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Tribuna
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Acabar con el despilfarro inútil

El autor, ante el debate sobre el estado de la nación, ofrece una exposición de las altemativas económicas del Centro Democrático y Social (CDS) en este campo, y afirma que, en primer lugar, es necesario acabar con los despilfarros inútiles y dedicar todos los esfuerzos a terminar con los desequilibrios que sufre la sociedad española, al tiempo que defiende el menor intervencionismo posible.

Quien me lo ha explicado mejor fue un obrero de la construcción: "Hay que guardar siempre media cabeza libre para poder pensar", le advertía, en una taberna de Gràcia (Barcelona), a un compañero de charla, espiada por mí siguiendo los preceptos de mi tocayo Benavente.¿Preserva el Centro Democrático y Social (CDS) medio cerebro disponible para diseñar su filosofía social? ¿No se agota todo en promoción, organización y burocracia? ¿Tendrán razón, quienes nos acusan de tener un ideario económico equívoco en demasía?

Creemos poder demostrar en este papel la negativa a ambas cuestiones. El designio del presidente ha sido terminante todos estos últimos tiempos: dedicar gran atención a la preparación de programas. Desde el manifiesto hasta las ponencias con ocasión de los diversos congresos y asambleas, pasando por las posturas parlamentarias y las expresiones del pensamiento de sus políticos y economistas, componen ya un cuerpo doctrinal del que daré una versión personal en unos ejes claves.

Se parte de la preponderancia del papel de la economía libre y el mercado como los mecanismos que suelen ser más eficientes. Pero a diferencia del liberalismo ingenuo, ésta es una presunción que admite prueba en contra (iuris tantum): en las vertientes, por ejemplo, de la sanidad, de la enseñanza, de la previsión social o del suelo urbano pueden concitar otras soluciones. Una secuela es estar a favor de la desregulación productiva, de la distribución y del sistema financiero (coeficientes). De las regulaciones económicas pensamos, en síntesis, que deben ser las menos, sencillas y de viable y obligado cumplimiento.

Otra dimensión palmariamente liberal de nuestra doctrina es la asunción de la meritocracia que arranca ya del manifiesto fundacional. Joaquín Trigo lo ha expresado así: "El CDS no valora positivamente una igualdad establecida por abajo o una ausencia de posibilidades de mejora; al contrario, no habrá justicia si no se premia el mérito, el esfuerzo, el trabajo, la innovación y la asunción de riesgos".

El marco social de este principio de retribución al mérito individual es el de la igualdad de oportunidades basada en una atención prioritaria al sistema educativo y a la justicia, y en una sociedad como la nuestra, a la redistribución fiscal, sobre todo por lo que hace a la provisión de servicios sociales baratos (mejor que gratuitos). Una cosa es afirmar que el juego ha de ser realizado con espontaneidad y otra pensar que los vales estaban bien repartidos a su comienzo.

Desde estas ópticas, complejas, hemos de afinar mucho nuestra filosofía acerca del sector público, en cuyas manos depositamos funciones claves, pero que despojaríamos de cometidos superfluos cuando no perjudiciales. Estamos ya por la contención del sector público en la economía española: los resultados de 1987 en el sentido de absorber la mitad del crecimiento están fuera de lugar.

El sector público

Junto a esta contención, sobre todo estamos por la reconversión del sector público en profundidad. Nuestro Gobierno llevaría consigo tal reconversión a fondo, que pasa por la siempre pendiente reforma de la Administración central. Y tenemos ideas muy precisas sobre la reestructuración de las tendencias del gasto público:- Menor expansión del gasto corriente, poda de los superfluos, disminución absoluta -de las dotaciones de Defensa, drástica reducción de las subvenciones redundantes a empresas (profesor Lasuén). La contención del déficit y de la carga financiera no ha de derivar del aumento doble en la presión fiscal.

- En cambio, defensa de las prioridades sobre enseñanza, sanidad (que ha visto retroceder su peso en los últimos cuatro años) y justicia, cenicienta para mucho tiempo, siendo pilar de nuestro Estado de derecho. Mayores coberturas del subsidio de paro y de la aportación estatal al sistema de seguridad social para posibilitar un sensible descenso de las cotizaciones sociales en aras del empleo y de la expansión. Tasa superior a la del gasto público total para las inversiones en infraestructuras de transporte y comunicación. Las transferencias a los municipios, cuya economía debiera alcanzar como mínimo un 20% del total público, y a las autonomías, que propugnamos, debieran implicar ahorros consiguientes en el gasto central.

Sobre estas nuevas pistas cambiábamos la fisonomía del sector público en cuatro años. El lema general sería un Estado más eficiente, más barato: de nuevo el ideólogo Joaquín Trigo. Sin esta punción a fondo se comprometerá ya el futuro de la economía española, el lugar del sector privado y el papel creativo del público. Hay otro rasgo bastante ampliamente compartido en nuestras filas: la recesión y el estancamiento tienen un coste social muy elevado, y de ahí que nos inclinemos por fomentar un expansionismo razonable.

Vale la pena desarrollar el argumento (portavoz relevante: Rodríguez Sahagún).

Hay un potencial de crecimiento muy elevado en nuestra economía. Los factores ociosos son patentes. La capacidad ociosa del sistema productivo ha de ser recordada, puesto que tiende, por la incidencia de costes fijos, a tirar hacia arriba de los costes unitarios y, a un margen determinado, de los precios. Hay unos potenciales de ganancias de productividad que se conquistarán mejor con una economía expansiva.

Política monetaria

Desde esta óptica no podemos pasar de los fenómenos de demanda: no sentimos afición por la política monetaria restrictiva. Los fenómenos antes descritos implican una mayor compatibilidad entre expansión y estabilidad de precios. En cuanto a los salarios, estamos por el comportamiento positivo de los salarios reales, también para los mantenimientos del consumo. "Por una vez, lo que es justo es a la vez bueno económicamente" diría Galbraith. Por último, se ha revelado que la inversión y el consumo se han movido paralelamente en la última onda expansiva. Son apuntes del todo impresionistas. Mencionemos algunas líneas complementarias:- Hay que reconducir al interés general un cúmulo de situaciones de interés especial.

- Convendrá otorgar a la política económica un horizonte a medio y largo plazo, sobre todo por lo que hace a las reformas estructurales -transporte, sistema educativo, agricultura...-; en suma, por la corrección de despilfarros reales.

- Habrá que diseñar una política explícita de atención a las marginalidades crecientes con el cambio social.

- Nuestro europeísmo es radical. Pero habrá que conseguir, dadas nuestras especiales circunstancias de infraestructura, sociales, de empleo y de riqueza, una cierta autonomía para nuestra política económica (Lasuén, Punset).

- El nivel de tipos de interés reales imperante en nuestra economía constituye una amenaza para el proceso de inversión a poco que desciendan las expectativas de eficiencia del capital, lo que convoca a la conducta financiera del sector público.

- Se ven con preocupación los aumentos en el desequilibrio regional del país en esta presente fase.

Sirvan estas pinceladas para perfilar lo que pudiéramos denominar opiniones económicas mayoritarias en el seno del CDS, siempre en versión personal de quien no pretende representarlas.

Su elaboración y afinamiento avanza también de la mano del refuerzo que la economía y los economistas han registrado en los últimos tiempos en el seno del partido. Pero lo principal es la voluntad política de vestir con propiedad una alternativa liberal-progresista a la que ceder el paso dentro del confusionismo actual de las ideologías económicas imperantes.

Jacint Ros Hombravella es miembro del Consejo Federal del CDS en Cataluña y catedrático de Política Económica en la universidad de Barcelona

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