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LAS VENTAS

Bronca al atardecer

JOAQUIN VIDAL La afición antigua que salía satisfecha del coso solía comentar: "Ha habido de todo; hasta bronca a la presidencia". Cuando no salía satisfecha, una bronca a la presidencia le servía de consuelo. Decía: "La corrida habrá sido mala, pero el presidente no se ha ido de rositas". La bronca de ayer en Las Ventas fue al atardecer, y como las broncas a la presidencia fortalecen la afición y las relaciones humanas, el público abandonó la plaza harto fortalecido. Los pocos aficionados del país confraternizaban con los muchos turistas que hubo en el tendido y les explicaban la razón de la sinrazón de aquella bronca furibunda.

La razón de la sinrazón de la bronca furibunda aquella era que el toro estaba cojo y los pocos aficionados del país no sólo les tenían que explicar esto a los muchos turistas, sino también su importancia, pues los turistas no comprendían que ocasionara tanta indignación y estruendo la cojera de un toro. Más bien pensaban que habría de mover a compasión. Ese toro, sexto de la corrida, salió cuando iban a ser las 9 de la tarde y dio unos cimbreos jacarandosos que delataban cojera, pero también podría ser chulería. Pues era un chulo, con toda evidencia: amagaba que iba a tomar un puyazo y cuando el individuo tocado de castoreño se disponía a meterle vara, volvía grupas dejándole burlado.

Passanha / Javi, Muñoz, Sánchez

Novillos de Luis Passanha, con cuajo y edad de toros, mansos. El Javi: bajonazo perdiendo la muleta (ovación y salida al tercio); tres pinchazos y dos descabellos (silencio). Ramón Muñoz: estocada corta y cinco descabellos (silencio); tres pinchazos, media estocada caída y descabello (silencio). Sergio Sánchez: dos pinchazos perdiendo la muleta y estocada corta (ovación y salida al tercio); pinchazo, otro hondo bajo, bajonazo, descabello, pinchazo pescuecero y dos descabellos (palmas). Plaza de Las Ventas, 23 de julio.

Arreciaba la bronca en cada uno de estos desplantes y la afición culpaba al presidente, que se llama el señor Font. Tanto era el disgusto de la afición que los turistas se solidarizaron con ella. Denuestos de todo tipo y en todos los idiomas hubo de escuchar el presidente que se llama el señor Font. Algunos aficionados pronunciaban largos discursos recriminatorios desde su localidad de tendido, vueltos hacia el palco. De ellos, los más clásicos trataban al señor Font de usía, y los más respetuosos, de señor usía.

La gran bronca tenía mucho de terapéutica, pues en realidad el público liberaba la adrenalina que había ido acumulando a lo largo de la corrida, que resultó insoportable. No por culpa del señor usía, sino de los señores toros, que lo eran con toda la barba y todos los pronunciamientos: tenían el trapío, el cuajo, la edad, de los toros enteros y verdaderos. Y para ponérselo peor a los matadores, sin apenas casta, con escasa codicia, saltarines, topones y eabeceantes. La valentía y el pundonor evidentes de los diestros no bastaban para obtener lucimiento de aquel género, que no lo hubieta encontrado mejor -si es que lo buscó- quien quisera dejarles en el paro.

Y aún así, El Javi consiguió encelar por naturales al primero; Ramón Muñoz embraguetarse en verónicas con el segundo; Sergio Sánchez ligar redondos tras una pedresina emocionante en el tercero. Poco más se pudo hacer frente a esos y los restantes toros, aunque había algún técnico en el tendido que aconsejaba a los toreros cruzarse, como si cruzarse fuera el recurso supremo para metamorfosear moruchos en bravos. Les gritaba: "¡Cruza-tén!'. E insistía: "¡Cruza-tén, muchacho!'. Los turistas buscaban en sus diccionarios cruza, luego ten, y tras amplios conciliábulos en grupo, acababan por consultar a un madrileño: "Señor, qué significa cruza? ¿Y ten?" Y el madrileño: "La gayina".

Sergio Sánchez banderilleó lucidamente al tercero. En el sexto prendió medio par uno de sus banderilleros, luego Sánchez cogió los palos para continuar la labor y el presidente cambió el tercio. Recreció la bronca por eso -¡A vi te jubilas!, le gritaban- pero el presidente tenía razón: el reglamento no acepta tal promiscuidad banderillera, menos entre dos luces.

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