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FERIA DE VALENCIA

Fiesta astrosa

Hubo toros ayer tan mermados de pitón que casi estaban mochos hubo toros que al darles un suave pasecito por alto se caían patas arriba; hubo toros plúmbeos que se quedaban mirando a la muleta, no se sabe si adormilados o moribundos. Es decir que, en realidad, no hubo toros -salvo el cuarto-, y al no haber toros, no hubo lidia, ni corrida, y el espectáculo que montaron con ellos fue una fiesta astrosa, grosera, chabacana, sin ninguna grandeza y muy cercana a la ruindad.Está reglamentado que haya reconocimiento de las reses por parte de veterinarios y autoridad, y se supone que lo hacen, pero en qué consiste ese reconocimiento es un misterio. Si los toros no salen tan mochos como los de ayer, será porque los cuernos no entran en el examen, o si entran, veterinarios y autoridad no ven, o si ven, no miran. También pudieria ser que no sepan cómo es un cuerno -íntegro- o como ha de ser un toro -de lidia-. Es decir, que la responsabilidad primera de que saliera lo que salió -ayer y durante toda la feria- es de los veterinarios y la autoridad. Luego hay otra responsabilidad taurina, en la que entran ganaderos, apoderados, diestros, unos en calidad de cómplices -aunque sólo sea por omisión-, otros en calidad de inductores. Y, finalmente, está el Ministerio del lnterior, que gobierna todo este asunto, por decreto.

Peñajara / L

Esplá, J. Esplá, SoroCuatro toros de Peñajara, muy desiguales de presencia, flojos, sospechosos de afeitado; 3º de Martín Peñato, terciado, cornicorto e inválido; 4º de Mercedes P. Tabernero, bien presentado, áspero. Luis Francisco Esplá: dos pinchazos, media y descabello (aplausos y saludos); tres pinchazos, media atravesada y descabello (silencio). Juan Antonio Esplá: pinchazo y estocada corta baja, siempre tirando la muleta (aplausos y saludos); media ladeada y descabello (escasa petición y vuelta con algunas protestas). El Soro: pinchazo y estocada caída (oreja); dos pinchazos, estocada corta y dos descabellos (aplausos y saludos) Plaza de Valencia, 31 de Julio. Octava y última corrida de feria.

Existen las responsabilidades, claro, bien definidas, pero si nadie pide cuentas es como quien tiene un tío en Alcalá. La fiesta de toros está convertida en un melonar sin amo, donde todo el mundo entra a saco, pisa la linde o el cultivo, desbarata, destroza, se lleva lo que le da la gana, y si alguien quiere reclamar, que reclame: al maestro armero.

Y, mientras tanto, al público que le vayan dando. El público, cada vez menos impuesto en cuestiones de lidia -y menos que lo estará en el futuro, con estas astrosas corridas-, se aburre a conciencia, aunque da por bueno lo que salga porque después de haberse gastado un dineral en la entrada, encima no va a hacerse mala sangre.

El público veía al Soro corriendo la mano a un borrego impresentable, luego desafiándole de rodillas, y le parecía de perlas (más de perlas cuando de rodillas que de pie). Fue el momento culminante de la tarde. Ese y el número de las banderillas. Lo de las banderillas ya empieza a ser de juzgado de guardia. Jamás se banderilleó peor que ahora; lo cual no impide que, a su vez, jamás los matadores-banderilleros hayan hecho tantas reverencias. Así caigan los palos en un lateral del toro o en el puro redondel, o reúnan a cabezota pasada, lo mismo saludan, allá van reverencias, ringorrangos saludos brazos en alto, abrazos, hasta brincos pegan.

Luis Francisco Esplá puso ayer dos meritorios pares por los adentros y tres en el suelo; su hermano Juan Antonio hizo un quiebro y lo demás fueron cuarteos vulgares; El Soro suplía los alivios con clavazones rotundas. Si ese era el plato fuerte de la corrida, ya puede imaginarse el fuste de los ligeros. Sólo tuvo saborcillo un quite al alimón por navarras de los hermanos Esplá, sincrónico, original y bonito. Por lo demás, Luis Francisco Esplá no les perdió la cara a dos toros incicitos; Juan Antonio Esplá, tampoco a dos manejables, y toreó con mucho movimiento poca garra y, menos temple al quinto, de gran boyantía. El sexto toro no se movía, de pura modorra, y El Soro no pudo darle ni un pase. Ahí acabó la corrida y la feria, Y por semejante camino, toreros, apoderados, ganaderos, taurinos de toda laya, veterinarios y autoridad van a acabar también con la fiesta.

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