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Argelia, bajo el signo de la apertura

La oposición interior cree que el país está maduro para la democracia

El 75% de los argelinos tiene menos de 30 años, no vivió la guerra contra el colonialismo francés y piensa que no se pueden justificar las precariedades presentes con el fervoroso recuerdo de los mártires de la independencia. A sus 60 años, los 10 últimos como jefe del Estado, Chadli Benyedid consiguió, el jueves, un nuevo mandato presidencial para satisfacer las necesidades de esa juventud. Y ha prometido que habrá "cambio", "reformas", "transparencia", "autonomía de la empresa pública" y "Estado de derecho".

Un gran número de argelinos cree que su país está maduro para la democracia, en contra de lo que siguen afirmando muchas voces del régimen del Frente de Liberación Nacional (FLN). Como dice un opositor, "uno de los principales méritos del FLN ha sido precisamente dar estudios a un alto porcentaje de nuestro pueblo". Otros subrayan que hay, un 20% de argelinos que habita o viaja con frecuencia a una Europa donde ha tomado gusto al consumismo y las libertades. Incluso los que no salen del norte de África escuchan o ven sin problemas las radios y televisiones francesas, y en la región de Orán, las españolas.Todo ello ha desarrollado una verdadera sed de democracia, cuya expresión ha sido la fiebre asamblearia y asociativa y la explosión de libertad de palabra que han seguido a la gran revuelta popular del pasado octubre.

Si el régimen ha perdido pie durante el otoño, Benyedid ha sacado un gran partido de la situación. Ha impuesto un frenético ritmo de acontecimientos -referéndum para la reforma del 3 de noviembre, destitución de los duros del FLN, congreso del partido único, reforma de la cúpula del Ejército y, él jueves, reelección presidencial anticipada- que le ha convertido, al fin, en el hombre fuerte de Argelia.

Plebiscito presidencial

El plebiscito que otorgó un tercer mandato presidencial a Benyedid tuvo una participación más alta de lo esperado, el 89%, y un número de votos afirmativos insólitamente bajo en la historia del país magrebí. Los síes a la candidatura única de Benyedid fueron el 81,17% de los sufragios emitidos, frente al 95,3% que él mismo obtuvo en 1984. El casi 20% de rioes vino de los dos sectores opuestos a la política de Benyedid: los nostálgicos de los viejos tiempos de Huari Bumedian y los que no olvidan que fue Benyedid el que, en octubre, ordenó la salida de las tropas y los tanques a la calle.Un gran problema psicológico argelino es lo que algunos llaman complejo de moudjaid (combatiente). Se trata de un orgullo y una susceptibilidad características, que interpretan erróneamente cualquier crítica exterior amistosa al país, cualquier apoyo extranjero a la lucha por la democracia como un ataque a la independencia nacional dolorosamente conquistada, como un neocolonialismo.

"Ése no es el problema. Ni los demócratas argelinos ni sus amigos en el extranjero pretenden hacer volver a los paracaidistas franceses", replica un miembro de la ilegal Liga de Derechos Humanos de Ali Yahia. La oposición real no son los emigrados en Europa, como el ex presidente Ben Bella, sino esos profesionales, estudiantes y obreros que se llaman demócratas. Piden multipartidismo, elecciones libres y Prensa independiente. Esos demócratas no están organizados en ningún partido y se expresan fundamentalmente a través de las ligas de derechos del hombre.

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Una gran segunda corriente opositora la constituyen los integristas islámicos. Los barbudos, o hermanos musulmanes, actúan desde las mezquitas, levantadas con el dinero del pueblo y no del Estado. El berberismo, mayoritario en la región de la Kabilia, defiende los derechos de una lengua hablada por un 30% de los argelinos y sacrificada por el arabismo del FLN.

La única fuerza de oposición interior bien organizada es el comunista Partido de la Vanguardia Socialista, con relaciones de amor y odio con el FLN, y a favor de la democratización.

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