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Reportaje:

Cuestión de tablas

Primera confrontación televisiva en directo de los dos candidatos a la presidencia norteamericana

Francisco G. Basterra

Parece una tontería, pero cosas así pueden decidir la presidencia de Estados Unidos. Michael Dukakis, 17 centímetros más bajo que George Bush, pretende utilizar en el debate de esta noche un cajón que le ponga a la altura del vicepresidente. La gente de Bush (1,89 metros de patricio de Yale) pregunta con rechifla: "¿Qué va a hacer cuando tenga que hablar con Gorbachov, llevarse el cajón?". A las ocho de la tarde, madrugada en España, los dos candidatos a suceder a Ronald Reagan se enfrentarán en un debate televisado en directo ante 100 millones de norteamericanos.

Esta actuación en vivo, de 90 minutos de duración, en la pequeña universidad de Wake Forest, Carolina del Norte, puede cambiar el voto o decidir finalmente a un 40% del electorado que aún está en el aire. Dukakis tiene que ganar para seguir en la carrera, y a Bush le basta con no perder. Para el gobernador de Massachusetts, es el momento de conseguir una victoria que acorte la ventaja que Bush tiene en los sondeos y dar la vuelta a una campaña que domina claramente el vicepresidente. Bush necesita aguantar en la televisión -un medio que no se le da bien- la ofensiva de un rival más preparado para el debate.Las dos campañas se han pasado una semana discutiendo la altura de los atriles tras los que hablarán. Dukakis quería rebajar el de Bush, diciendo que el vicepresidente quería esconderse tras el podio, para obligar al vicepresidente a agacharse y que el candidato demócrata no pareciera tan bajito. Antes, el vicepresidente había batallado porque el debate se celebrara en posición de sentados, pero Dukakis porfió por la postura de pie para reforzar lo que considera su mejor imagen como líder.

Estrategias

Finalmente, Bush utilizará un podio de 1,20 metros, que no le obligará a doblarse, y Dukakis (que mide 1,72 metros), uno de 1,05 metros, con la posibilidad de auparse un poco con una peana. Un estratega republicano ha sugerido que el vicepresidente abra el debate diciéndole a Dukakis: 'Bájese de esa caja de coca-colas y míreme a la corbata". El primer disparo es muy importante y puede desestabilizar al contrario. Ronald Reagan descolocó a Jimmy Carter en 1980, en el debate de Cleveland, cuando se acercó al podio de su rival para estrechar su mano.Los republicanos confían en que su hombre, propicio a la dislexia verbal, no cometa ningún error garrafal y aparezca como más presidencial que el hijo de inmigrantes griegos. Hora y media -realmente, 30 minutos de exposición directa de cada candidato al error- es suficiente para que Bush incurra en alguna pifia. Esa es la esperanza de la campaña de Dukakis.

Los hombres de Bush esperan que el tono triste y monótono de Dukakis, que despide cierta arrogancia de profesor de universidad de elite, canse a los televidentes. "Cuanto más habla, más aburre", dice Roger Ailes, el guru que fabrica la imagen presidencial de Bush.

Y los norteamericanos no tendrán más remedio que soportar el debate, ya que hasta la cadena de televisión NBC, después de dudarlo, interrumpirá la retransmisión de los Juegos Olímpicos de Seúl, por cuyos derechos exclusivos ha pagado 300 millones de dólares. Los dos candidatos llegarán a más ciudadanos que la suma de todas sus actuaciones y mítines de toda la campaña. Para millones, será la primera ocasión de conocer a estos dos políticos, que despiertan escaso entusiasmo entre un electorado satisfecho que, si pudiera, quizás volvería a reelegir a Reagan.

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La estrategia de la campaña de Bush es muy simple. Lleva semanas reduciendo al mínimo las expectativas del vicepresidente, presentándole como al David frente al Goliat de Massachusetts, "un profesional universitario del género debate", y que además debatió durante dos años en la televisión pública de Boston en un programa llamado Los abogados. Frente a él, cualquier cosa, salvo un desastre improbable del pobre George, será un éxito. Y a poco que quede por igual o unas centésimas por debajo, ya habrá ganado.

