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Tribuna:FERIA DE SAN ISIDRO
Tribuna
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¿A qué hora decía usted?

Serían las cinco de la tarde. A eso de las cinco. Total, a las cinco más o menos volví a oír aquella estupidez de antaño, cuando las cosas eran como debían ser: las corridas de toros comenzaban siempre a las cinco en punto de la tarde.Ni siquiera los ingleses -y eso que son gente extranjera donde Dios la haya puesto- se toman su o'c1ock-tea a las cinco. Y eso que son herejes y puntuales de su propio natural. Ni siquiera la corrida que se celebró en Los Madriles para conmemorar el cuarto centenario del Discovering of Ameríca dejó de comenzar a la hora que le vino en buena gana a sus organizadores, y fue exactamente clarineada a las dos de la tarde.

Recorro los pasillos de casa y veo que ni uno sólo de los carteles de toros que adornan sus paredes anuncia las cinco en puntas. Recuerdo, al pronto, que las corridas se celebran a lo largo de siete meses en los que el sol no se ciñe a relojes, y me atrevo a escribir que las fiestas taurinas comenzaron a celebrarse antes de que la luz eléctrica permitiese florerías de horario. Supongamos que alguna corrida comenzara a las cinco en punto. Ni una golondrina hace horario ni torero alguno podría morir en tal instante. Sería, como el discreto lector estaba a punto de colegir, la hora del paseíllo. Y nadie muere realmente de un clarinazo. Hay pequeñas muertes al momento de abrir la puerta de cuadrillas. A esa hora sólo puede morirse Henri Bataille de un pequeño orgasmo, o algún antitaurino desinformado -valga la redundancia- presa de esa inspiración anual que los corroe como a entes cuyo sexo e inspiración fóbica solamente despierta una vez por año.

Se puede morir hoy en una plaza de toros a las siete y segundos. A punto estuvimos de fallecer unas 20.000 personas en tal trance hace días. Jamás muerto alguno gozó del momento absoluto que representa un minuto de silencio sobre el alma del albero. Nunca jamás y amén de los enjamases. Nunca seremos los mismos tras el brindis al cielo de un torero o aquel otro a cada hombre de gloria y plata. Por tres veces resucitó la plaza entera. Por tres veces; quien tenga ojos para ver, que entienda.Fue la palabra de Federico y el capote de Sánchez Mejías los que resucitaron a las cinco en punto del verbo, que no, es poco. Pero no quiero oír de quien esto leyera que hogaño cualquier tiempo pasado, fue mejor. Quizá sea un error el que la mera repetición de un tópico no lo convierta en -verdad de fe. La existencia -que no la vida- sería más cómoda; pero podríamos terminar tan aburridos como un telediario, tan tristes como un burócrata o tan dogmáticos como un artista inconformista. De menos nos hicieron los dioses griegos, mas no es ello razón para tomar té -ni a las cinco ni a cualquier otra hora-, ni mucho menos para comenzar a aflorar aquellos ritos que nunca existieron. Corridas de 12 toros que madrugaban desde las diez de la mañana, corridas de ocho toros a las tres y media, corridas -y medias corridas de tan sólo seis toros- a las cuatro y a las seís.

Mi colección de carteles en seda carece de un solo festejo anunciado a tal hora. Corridas a plaza partida, corridas goyescas del Círculo de Bellas Artes, añoradas por los buenos, en las que las cinco brillan por ausencia.

Nada digamos de los que además te fustigan con la historieta de la hora solar y los descuentos; parecen acudientes -que jamás aficionados -al deporte que descuentan minutos y se eliminan a penaltis. No hay más hora que la solar sobre el ruedo, y son los relojes los que han de variar para ponerse a compás. Sólo faltaría que al máximo rito solar que el Mediterráneo ha concebido le pusiera puertas manilla alguna.

Otra cosa es la puntualidad; pero tampoco conviene equivocarse de momento; la puntualidad la da el clarín, no el reloj. La corrida comienza cuando suena. Mal aficionado aquel que no aguardó alguna vez a que escampara y que la inclemencia cesase en su furor. Esas corridas no se retrasan, porque comenzaron exactamente cuando sonó el timbal.O sea, a las cinco. Eso sí, más o menos, que tampoco es cosa ponerse a discutir este año entre gentes de buena crianza. Y mejor afición.

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