por ojo una ola. Cualquiera de ellos supone un serio peligro en los rugientes cuarentas (las latitudes por encima de los 40 grados sur en las que el viento ruge en la arboladura); el último es la garantía de un grave accidente. Los primeros navegantes solitarios que dieron la vuelta al mundo por las altas latitudes lastraban su barco y lo frenaban, lanzando cabos por la popa, en la idea de evitar el planeo. Supongo que a bordo del Tzu-Hang, que volcó por la proa muchas millas antes del cabo de Hornos; del Gipsy Moth, que metió los dos mástiles bajo el agua en el mar de Tasmania, o del Joshita, que zozobró varias veces durante su segundo largo viaje, no se entenderá muy bien que un barco busque voluntariamente el partir en surf en cada rompiente.

Se pasa por ojo una ola cuando el barco supera en velocidad a las aguas en las que se encuentra, sale disparado hacia delante y se clava en la ola próxima, deteniendo de forma brusca su carrera. La mejor manera de imaginarse la sensación que se experimenta en ese instante es la de suponer que se choca, a bordo de una locomotora lanzada a más de 50 kilómetros por hora, contra una pared de hormigón. Yo he pasado por ojo una ola en el transcurso de la regata del Triangle du Soleil, bajando por el golfo de León, con el mistral en popa.

El Fortuna se ha visto en parecido trance y, a juzgar por lo que nos sucedió a nosotros, me extraña que no haya sufrido apenas daños. Habrá que felicitar a los constructores del barco.

¿Qué probabilidades hay de que todos esos riesgos aceptados por el velero español conduzcan a una clasificación final meritoria? El Fortuna supone una opción extrema: un casco muy plano y ligero, perfecto para las etapas segunda, tercera y cuarta, en las que los vientos son fuertes y portantes. Pero un barco que planea bien suele pagar esa ventaja a la hora de navegar de ceñida, hacia el viento. Los buenos ceñidores son barcos profundos y pesados, todo lo contrario del Fortuna. Por eso,al faltar el viento, bajó el ritmo.

Pero, sea como sea, los tripulantes del Fortuna cuentan ya con la admiración sin límites de todos los aficionados a la vela. Pocas veces se ha demostrado de manera más bella y dramática que Manfred Curry tenía razón.

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