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Tribuna:ANTE EL DESCUBRIMIENTO DE TRES ESCULTURAS DE ALBERTO SÁNCHEZ
Tribuna
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El lastre artístico de la guerra civil

De manera increíble, a los 49 años de haber finalizado la guerra civil, siguen apareciendo obras de arte ocultas, enterradas o emparedadas. Recordemos que hace tan sólo unos años se desenterraba la Cabeza de Pablo Iglesias, de Emiliano Barral; poco después supimos que bajo una calle de Madrid se encontraban enterradas -y todavía lo están- dos esculturas de Francisco Pérez Mateo, una Cabeza de Lenin y un relieve; el escultor Juan Cristóbal escondió un Retrato de Indalecio Prieto y murió sin revelar su paradero; hace escasamente dos años aparecía en el palacio nacional de Montjuïc una gran parte de las obras de arte procedentes del pabellón español de París de 1937, y aún hoy hay otras que continúan en paradero desconocido, entre ellas el mural de Miró y la gran escultura de Alberto Sánchez El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella.El hallazgo

Las secuelas de la guerra civil, en lo que a la expoliación de nuestro patrimonio se refiere, parecen no tener límites; sin embargo es curioso comprobar cómo a lo largo de los años han ido apareciendo obras de arte que se creían perdidas para siempre. Esto parece indicar que, pese a las más adversas circunstancias, nuestro pueblo ha sentido un verdadero respeto por su patrimonio artístico, y en lo posible ha procurado conservar, en lugar de destruir, pese a los peligros que eso hubiera podido entrañar en una época tan desgraciada como la posguerra.

Esto se repite ahora con el descubrimiento de tres esculturas de Alberto Sánchez, realizado por una persona a la que debemos agradecer el respeto hacia unas obras de arte que hasta el momento sólo le han ocasionado dificaltades. Al hacer unas obras en su domicilio el techo comienza a hundirse y queda al descubierto un recinto estanco en el piso superior; se asoma y ante sus ojos aparecen una serie de escombros y tres esculturas. Con los mayores cuidados, y ante el evidente peligro que corren, extrae dos de ellas, pero la tercera es demasiado grande y no puede salir, por lo que queda nuevamente emparedada. Informa a varias personas de su descubrimiento y se establece una especie de cadena humana interesada en la protección de unas obras que, evidentemente, son de Alberto Sánchez y se encuentran en estado de visible deterioro en un lugar que antes había sido estudio del escultor y en la actualidad se había convertido en refugio de palomas. Ahondando en la historia nos enteramos de que antes de su obligado exilio, Alberto había dejado en su buhardilla varias esculturas que nunca pudo recuperar, y posteriormente algunos familiares que ocuparon esa vivienda se vieron obligados a ocultarlas tapiando los ángulos de la misma. Hasta aquí la cosa parece comprensible; lo que no podemos comprender es el ocultamiento durante tantos años de un tesoro de esa naturaleza, a no ser por profunda ignorancia o desconocimiento de quién fue y lo que significó Alberto Sánchez.

Alberto, uno de los escultores de mayor interés que hemos tenido en este siglo, nació en Toledo en 1895 y murió en Moscú en 1962, y dejó una obra genial sólo conocida por quienes habían compartido los brillantes momentos de la fértil generación de la preguerra y por algunos estudiosos de la época que no habían pasado por alto la figura del creador de la Escuela de Vallecas y de una nueva vía para la escultura española, que se desmarcaba por completo de los estrechos límites enlos que se había movido esta disciplina en los años anteriores a 1936.

La primera de las obras halladas, Cabeza de Góngora (88 X 41 x 44), es parte de la maqueta de monumento presentada al concurso nacional de escultura de 1930 y se trata de un autorretrato del propio Alberto.

La segunda, una Figura de mujer en altorrelieve (100 X 39 x 29 centímetros), encierra, a nuestro juicio, un interés mayor al marcar una etapa intermedia en su paso del neocubismo a la plenitud de las obras de la época de Vallecas. La tercera escultura, como ya comentamos, volvió a ser tapiada y no hemos podido examinarla, aunque parece ser similar a la anterior.

Debido a las circunstancias increíbles que rodean este caso, existen sospechas de que en el mismo inmueble donde se han encontrado estas esculturas queden aún más obras escondidas, y, por si esto no fuera suficiente, el Góngora y la Figura de mujer están actualmente en peligro de volver a ser emparedadas. Creemos que todos tenemos la obligación moral de hacer lo posible para seguir recuperando nuestro patrimonio.

Josefina Alix es investigadora.

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