_
_
_
_
_
Tribuna:UN AÑO DE 'INTIFADA'
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La declaración de independencia, iniciativa palestina de paz

Ya ha pasado un año desde que comenzó la intifada en los territorios ocupados de Palestina, pero no hay signos de que los palestinos se hayan cansado o de que vayan a cesar su protesta pacífica contra la continuada ocupación israelí de Gaza y Cisjordania. Durante casi 10 meses, algunos israelíes han pretendido que la intifada se estaba apagando, pero los acontecimientos demuestran lo contrario. La intensidad de la confrontación se ha incrementado con firmeza, y la protesta se ha convertido en un modo de vida. Los palestinos se han adaptado a esta nueva realidad y han establecido nuevas actitudes y costumbres para enfrentarse a ella.La intifada no es algo accidental ni una reacción' espontánea, sino que tiene sus raíces en la misma comunidad palestina. Desde principios de 1970 hasta ahora, la principal organización palestina en el exterior había frenado toda medida de fuerza, como los secuestros de aviones, y en cambio se había concentrado en operaciones dentro de los territorios ocupados. Estas operaciones no siempre se dirigían contra objetivos militares, y, por tanto, perjudicaban la imagen

palestina ante la opinión pública internacional. El resultado fue que el mundo no se conmovió por la brutal venganza israelí de estas operaciones, que se plasmó en el bombardeo de los campos de refugiados en el Líbano y en la muerte de cientos de mujeres, niños y ancianos palestinos. La preocupación. mundial, en cambio, se centró en las bajas sufridas por Israel.

En realidad, la invasión del Líbano en junio de 1982 fue la segunda fase de un plan que había comenzado en noviembre de 1981 en los territorios ocupados,

momento en que la Administración israelí en los territorios decidió liquidar el movimiento nacional de los palestinos nativos.

En las manifestaciones que tuvieron lugar entre noviembre de 1981 y abril de 1982 hubo 28 muertos y más de 200 heridos. En aquel entonces, los israelíes pretendieron que su objetivo era destruir la infraestructura política de la OLP en los territorios ocupados. En realidad, todo el esfuerzo de Israel en los territorios y en el Líbano para marginar a la OLP de los acontecimientos en el Oriente Próximo fue un fracaso, porque la OLP no es solamente una organización o un grupo de personas, sino el marco nacional que incluye y representa al pueblo palestino. Por tanto, si se destruye la Organización, o si se la derrota militarmente, la causa no terminará porque existe en cada palestino. Queremos conseguir unos derechos nacionales y vivir en paz y en libertad, pero con dignidad y respeto.

Considerados 'subgente'

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El movimiento sionista no supo entender esta realidad y sigue considerando a los palestinos como subgente que sólo se preocupa de sus necesidades físicas y del nivel de vida, con lo que ignora sus aspiraciones nacionales y políticas. Después de que Israel invadiera el Líbano en 1982 quedó claro que el pueblo palestino estaba limitado a los territorios ocupados como base de su lucha.

En los años posteriores surgió una amplia infraestructura pública que mantuvo la lucha de la comunidad contra la ocupación. Se organizaron movimientos femeninos, sindicatos estudiantiles, sindicatos de trabajadores, organizaciones juveniles, boy scouts y comités voluntarios que abarcaban a decenas de miles de palestinos. Éste ha sido el telón de fondo de la intifada. La política represiva de Israel durante los largos años de ocupación sembró amargura, sentimientos de injusticia, odio profundo y un fuerte deseo de luchar duramente hasta conseguir los derechos nacionales palestinos.

Según fuentes de Israel, desde 1983 aumentó el número de ataques contra judíos en Gaza y Cisjordania. Rabin, ministro israelí de Defensa, instauró en julio de 1985 la política de mano de hierro, consistente en resucitar la legislación anterior a 1948, de la época del mandato británico. Esas leyes daban a las autoridades civiles poderes ilimitados para aplastar la resistencia de la población local contra la ocupación. Conforme a la ley, las fuerzas de defensa de Israel comenzaron a deportar a activistas palestinos a países árabes vecinos y a demoler las casas de los sospechosos antes incluso de las vistas judiciales. Se arrestaron activis

tas bajo órdenes de detención administrativa, sin cargos ni juicio durante seis meses y con la posibilidad de extender el período a otros seis meses. A otros palestinos se les puso bajo arresto domiciliario por seis meses, también sin cargos ni juicio. Se cerraron universidades y periódicos y, entre otras cosas, se prohibieron los sindicatos.

