_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El vagabundo y la cieguita

Entre las rendijas de una alcantarilla, situada frente al escaparate de una tienda de vestidos, ha quedado atrapado un trozo de madera. Chaplin, con su sempitemo bastón, intenta presionarlo para que caiga, operación que le lleva no pocos minutos, y aún habrá de desistir antes de verse coronado por el éxito. Esta escena magistral de Luces de la ciudad jamás pudo verse en la pantalla grande, pero nos la enseñaron Kevin Brownlow y David Gill en esa joya de tres horas que es Chaplin desconocido.En esa serie de descartes, retazos y piruetas fallidas se pudo también ver el celo de Chaplin en el rodaje de Luces de la ciudad; el tiempo empleado, por ejemplo filmando escenas con Georgia Hale. La obstinación de Chaplin llegaría al extremo de tardar tres meses en rodar una corta escena con unos chavales en la calle o de repetir todo lo rodado con un actor, Henry Olive, en el papel del multimillonario borrachín, al negarse éste a mojarse en aguas frías, y volver a comenzar de nuevo con Harry Myers.

Luces de la ciudad se emite hoy a las 18

00 por TVE-2. Yankis se emite por TVE-1 a las 22.45.

Todo este periplo coincidió, además, con el auge del recién llegado cine sonoro. Nadie se atrevía ya a fabricar cine mudo, pero Chaplin sí, Chaplin creía ciegamente en el poder de la imagen por sí sola; a lo sumo, música, mucha música para subrayar el drama de amor entre un vagabundo y una pobre cieguita que le cree un adinerado lazarillo.

Música compuesta por él, como ya siempre sería en el resto de filmes que dirigió, y además, La violetera, que hizo llorar a medio inundo en escenas cumbres como la final, la del descubrimiento de la verdad y la caricia en el rostro de Chaplin.

También aprovechó el cineasta el invento sonoro para potenciar el gag del sonido que produce en él el hipo tras tragarse un silbato. Y es que, al margen de la lacrimógena historieta de amor, Luces de la ciudad contiene, naturalmente, gags de pura antología, como los del salvamento en el agua o la del boxeo. En resumidas cuentas, será por el puntillismo con que la rodó, un puntillismo casi enfermizo, o por las inigualables dotes de genio inherentes a su persona, el caso es que Chaplin dio luz a una de las obras maestras de la comedia de todos los tiempos, un filme de 1931 que hoy, casi 60 años después, luce por primera vez en nuestras pequeñas pantallas. Enhorabuena.

Más allá de Chaplin, John Schlesinger y su Yankis, segundo tránsito televisivo de este melodrama bélico sobre amores entre muchachas británicas y soldados americanos a punto de partir al frente que, por su atractivo reparto, su elegante estilización y otros trucos para el corazón, se ganó abiertamente al público.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_