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COPA DEL MUNDO DE ATLETISMO

El veterano Prieto hizo recuperar la credibilidad en los corredores españoles

El atletismo español tuvo que recurrir a un veterano de la generación de oro, Antonio Prieto, de 31 años, para recuperar su credibilidad. Fue tercero, pero su corazón y entrega hicieron que los espectadores que quedaban de los 46.783 que entraron, los que acudieron a ver atletismo y no a integrar la manifestación política, vibraran con su actuación. Prieto fue el líder de un conjunto que disputó cada punto hasta el extremo de ganar posiciones por centésimas de segundo. España, así, no desentonó en la primera jornada de la Copa del Mundo en lo que respecta a las pruebas masculinas. Las femeninas fueron, en cambio, todo lo contrario.

Prieto es un atleta que ha pasado por todas las situaciones: de joven promesa a finalista olímpico; de los 5.000 metros a los 10.000, sin despreciar la experiencia de la maratón; de atleta revelación a desahuciado por las lesiones. Y ayer resurgió. Para ello tuvo que sudar sangre este verano porque había perdido credibilidad y con él ya no se contaba. Comenzó la temporada exigiéndose demasiado y retirándose en las carreras rápidas. Su entrenador, José Luis Pascua, que es al mismo tiempo el preparador físico de Pedro Delgado, le aconsejaba calma, que corriera a su ritmo, que la buena marca ya la conseguiría. Quería estar en la Copa del Mundo, pero le cerraba el camino el joven Albentosa, máxime después de que fuera uno de los pocos que se salvaron en la Copa de Europa. La marca, al final, le salió y se ganó el puesto en la selección. No defraudó. Por algo él pertenece a esa generación tan añorada y que se extingue.Antonio Prieto tuvo que padecer una carrera de esas que los atletas llaman de perro. Porque el italiano Antibo, representante de Europa, y el etíope Abebe, de África, corren a tirones, para desgastar a los rivales con un ritmo falso. Pero Prieto, que ya tiene muchas batallas encima, no cayó en la trampa: "Sabía que cuando uno cambiaba el ritmo era para frenar poco después, porque a esa velocidad no podían acabar la carrera. Así que yo iba a mi ritmo, tranquilo, sabiendo que pronto les cogería sin esfuerzo, aunque en principio me quedara descolgado". De esa manera Prieto, además, sufría menos penalidades: "Sí, porque Abebe, como casi todos los africanos, corre molestando a los contrarios". Prieto sólo tomó una vez la cabeza de la carrera. Fue por poco tiempo: "Hacía mucho frío tirando de los demás, porque el viento te lo llevas tú solo y, además, los toros se ven mejor desde atrás", dijo el atleta español.

Antibo y Abebe rivales

La carrera, pues, Prieto se la tomó con calma, dispuesto a dejarse el corazón en la última vuelta. Sabía que a Antibo no le podía ganar, pero sí a Abebe, con lo cual sería segundo. Al final fue tercero, pero logró levantar al público de sus asientos cuando se emparejó con sus contrarios para atacarles. El público coreó su nombre. El atleta español, al final, sólo tenía palabras de elogio para los espectadores: "Siempre se han portado muy bien conmigo en Barcelona. Me han ayudado a luchar como me gusta hacerlo".

La competición había recuperado su normalidad. Moracho, capitán de la selección española, había comenzado quejándose de la actitud hostil del público hacia los españoles que iban saliendo a la pista. Esto duró poco porque los alborotadores fueron abandonando las gradas porque a ellos no les interesaba el atletismo. Quedaron entonces los que acudieron a Montjuïc a ser testigos no sólo de una inauguración histórica, sino también a presenciar atletismo del bueno.

Perfecta organización

El atletismo que se vio en Montjuïc fue de alta calidad. Además, sobre la pista transcurrió todo con tal perfección que hasta se recuperó el retraso de media hora con el que habían comenzado las pruebas. Jamás en España se había celebrado una competición que exigía una alta capacidad técnica, y pareció que se hacía cada día.

De esta manera, los atletas sólo tenían palabras de felicitación para la forma en que se estaba celebrando la Copa del Mundo. La pista mostró, además, sus grandes cualidades con la consecución de grandes marcas, pese a que la lluvia no invitaba a ellas. Sandra Farmer (EE UU) hizo la cuarta mejor marca del año en 400 metros vallas, su marido Patrick la sexta en la misma prueba y el británico Christie (Europa) la octava en 100 metros.

En 800 metros se bajó de 1.45 minutos en una carrera táctica en la que el keniata Kiprotich (África) fue el único que se atrevió a marcar el ritmo con el británico McKean pegado a sus talones, para sacar provecho luego de su mejor sprint. Tomás de Teresa quiso convertirse también en la sombra del africano, lo que confirma que ya va sabiendo situarse en la carrera, pero pagó al final su exigente ritmo. Acabó en mala posición, pero al menos dio la cara para intentar una buena clasificación.

Y es que el equipo español sí que fue esta vez consciente de que, aunque se perdiera, había que competir con dignidad. Así, Javier Arques ganó en los 100 metros un puesto con el mismo tiempo que el séptimo clasificado, y Montserrat Pujol avanzó hasta la cuarta posición en un ataque que le resultó favorable por dos centésimas. Esta vez sí había entrega, aunque algunas mujeres fueran últimas destacadas. Pero es que de donde no hay, poco se puede sacar. El atletismo español se había comprometido a enfrentarse a potencias mundiales y descubrió sus vergüenzas.

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