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Reportaje:

El Papa recuerda ante Waldheim "la cruel tiranía" sufrida por Austria durante la II Guerra Mundial

Juan Arias

Juan Pablo II llegó en la tarde de ayer a Viena en una jornada desapacible de lluvia y frío. Era la segunda vez que el Papa polaco aterrizaba en esta tierra, que le recibió distraídamente, sin entusiasmos ni excesivas protestas (tres manifestaciones autorizadas). Por la noche y ante el presidente de la República, Kurt Waldheim, objeto de polémica por su pasado nazi, el Papa recordó "los grandes sufrimientos y la cruel tiranía que sufrió Austria" durante la II Guerra Mundial.

Walheim había recibido con su esposa, en el aeropuerto, a Juan Pablo II. Ambos no dejaron de sonreír continuamente mientras Waldheim intentaba repetidamente tomar por el brazo al Papa, que se le escapaba con estudiada desenvoltura para saludar a la gente. El Pontífice, bajo un paraguas blanco inmaculado, y Waldheim, bajo uno negrísimo, pronunciaron sendos discursos. El presidente dijo al Papa que la mayoría de los austriacos están unidos "por el amor y la fidelidad al Papa de Roma" y que incluso los más indiferentes le recibían "con respeto".El Papa, único jefe de Estado occidental que visita Austria desde que estalló el escándalo del pasado nazi de Waldheim, hace dos años, le respondió que lo que pretendía con esta nueva visita gritar "un sí a la fe y a la vida". Y añadió que no puede existir un sí sincero a la vida, "que triunfa sobre todas las culturas de muerte", sin una adhesión total a la fe de Jesucristo.

Haciendo un paralelismo con la visión geográfica que se le presentaba al Papa en el aeropuerto, desde donde podía divisar los Alpes y la llanura de Hungría, el presidente Waldheim. manifestó que aquella visión era un símbolo de la necesidad de "superar las divergencias y las contiendas para poder conservar la paz".

Waldheim, consciente de que en esta visita su presencia ante el Papa es objeto de polémica -hasta el punto de que algunos rabinos más intransigentes han llegado a decir que la visita que hoy realizará Juan Pablo II al campo de concentración de Mauthausen será una profanación, ya que el Papa ha estado, dicen, "contaminado por el abrazo a Waldheim"-, afirmó: "A veces nos sentimos descorazonados viendo cómo la intolerancia, la intransigencia y el odio siguen causando enfrentamientos entre los pueblos, las confesiones y las clases".

En la capital austriaca no se apreciaban las señales que se suelen observar en otros lugares que visita el Papa de Roma, como suele acontecer en otros lugares. No había banderas ni pancartas, ni camisas con el rostro del Papa. Sólo una vendedora ambulante ofrecía a los turistas sobres con los sellos conmemorativos de las dos visitas de Juan Pablo II a Austria a 1.000 pesetas cada uno.

Por la mañana, el rabino Weiss de Nueva York, que ya había protestado en Roma por el encuentro del Papa en el Vaticano con Waldheim, organizó una manifestación de protesta con algunas personas vestidas con los trajes del campo de concentración y una foto gigante del presidente en uniforme de las SS. Pero a dicha manifestación no asistió más que un puñado de periodistas extranjeros y media docena de mujeres.

Pero si no hubo grandes protestas tampoco se advirtió ningún tipo de entusiasmo por esta visita. De hecho, el Papa dejará esta mañana mismo Viena para visitar la Austria rural y devota, por ejemplo Eisenstadt, donde el 51% de los católicos son practicantes, contra el 17%, de Viena.

Mucho tacto

El ex arzobispo de Viena, cardenal Francis Koenig, que había sido una de los pilares del Concilio Vaticano II, ha comentado que Juan Pablo II va a necesitar mucho tacto durante este segundo viaje a Austria para poder superar la "amargura" que existe en la comunidad eclesiástica austriaca debido a los últimos nombramientos de obispos. Según Koenig, uno de los momentos de mayor importancia de este viaje podría ser el encuentro de esta mañana en Einsenstadt, casi en la frontera con Hungría, donde se concentrarán más de 100.000 húngaros, a quienes se les ha permitido, como fruto de la perestroika, atravesar el telón de acero.El primer acto ayer de Juan Pablo II en Viena fue una vigilia de oración en la bellísima catedral de San Esteban. En el templo se encontraban 3.000 personas con rigurosa invitación, entre ellas 400 alcaldes de la Baja Austria. En el púlpito antiguo, a la izquierda de la entrada principal, los turistas se deleitaban antes de la Negada del Papa contemplando la lucha entre los sapos que bajan del infierno y las lagartijas que llegan del cielo. Es una lucha que recuerda la batalla entre el bien y el mal.

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