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Tribuna
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Lennon

Rosa Montero

Vaya cirio que ha organizado ese tal Goldmaían, el biógrafo perverso de John Lennon. Ya saben ustedes en qué consiste el baile: Goldman, dicen, ha masacrado a Lennon; y las masas se relamen y estremecen ante el escándalo. Unos aseguran que el biógrafo miente, y otros dictaminan que Lennon era un marrano. Pero a mí lo que en verdad me asombra es la naturaleza de los cargos.Dice Goldman que Lennon fue drogadicto, que tenía tendencias homosexuales y que era dado a explosiones de violencia, y estas revelaciones han enardecido al personal. De entre las muchas limitaciones que padecemos los humanos, una de las más tontas e irritantes es nuestra colosal flaqueza de memoria. Hace 20 años, en 1968, los Beatles propugnaban un mundo nuevo en el que la homosexualidad no fuera un crimen. Consumían drogas, porque, por entonces, la droga parecía ser una posible puerta hacia el futuro. Y poseían una notable carga de violencia, como todo mito fronterizo y rupturista. O sea, que ahora llega ese tal Goldman y, reinventando astutamente la gaseosa, acusa a Lennon de ser precisamente lo que era. Fascinante.

Pero, con todo, lo mas educativo es el pasmo creado por estas revelaciones tan antiguas. Esos fans que defienden aterradoramente a Lennon queriendo convertirle en un santo de trapo. O esos enemigos que ahora han descubierto que Lennon era lo que siempre simbolizó. Gentes de la generación de los sesenta que, con el paso de los años, convirtieron a los Beatles en hilo musical y sus propias vidas en un potaje de componendas sin sustancia. Hace 20 años fumaron canutos, abogaron por el amor libre sin distinción de sexos y gritaron airadamente contra el mundo de sus mayores, pero hoy, desmemoriados inmensos, simulan escandalizarse con el libro de Goldman y pagan con una amnesia carísima el miserable confort en el que viven. Lo que antes era soñar con el futuro hoy es un recuerdo vergonzante. Más que asesinará una vez más a Lennon, que ya está muy muerto, están asesinando su propio pasado.

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