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Participar es responsabilidad de todos

Toda una década de estructuración del sistema democrático español, sustentado en la participación a través de los partidos políticos como eslabones casi únicos de representación, ha demostrado un distanciamiento progresivo entre la clase política y la sociedad civil, poniendo en evidencia sus limitaciones en la construcción de una sociedad solidaria de avanzada justicia redistributiva.El distanciamiento es producto de varios factores, de los que cabría destacar: el lento y cicatero proceso descentralizador de los poderes públicos; la falta de receptividad de los partidos políticos, convertidos en máquinas electorales con discursos de razones de Estado y cifras macroeconómicas poco entendibles por la razón y microeconomía de los ciudadanos; por último, quizá la más importante haya sido la falta de profundización de mecanismos que fomentaran la democracia participativa, facilitando a los diversos agentes concurrentes (fundamentalmente a los más desprotegidos de la sociedad) de una estructuración organizativa capaz de reequilibrar fuerzas frente al poder del poderoso. Las dos primeras razones deberían ser motivo de reflexión de los partidos; la última nos corresponde hacerlo entre todos.

Si hiciéramos breve historia, para todos sería conocido el papel de dinamización social cubierto por las asociaciones de vecinos durante la época no democrática en nuestro país. Sus formas organizativas y de contacto con las realidades sociales les hicieron acreedoras de un prestigio que hasta el día de hoy conservan.

Posteriormente existió el intento de querer asumir su dinámica y activismo por parte de partidos e instituciones. En buena lógica, desde esa óptica política, las asociaciones de vecinos dentro del movimiento vecinal ya no tenían razón de ser, y en consecuencia no se las reconoció constitucionalmente ni se articuló para ellas ninguna salida jurídica (actualmente se rigen por la ley de 1964), negándoles todo tipo de recursos económicos e infraestructura. Desde el poder, para mantener el discurso de la importancia de la participación, se fomentan otro tipo de cauces participativos que no cuestionarán: modelos de ciudad, de crecimiento, de calidad de vida, etcétera.

Espacio social

Sin embargo, es curioso que con los antecedentes expuestos se continúe manoseando la crisis de las asociaciones de vecinos, se dude de su espacio social o se intente su reconversión. Por otro lado, cabría preguntarse : ¿Existe alguna otra entidad que cubra su espacio social asistencial reivindicativo? ¿Han dejado de estar con más o menos fuerza a la cabeza de las demandas de los vecinos? ¿Pueden. ser éstas escuelas de ciudadanía., una herramienta que contribuya a la vertebración de nuestra sociedad?

Desde nuestro punto de vista cabe afirmar que, pese al intento de hacerlas desaparecer, se ha constatado por recientes encuentas que las asociaciones de vecinos son las entidades con mayor aceptación ciudadana y con un nivel afiliativo superior al de los partidos, sindicatos, asociaciones religiosas, etcétera. Esta evidencia debería ser motivo de reflexión principalmente para aquellos políticos que embellecen sus discursos con "la necesidad de la participación social", incapaces de estimular o permitir las demandas participativas, principalmente de aquellos colectivos que sí tenemos claro el para qué y por qué es imprescindible participar.

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El porqué, desde el lado político, debería entenderse bajo el siguiente símil: en el coso de nuestro Estado, comunidad o pueblo, para lidiar el toro de la especulación, la explotación y la insolidaridad es insuficiente un buen diestro, independientemente del color del traje que luzca, ymenos aún si éste no presta atención a las voces del respetable, los consejos de su cuadrilla y el auxilio de su compañero de terna. Si éste actúa así, está condenado a que le devuelvan el berraco al corral (vivito y coleando) entre bronca y pitos del desilusionado espectador.Reconocimiento jurídico El para qué, desde el lado vecinal, debe quedar claro: quienes duden de participar pisando la arena del ruedo, temerosos de ser absorbidos, difuminados o utilizados, infravaloran la fuerza del astado (hay toro para todos). Ver los toros desde la barrera sería poco entendible, y sobre todo perderán autoridad moral de hacer las críticas pertinentes al particularismo del diestro político o de exponer in situ las particularidades prioritarias del expectante y respetable público.

Quienes hemos tenido claro las anteriores premisas con un concepto de independencia a la hora de colaboración o crítica, no hemos dejado de luchar durante más de 20 años por el reconocimiento institucional y jurídico de las asociaciones de vecinos, enpro de lograr una democracia más avanzada, es decir, más participativa, en donde el votar cada cuatro años no sea la única alternativa participativa ofrecida al conjunto de la ciudadanía.

El reciente protocolo firmado por el alcalde de Madrid y la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos, ratificado por un pleno municipal, no es tan sólo una simple victoria, colofón de la lucha del movimiento vecinal; puede y debe ser el comienzo de un nuevo estilo de hacer política, al estar recogido en estos acuerdos el reconocinÚento de utilidad municipal de las asociaciones de vecinos, con concreciones económicas y prácticas, el derecho a la voz en los plenos centrales y de juntas de distritos, la necesidad de modificar la normativa de participación y la asunción del derecho de referéndum municipal según el desarrollo de éste por la comunidad autónoma de Madrid.

Deseamos que estas iniciativas de reconocimiento y de profundización en la participación social sean asumidas igualmente por el Gobierno de la nación, el Senado, los parlamentos central y autónomo, así como por todas las distintas corporaciones locales que componen nuestro Estado.

La penúltima palabra la tienen los políticos, sus partidos y coaliciones. El reconocinÚento de derecho de las asociaciones de vecinos debe darse cuanto antes: el desarrollo constitucional lo permite, un sector social lo demanda y la sociedad civil lo necesita.

Salvador Torrecilla Montal es diputado regional de Izquierda Unida y ex presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos.

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