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LAS VENTAS

Nada que ver con la otra fiesta

La fiesta de ayer en Las Ventas nada tiene que ver con la otra fiesta, la que montan por esos mundos los taurinos, lo mismo les da tramontano pueblín perdido que el Bilbao industrial y cosmopolita, con su histórica feria, la que concluyó también ayer. La fiesta de Las Ventas, anunciada novillada, en algunos momentos pareció corrida de toros y lo fue cierta durante la lidia del cuarto, al que faltarían unos mesecitos para cumplir la edad de toro pero trapío le sobraba y a punto estuvo de hacer un desaguisado con la acorazada de picar.El arreón que pegó ese novillo-toro trompicando jamelgo y jinete a lo largo de dos tendidos para finalmente tumbarlos estrepitosamente, en ninguna de las 72 reses lidiadas en Bilbao era imaginable siquiera. Tampoco los puyazos que ese novillo-toro soportó. Por número de puyazos, a esta novillada le pegaron casi tantos como a la feria de Bilbao entera y si es por la magnitud de tales puyazos, no hay comparación posible. Unos y otros puyazos tampoco tienen nada que ver.

Domecq / Marsella, Sánchez, Aranda

Cuatro novillos de Santiago Domecq Osborne, con trapío, astifinos, de escaso juego, inválidos 3º y 6º; sobreros: 4º de Gabriel Hernández, con trapío de toro, poderoso, y 5º de La Ermita, grande, manso. Bernard Marsella: pinchazo bajo y estocada trasera caída (silencio); pinchazo, otro hondo atravesado y tres descabellos (silencio). Sergio Sánchez: estocada desprendida (escasa petición y vuelta con alguna protesta); estocada (ovación y salida al tercio). Luis Carlos Aranda: cuatro pinchazos, se cae derrengado el novillo y tienen que apuntillarlo (silencio); estocada corta delantera atravesada y dos descabellos (palmas). Plaza de Las Ventas, 27 de agosto.

Ni tienen nada que ver los pitones del ganado, impresionantemente astifinos en Las Ventas; ni el público, aquí crítico y apasionado; ni la presidencia, que en Madrid guardó el decoro, aunque aún pudo hacerlo mejor. Quizá la afición madrileña, tan levantisca de suyo cuando intuye que puede ser objeto de atropellos, no acabe de creérselo, pero si se compara con la afición de otros pagos, bien puede darse con un canto en los dientes, que dijo el poeta. A los aficionados de otros pagos, taurinos y presidente les tratan fatal.

Así ocurre que la afición de otros pagos está dejando de existir, por desencanto o por inanición, mientras la madrileña florece y no sólo en mayo. Bien traído el chiste ¿verdad? Es decir, que no necesita feria para que haya corrida seria, y si no es seria, lo exige. Por eso los espadas llegan a Madrid con el sentido de la responsabilidad muy acentuado, sabiendo que se les va a juzgar posiblemente duro mas justo también. Los tres de ayer lo hicieron así. Bernard Marsella por la escasa embestida de sus toros (al cuarto lo dejó moribundo el picador) y Luis Carlos Aranda por la invalidez de los suyos, quedaron inéditos.

Sergio Sánchez, por el contrario, impuso su recia torería. De principio a fin, sin perder comba. En cuanto se abrió de capa ya estaba ciñendo verónicas; mató a volapié neto, ejecutando recto, bravío, limpio el volapié. Y muleteó muy de verdad, echando la-patita-l'ante, cual le dicen a cargar la suerte. Más completa su primera faena, porque el toro resultó boyantillo por el pitón derecho, de porfía y recurso la otra, porque el toro era un manso que escapaba al refugio de las tablas.

Banderilleó seguro y rápido Sergio Sánchez y Dios le bendiga por tanta seguridad y sobre todo por tanta rapidez, novedad inesperada en la actual época banderillera. Los matadores-banderilleros tienen hecha plúmbea escuela, de la especialidad y cuando cogen los palos hay que echarse a temblar: entre reverencias, saludos orbi et orbe, esperar a que les aparquen el toro, que además le encuentren el aire para parear, más reverencias, abrazos y señalamientos, puede dar la de la cena. Más de una sopa se ha quedado fría y más de una tortilla de patatas tiesa, por culpa de los matadores-banderilleros. En cambio el sentido austero del tercio que tiene Sergio Sánchez permitió que la afición cenara calentito y jugoso. Lo que es otra importante ventaja de la fiesta en Madrid.

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