Estas medidas crueles no detuvieron ni atemorizaron a la comunidad palestina, sino todo lo contrario. La resistencia aumentó, y a finales de 1987 una serie de acontecimientos originó la explosión que ahora denominamos intifada. Ésta comenzó con la huida de presos políticos de dos cárceles de máxima seguridad en Israel que portaban armas y que fueron abatidos en Gaza tras un combate en el que también murieron soldados israelíes. Poco después murieron dos empresarios palestinos en un control militar en Gaza. Las autoridades israelíes afirmaron que no se habían detenido a la orden de alto. Cuatro palestinos murieron en el campo de refugiados de Balata, en Cisjordania, tras los servicios religiosos del viernes, y después, otros cuatro del campo de refugiados de Jabalya, en Gaza, murieron aplastados por un camión israelí. Los palestinos de los territorios ocupados pensaron que el accidente fue intencionado.

Israel, como siempre, no supo entender el mensaje de la revuelta y creyó que el uso extensivo de la fuerza restauraría el orden. El uso de la fuerza ha causado cerca de 500 muertos, más de 3.000 heridos (algunos de los cuales han quedado inválidos para siempre), más de 50.000 detenidos en los últimos 11 meses, más de 40 deportados, la destrucción de 427 casas (hasta el 10 de noviembre de 1988), la destrucción de miles de árboles frutales y cientos de olivos (algunos con más de 200 años) y el internamiento de miles de palestinos en campos de refugiados situados en el desierto de Neguev. Con todas estas medidas no se ha logrado poner término a la intifada, lo cual demuestra que cuando un pueblo decide luchar por sus derechos nada puede impedir que lo consiga. Los dirigentes de la intifada han declarado claramente en muchas ocasiones que ésta no se dirige contra el Estado de Israel, sino contra la continua ocupación de Gaza y Cisjordania.

No hay ninguna explicación convincente del rechazo israelí a concluir un acuerdo con el pueblo palestino. Israel es una superpotencia militar, pertenece al club de países con armas nucleares, lanza satélites y fabrica armas químicas. Israel ha demostrado su capacidad de derrotar colectivamente a los países árabes en varias guerras. Un Estado palestino junto a Israel es la mejor garantía de seguridad para éste. En efecto, un Estado palestino sería rehén de Israel, puesto que a la comunidad palestina le interesaría mucho no permitir ninguna operación desde su territorio que justificara otra ocupación del nuevo Estado palestino por parte de fanáticos israelíes. Además, una vez establecido, el Estado palestino estaría demasiado ocupado en la construcción de la nación y en el desarrollo de una base económica y social como para pensar en. una guerra. Tanto Israel como el Estado palestino deben comprometerse a denunciar la violencia, el uno contra el otro.

Parece que algunos israelíes están auténticamente preocupados por su seguridad. Sin embargo, la mayoría de los que hablan y discuten de seguridad tienen otras razones que resultan más embarazosas. Por ejemplo, los territorios palestinos ocupados son el principal mercado para los productos israelíes, así como la única fuente disponible de mano de obra barata en fábricas, explotaciones agrícolas y restaurantes de Israel. Incluso en los kibutz, donde pueden verse muchos coches nuevos-, miles de mujeres y niños palestinos trabajan muchas horas con bajos salarios. Esas empresas de los kibutzim están perdiendo su imagen socialista y deslizándose hacia el capitalismo. Efectivamente, detrás de la negativa israelí a pactar con el pueblo palestino subyacen otras muchas razones económicas y sociales. Esas razones siempre se valen de argumentos políticos o de seguridad que las convierten en algo mucho más razonable y aceptable a los ojos del pensamiento occidental.

Importante moderación

Ziad Aba Zayyad es director del semanario palestino en hebreo Gesher (P-nte).

La reciente declaración del Estado independiente de Palestina por parte del Consejo Nacional Palestino no pudo darse sin el impulso de la intifada en los territorios ocupados. La declaración de, independencia fue parte esencial de una moderación muy importante en el seno de la OLP, como lo demuestra el reconocimiento de las resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas, así como la denuncia de la amenaza y el uso del poder y de las tácticas terroristas.

La intifada devolvió en gran parte a los palestinos la confianza en sí mismos. El hecho de sentirse seguros permitió que la comunidad palestina hiciera concesiones. Muchos observadores han comparado los logros de la intifada con los de octubre de 1973, durante la guerra entre Egipto e Israel. El presidente Sadat tomó más tarde su iniciativa de paz y abrió el camino a la paz.

No se debe dejar marchitar y morir la declaración de la OLP en la que se reconoce a Israel, aunque indirectamente, y se acepta el principio del compromiso. La hora de la paz ya ha llegado. Ésta es una clara oportunidad de alcanzar la paz verdadera, por lo que se debe alentar a la OLP para que siga adelante.

La respuesta israelí a la iniciativa de paz de la OLP estuvo por debajo de la importancia histórica del proceso que ha tenido lugar en el lado palestino. Sin embargo, falta mucho camino por recorrer. Esperemos que la historia siga su curso y se logre una paz verdadera por el bien de ambos pueblos.

Ziad Abu Zayyad es director del semanario palestino en hebreo Gesehr (Puente)

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_