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FERIA DE SAN ISIDRO

Cogida gravísima del banderillero El Campeño

El cuarto toro cogió al peón El Campeño cuando salía de un par de banderillas, lo corneó con saña en el suelo y volvió a levantarlo, esta vez por el cuello, volteándole en las astas durante unos segundos dramáticos. Cuando las cuadrillas y las asistencias acudieron a recoger al torero, había perdido el conocimiento y sangraba abundantemente. Fue un horror. A partir de ahí hubo en el callejón un movimiento inusual, nerviosismo, apresuradas entradas a la enfermería, ir y venir de agentes de la policía nacional. Luego se supo que los médicos que intervenían quirúrgicamente al herido pedían plasma, pues las reservas de la enfermería se habían hecho insuficientes.

Mientras tanto, la fiesta seguía, y seguía mal. La tragedia estuvo merodeando el ruedo de Las Ventas ayer, y la propia escenografía se había vuelto tétrica, bajo el cielo encapotado. El cuarto toro era un pregonao terrible. Atrapó a El Campeño, para su desgracia, pero no pudo atrapar a Juan Cubero, que le ganó la embestida violenta y prendió dos emocionantes pares en lo alto. Valiente Juan Cubero -hermano del Yiyo-, uno de los mejores toreros que pisan hoy los ruedos.

Arribas / Joselito, Fundi, Bote

Tres toros de Antonio Arribas, muy desiguales de presencia, 1º manejable, 3º noble e inválido, 4º manso peligroso; 2º, 5º y 6º (este, sobrero) de Sayalero y Baandrés, terciados, el 2º noble, los otros con problemas. Joselito: estocada (oreja); ocho pinchazos -aviso- y estocada corta (aplausos y también pitos cuando saluda). El Fundi: que confirmó la alternativa: estocada corta caída y descabello (aplausos y saludos); estocada tendida baja saliendo trompicado y descabello (vuelta con protestas). José Luis Bote, que confirmó la alternativa: estocada caída perdiendo la muelta (oreja); dos pinchazos y bajonazo (palmas). El banderillero El Campeño sufrió una cornada gravísima en el cuello.Plaza de Las Ventas, 22 de mayo. 10º corrida de feria.

Joselito no pudo con la bronquedad del toro pues se afligió en cuanto comprobó que se arrancaba con intención de coger. Lo muleteó brevemente por la cara y entró a matar. Fue un error, porque ese toro, quizá insuficientemente picado y crecido a partir del segundo tercio, necesitaba castigo. Un torero conocedor de su oficio puede administrarlo. Ahí están los ayudados por bajo para obligarle a doblar -y crugir- sobre el eje de la pierna arqueada, ahí el trasteo de pitón a pitón para ahormar la descompuesta cabeza. Le faltó a Joselito poner en práctica este esencial toreo de recurso, que figura en el abecé de la tauromaquia, y por no arriesgar entonces hubo de engullir después los peores tragos que supusieron salvar el peligro del toro a la defensiva, hasta abatirlo.

De Joselito esperaba la afición más poderío. No es un torero cualquiera, o no quisiera la afición que lo fuese. Desde que irrumpió en la fiesta se le ha advertido una concepción del toreo distinta a la mediocridad que se lleva, entroncada con los cánones que engrandecieron los maestros en tauromaquia. Así había toreado a su toro anterior, desde las verónicas desmayadas, hasta la pureza del toreo al natural. En ese toreo admiraba la templanza de su pulso para embarcar suavemente la cortísima embestida, y aún más la ligazón de los pases, que enlazaba con narturalidad y sin rectificar jamás el terreno donde asentaba las zapatillas. Claro que ese toro tan bien toreado era lo que en la jerga llaman tora, impresentable animal, justamente protestado por el sector de afición que siempre está alerta en Las Ventas para impedir el fraude.

Afortunadamente hay un sector alerta en Las Ventas, cuyos aficionados exigen el toro en toda su integridad. Si no fuera por ellos, Las Ventas sería un coladero, una plaza cualquiera. A veces se pasan o se equivocan -dicen sus detractores-, y no cabe duda de que así será, pues nada hay infalible en este valle de lágrimas. Seguramente ayer se pasaron con El Fundi, frenándole la vuelta al ruedo tras la muerte del quinto toro, pues ese toro era incierto y El Fundi lo había embarcado en la muleta a fuerza de pundonor, de valor y de excelente técnica lidiadora. El resto del público reaccionó y obligó a El Fundi a dar la vuelta al ruedo, y sirvió aquello para entablar una desaforada polémica a voces entre el sector intransigente y to dos los demás. La manifestación de intolerancia de que hicieron ayer gala muchos espectadores fue deprimente.

El Fundi había estado torero en el primer toro, que se quedaba corto, como lo estaría José Luis Bote en el áspero sexto, buscando a toda costa redondear el triunfo que ya había alcanzado en el de su alternativa. Un triunfo legítimo, por otra parte, pues toreó como los ángeles. Ceñido y seguro con el capote, con la muleta construyó una faena de alta escuela. Las tandas de redondos, los pases de pecho, los cambios de mano y trincherillas con que las cerró, y el broche final de los ayudados, tuvieron el empaque, la cadencia y la hondura que de finen el toreo eterno.

Joselito-Fundi-Bote, cartel famoso cuando eran becerristas y novilleros, hizo ayer méritos para volverlo a ser, pese a las dificultades de los toros y a la amargura de la tarde sangrienta.

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