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Juste: "Temía que iba a morir, y lo aceptaba"

Once días después de haberse perdido en el desierto del Sáhara, en Mali, y seis días después de haber sido rescatado, Jorge Juste, participante en el Rally París-Dakar, llegó ayer a la capital senegalesa por carretera. Su compañero del equipo Prosegur-El Globo, Horacio Sainz, esperaba hacerlo anoche por ferrocarril. Juste dijo que habían vivido situaciones límite en el desierto, hasta el extremo de hacer reservas de orina. Él, personalmente, llegó a pensar en lo peor. "Temía que iba a morir, y lo aceptaba". El estado físico de Juste es, aparentemente, bueno, y asegura que Horacio está bien.

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Jorge Juste se encuentra, sin embargo, extremadamente delgado, no tiene excesivo apetito y no para de fumar. A su llegada picoteó un desayuno, forzado por su esposa y su hermana, y se dio un baño. Inmediatamente habló por teléfono con sus padres e hijos."Para mí ha sido la situación más extrema que he pasado en mi vida. Veía muy claro que había unas posibilidades muy altas de que no nos encontraran. Aceptaba la situación. Temía que iba a morir, y lo aceptaba. Es entonces cuando te das cuenta de las cosas que realmente valen en esta vida, y de las tonterías por las que te preocupas". Éstas son las impresiones que experimentó Juste en el desierto durante cinco días, no sabe cuáles, porque "yo los cuento por noches pasadas. El tiempo allí tiene otra medida. Una de ellas, por ejemplo, es notar como tu cuerpo se va debilitando".Todo empezó el 16 de enero, en una etapa de 630 kilómetros a través del desierto, en Mali:"En principio era muy sencilla porque el rumbo sur era casi constante. Al llegar a unas dunas buscamos el paso por la izquierda, dirección este. Aunque no fuera el camino idóneo como luego se demostró porque nadie pasó cuando nos quedamos tirados, no tenía por qué haber problemas".

Los primeros días

El Range Rover rodaba, calcula Juste, por encima de los 140 kilómetros por hora: "Era un suelo duro, bueno, con pocos cambios de rasante y casi nada de arena, muy poca, hasta que llegamos donde nos reventó una rueda. Paramos el coche y fue cuando empezó realmente a ir todo mal", cuenta Juste. El coche no arrancó, y, pese a múltiples, intentos, se quedaron estancados en el desierto. Cuando vieron que, más que perdidos, se encontraban incomunicados, quedaron a la espera. Pero por allí no pasaba nadie. EI rally seguía otro camino, paralelo, a 100 kilómetros de distancia, porque el paso correcto de las dunas era por el oeste. Llegó la noche, sacaron los sacos de dormir y quedaron a la espera. No conectaron la radio baliza "porque el primer día nunca se pone. El avión de reconocimiento no puede detectar la señal porque jamás se da a nadie: por perdido hasta dos días después". Pese, a ello, y porque eran conscientes, de que por sus propios medios no podrían salir, quemaron la rueda reventada por si el humo podía atraer a alguien. Fue al día siguiente cuando, a las siete de la mañana, tal y como mandan los papeles", pusieron la baliza. "En seguida pensamos que había que racionar el agua, teníamos unos seis litros, y la comida, aunque yo por la mañana había cogido bastante, como siempre, porque nunca sabes qué puede pasar. También sabíamos que había que conservar la energía al máximo. Todos los movimientos que hacíamos eran muy lentos".Ese día, el avión no salió en su búsqueda porque el equipo de asistencia, que se quedó en Tombuctu, no pudo comunicar con la organización, que ya había partido hacia la siguiente etapa. El segundo día, Juste y Sáinz hicieron un cobertizo con el capó apoyado en la parte trasera del vehículo "pese a que no hacía mucho calor porque había viento del norte y esa noche habían caído unas gotas de lluvia". El tercer día aumentó la angustia: "Esperábamos que nos estuvieran buscando, pero desconocíamos qué ocurría fuera".

El avión no les buscó ese día. Una tormenta de arena impidió su despegue. "Horacio y yo nunca llegamos a dramatizar la situación. Teníamos conversaciones más profundas de lo normal. Sí, quizá alguna vez comentamos que nos podía esperar una muerte dura". La situación, para ellos, era desesperada, "pero estábamos dispuestos a aguantar por lo menos hasta que la baliza se apagara, es decir, unos 10 días. Nos quedaba algo de agua, aún podíamos Utilizar la del radiador y comenzamos a conservar la orina en botes. Nuestro plan era hacer una casa, cuando la baliza dejara de emitir, con los dos capós del coche para aguantar un par de días. Después saldríamos al desierto para morir, pero intentando salvarnos". Fue sobre las 10.00 horas de la mañana del quinto día cuando oyeron un ruido y luego vieron el avión. Para describir este momento, Juste es parco en palabras: "Es díficil. Recuerdo que se nos olvidó toda nuestra lentitud de movimientos. Saltamos de alegría. El avión nos tiró primero una nota comunicándonos que un coche venía en nuestra búsqueda, y luego nos lanzó alimentos. Hasta que llegó el coche jugamos a los barquitos. Cuando vimos que se acercaba, empezamos a aplaudir. Luego, ya no dimos tanta importancia a todo lo que habíamos pasado".

Señales de vida

Durante esos cinco días, Juste y Sáinz observaron distintas señales de vida. Primero divisaron a lo lejos una caravana de camellos. Pero era el primer día "y las indicaciones son tajantes al principio: no se puede abandonar el coche". El tercer día vieron una manada de asnos salvajes. Les dio confianza " porque estos animales beben todos los días y necesariamente tenía que haber algún punto próximo con agua". El cuarto día, por la noche, observaron una luz lejanísima. Lanzaron bengalas. Nadie acudió. "Cuando contamos ésto en Tombuctu nos dijeron que habíamos salvado la vida, porque por ahí sólo pasan contrabandistas. Si nos llegan a ver, nos pegan un tiro y se llevan el coche". Juste, a su llegada a Dakar, tuvo noticias de que en España se ha llegado a decir que todo ha sido un montaje publicitario: "Me gustaría que quienes lo dicen se pasaran sólo una de esas noches en el desierto". Esta experiencia, dice Jorge Juste, va a marcar su vida: "Las personas no son conscientes de que la vida es muy corta, de que en cualquier momento te puedes morir. Cuando te enfrentas a una situación en la que ves la muerte tan clara es cuando te das cuenta de la importancia que puedes llegar a dar a tonterías, como pueda ser esta del montaje. Tampoco quiero que lo mío se vea como una hazaña, porque realmente no lo ha sido. Lo que sí es sorprendente es cómo el cuerpo humano puede autodisciplinarse. No, no me arrepiento de haber venido. El próximo año volveré al rally".

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