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LA DERROTA DE UNA DICTADURA

Augusto Pinochet cuenta con "el mayor apoyo popular", afirma el titular de Interior

El jefe del gabinete ministerial chileno, el ministro del Interior, Sergio Fernández, proclamó solemnemente, en un mensaje al país radiotelevisado el sábado, que "el presidente Pinochet emerge como la persona que indiscutiblemente tiene la primera fuerza política del país y el más grande apoyo popular". Lo que desde la publicación de los resultados del plebiscito se venía gestando quedó plasmado, de forma palpable, la noche del sábado. El bunker pinochetista está empeñado en hacer creer que el candidato presidencial derrotado el 5 de octubre, el general Augusto Pinochet, es el vencedor real del plebiscito.

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Enamorado de su omnipotencia

La aparición de Fernández en todos los medios audiovisuales chilenos fijó públicamente la línea que el bunker pinochetista parece empecinado en llevar adelante. Con tono grave, a veces matizado con un toque de fanática convicción, Fernández recurrió a toda clase de sofismas para argumentar por qué, en realidad, Pinochet es el ganador.Dijo el ministro que "podrá decirse que quienes no lo respaldaron son numéricamente más. Pero, sobre la euforia opositora, examinemos la situación con serenidad". Este sereno análisis permite a Fernández llegar a la conclusión de que "la oposición dista mucho de ser homogénea. Por el contrario, es tan anárquica y disímil, que comprende desde algunos sectores derechistas hasta el comunismo, el MIR [Movimiento de Izquierda Revolucionaria] y otras fuerzas extremistas. Esa es una realidad. ¿Qué podrá unirlos ahora? ¿Puede alguien creer seriamente en una eventual gestión conjunta?. Por cierto que no. Diametralmente distinta es la realidad de quienes apoyan al presidente Pinochet. A nosotros nos une todo lo esencial y por eso somos los más fuertes". Se advierte en la argumentación de Fernández que el bunker derrotado se presenta a sí mismo como alternativa única frente a la desunión opositora.

A continuación, el primer hombre del gabinete pinochetista recurre a la suprema razón de la dictadura: "El Gobierno y las fuerzas armadas y fuerzas de orden, al proponer, apoyar, cumplir y hacer cumplir el itinerario constitucional, han redoblado y acrecentado su prestigio. Si el 11 de septiembre de 1973 [fecha del golpe de Estado contra el Gobierno constitucional de Salvador Allende] eran fuertes, respetadas e indispensables como columna vertebral de la nación, hoy lo son aún más". En definitiva, según la interpretación del régimen, todo sigue igual, como si el 5 de octubre no hubiese pasado nada. Esta ausencia de reconocimiento de la derrota confirma informaciones, que han trascendido estos días, de algo que ya se palpaba. Hasta el último minuto el régimen trató de ignorar un resultado negativo del plebiscito o de impedirlo. Según fuentes diplomáticas solventes, el Gobierno de EE UU tuvo informaciones de que estaba en marcha una operación por parte de Pinochet para impedir de algún modo el plebiscito o no reconocer un resultado negativo. Cuando el domingo 2, en intempestiva hora mañanera, el subsecretario del departamento de Estado citó al embajador de Chile en Washington le comunicó que el Gobierno de EE UU conocía tales planes y estaba dispuesto a divulgarlos, para dejar al descubierto ante el mundo la maniobra en marcha.

Otro elemento decisivo se produjo la noche misma del plebiscito, cuando el subsecretario del Interior chileno, Alberto Cardemil, desapareció y dejó de dar resultados después de haber presentado datos amañados, basados en los cómputos de unas pocas mesas favorables al sí. Hubo idas y venidas, nervios y duras palabras en las reuniones que se celebraron hasta las dos de la mañana en La Moneda, algunas en el bunker subterráneo.

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