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En casa de los Urquijo

Seis años pasó la ex emperatriz Zita de Habsburgo en Italia tras la muerte de su marido, Carlos, en el exilio en la isla de Madeira. Por deseo expreso del monarca español Alfonso XIII, fue Adolfo, el primer conde de Urquijo, el encargado de dar hospitalidad a la joven viuda y a sus nueve hijos.Primero se instalaron provisionalmente en la casa solariega de la familia Urquijo, el palacio de Munibe, en Markina-Xemein, en la provincia de Vizcaya; poco después, una fundación creada por aristócratas vizcaínos y los bancos de Bilbao y de Vizcaya compró el palacio de Torregrosa, en el pueblo pesquero vizcaíno de Lekeitio.

Allí vivió Zita con sus hijos durante seis años, haciendo frecuentes excursiones a Loyola, San Sebastián, Zestona y Munibe, donde solían montar a caballo los jóvenes archiduques. El mayor de sus hijos, el que actualmente es europarlamentario conservador, Otto de Habsburgo, mantuvo sus vínculos con España y el País Vasco, donde pasó la luna de miel con su mujer, Regina, en 1,951.

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En Lekeitio, Zita aprendió algo de vascuence, que utilizaba en sus conversaciones con los pescadores. La ex emperatriz y su familia dependían entonces totalmente de la ayuda de la Casa Real española y de amigos y simpatizantes vizcaínos. Abandonaron España antes de la proclamación de la II República.

La nueva Monarquía en España, tras la transición democrática posfranquista, le parecía a Zita, según dijo en innumerables declaraciones en los últimos años de su vida, un buen augurío para su propia dinastía, en lo que sin duda era un exceso de optimismo.

Intolerante y obstinada, Zita de Habsburgo nunca renunció, como hizo su hijo Otto, al trono austriaco, y tuvo que esperar más de 60 años hasta que el canciller socialista Bruno Kreisky le permitió pisar suelo austriaco. Ayer, la República de Austria tuvo un gran gesto de generosidad al otorgarle un gran entierro de honor a su más fiera adversaria.

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