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LA SUCESIÓN DE REAGAN

Dos estilos,dos filosofías

Francisco G. Basterra

Nunca como en la noche del martes, en la forma en que eligieron presentarse por última vez en la campaña al país -media hora de televisión pagada-, quedaron más claras las diferencias de estilo y filosofia de George Bush y Michael Dukakis. El candidato demócrata tampoco en este do de pecho final consiguió abandonar el tono defensivo. Mientras que el vicepresidente apareció optimista, seguro de sí mismo y, en definitiva, presidencial.Los programadores del gobernador de Massachusetts decidieron humanizarle al máximo para contrarrestar su alma de ordenador. Eligieron vestirle con un jersei de lana rojo fuerte de cuello redondo, de yuppie de fin de semana, hablando ante una estantería repleta de libros. Y Dukakis trató de estar desenfadado y cálido, emocionado incluso. Pero estuvo pidiendo perdón durante media hora.

La pena de muerte

Primero, con 20 días de retraso, contestó con emoción a la terrible pregunta que le fue formulada en el segundo debate televisado y cuya fría respuesta dejó pasmada entonces a la opinión publica: "¿Pediría la pena de muerte para quien violara y luego asesinara a su mujer, Kitty?". Y ayer habló de la pasión que le impelería a tomarse la revancha, compensada con su respeto por la ley.

Les dijo a los norteamericanos que "quizá haya tardado demasiado en responder a los ataques, pero por fin hemos luchado". Pero preguntado por su bajo índice de pasión, Dukakis volvió a ser el gestor tecnócrata y afirmó que "mi pasión reside en mi servicio a la causa pública".

George Bush habló ya como presidente. No pidió perdón por nada, sino todo lo contrario. Se refirió a la inflación del 13% y el dinero al 21%, con colas en las gasolineras, de los tiempos de Carter, para recordar que "hemos levantado la economía". "Estamos creando empleos, nuestras defensas son sólidas, y nuestro espíritu ha sido restaurado". Para preguntar a continuación, "¿debemos seguir adelante o arriesgar una vuelta atrás?".

Y aunque su intervención estaba más dirigida al bolsillo de los votantes y a su patriotismo -"prometo mantener a América orgullosa de sí misma"-, no olvidó la política internacional. A los norteamericanos, aunque mayoritariamente ignorantes sobre el mundo, les gusta saber que su presidente sí tiene una visión global. "Mantendré a Estados Unidos fuerte, segundo de nadie, a través del realismo prudente y una diplomacia basada en la fortaleza". Y dejó hablar a su mujer, Barbara, y a sus cinco hijos. Eso sí, mantuvo escondido al ¿innombrable Dan Quayle, su vicepresidente.

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