Expectación

Los dos candidatos han dedicado la mayor parte de la semana a prepararse y no cabe esperar un triunfo por KO de ninguno de ellos. Han respondido en los ensayos a todas las preguntas posibles, que formulará un panel de tres periodistas famosos de la televisión, y el formato del programa es muy protector. No pueden interrumpirse mutuamente ni preguntar directamente al contrario. Tendrán dos minutos para responder a cada pregunta y contarán con un minuto de réplica.No habrá declaraciones preliminares, pero sí un minuto de cierre para cada uno. Se corre el peligro de que este enfrentamiento, para el que existe una expectación de final de liga de béisbol o Derby de Kentucky, pueda acabar en un intercambio de dos robots programados con frases precocinadas, sin ninguna espontaneidad. En cualquier caso, es una oportunidad de oro -habrá una segunda a mediados de octubre en Los Ángeles- para ver a los dos aspirantes a dirigir el mundo libre sin chuletas -están prohibidas las notas- y sin leer un texto en el teleprompter.

El ex subsecretario del Tesoro Richard Darman ha hecho el papel de Dukakis en los entrenamientos que el vicepresidente ha realizado esta semana en su residencia de Washington. Robert Barnett, que hizo ya de Bush para Geraldine Ferraro en 1984 ha servido de sparring a Dukakis en Boston. Al vicepresidente le han recomendado que baje el tono de voz, que tiene una tendencia al falsete agudo, muy desagradable en televisión, y que hable lentamente.

Roger Ailes, que trata al candidato igual que si fuera un actor, una materia prima que hay que vender, le ha llegado a chillar a Bush en los ensayos: "Otra vez esas jodidas manos" para corregir el exceso de movimiento de sus brazos. Ailes fue llamado por Nancy Reagan para salvar al presidente tras su desastroso primer debate con Walter Mondale en 1984. También le repiten a Bush que no intente ser gracioso, porque no se le da bien, y que controle una risita tonta que suele prodigar. Que no improvise y se atenga al guión estudiado. Y, sobre todo, que no salga del debate diciendo, como hizo en 1984 tras discutir con Geraldine Ferraro, "ya hemos dado una patada a otro culito".

Maquillaje

Dukakis es demasiado moreno para la televisión y su maquillaje esta campaña está siendo un desastre. En 1960, en el ya legendario debate Kennedy-Nixon, la transpiración de éste y su rostro perpetuamemte mal afeitado -el gobernador de Massachusetts también tiene este problema- le costó la victoria, frente a un Kennedy fresco al que nunca le abandonaba el desodorante. Importa sobre todo la imagen que se proyecte más que la sustancia. Nixon ganó los debates para los que los escucharon en la radio, pero- los perdió en la pantalla de televisión.Dukakis, con un cuerpo sin hombros, que aguanta una cabeza desproporcionadamente grande, tiene lo contrario que Bush: un cuerpo grande y estirado que refuerza la imagen de cabeza minúscula y periforme. El candidato demócrata tiene un discurso funerario, y sus asesores le han recomendado que, por una vez, utilice el humor. El problema es que cuando lo ha intentado en la campaña ha sido un desastre. Esto sólo lo sabe hacer bien Reagan, que cuando los demócratas quisieron convertir el tema de su excesiva edad en un problema, le espetó a Mondale: "No utilizaré el tema de la edad para atacar la inexperiencia de mi contrincante".

Los debates se ganan o se pierden según el dictamen de la Prensa en las horas siguientes al combate. La disección del debate pone de relieve detalles que el público no captó al verlo por primera vez. Y los errores son sacados de contexto y magnificados con su repetición televísiva constante. Gerald Ford comprometió su elección cuando afirmó, en 1976, en un debate con Carter, que el Este de Europa no estaba bajo dominación soviética.

Esa frase, machacada cada tarde por los telediarios hasta el día de la elección y utilizada constantemente por su rival, arruinó su campaña. Es muy importante también producir a lo largo del debate dos o tres mensajes, de 15 segundos máximo, que puedan ser repetidos como píldoras por la televisión después y convertirse en el resumen real de 90 minutos de 'discusión. Quien se apunte más mensajes de este tipo es el ganador, porque será lo que se quede en la mente de la mayoría.

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