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Tribuna:LA EVOLUCIÓN DEL TIPO DEL CAMBIO
Tribuna
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El dólar en monipodio: lenguaraces y ciegos

En el verano de 1977, Michael Blumenthal, ministro de Hacienda de Estados Unidos, dijo, cuando el dólar estaba cayendo, que no pensaba intervenir en contra de la tendencia. Su actual sucesor, James Baker, 10 años después, acaba de afirmar que el dólar debe seguir bajando. Para el autor, entonces como ahora, los especuladores no han podido resistir el guiño y la invitación: rendidos a los pies del ministro de turno, se han entregado a la orgía especulativa contra el dólar.

Ronald Reagan afirmaba hace un mes, sobre la actitud de cierta prensa, que si le vieran una mañana andar sobre las aguas del Potomac se limitarían a hacer un comentario displicente: "Claro, eso lo hace Reagan porque no sabe nadar". Lo más chusco es que está empezando a parecer que sintonizar esa melodía es buena recomendación para que le hagan a uno secretario del Tesoro o estar dispuesto a representar al frente del departamento financiero de Estados Unidos el papel que haría un agente sagaz y coherente del KGB que lograra infiltrarse hasta alcanzar tan alta responsabilidad.Sólo hay dos Estados en el mundo que, como tales, se benefician de la caída libre del dólar: la Unión Soviética y Suráfrica, que son los productores del oro, cuyo precio se mueve inversamente al curso del dólar, con independencia de excepciones coyunturales. Así, a más baja cotización del dólar más capacidad de compra, frente a Estados Unidos y el mundo, de los productores del metal precioso.

Los europeos parecemos durante estos días entretenidos, en dar pataditas a Estados Unidos en nuestro propio trasero, pues no otra cosa significa clamar desde aquí contra el déficit comercial americano, ya que, si nos hacen caso, no tendrán otro remedio que equilibrar su balanza, que eso es precisamente, y aunque no nos estemos dando cuenta, lo peor que nos podría ocurrir. Efectivamente, el déficit comercial norteamericano es una consecuencia del papel de locomotora de la economía mundial asumida por Estados Unidos de la era Reagan, que está tirando de la economía europea, de la japonesa y de la de los países emergentes del sureste asiático. Otra cosa es el déficit presupuestario, fruto del amor al gasto de los miembros del Congreso, al que ya no tendrán más remedio que hacer frente, aunque su su presión también produce efectos deflacionistas para nosotros.

Dos caminos hay para reducir el déficit comercial americano y los dos son malos para los europeos, aunque uno es peor que el otro. El más benévolo, pero de consecuencias devastadoras para nuestras economías, sería que Estados Unidos se pusiera en serio a exportar, porque una cosa tiene que quedar clara: a los actuales tipos de cambio y aun a un 10% más alta la cotización del dólar, los productos americanos son ya demoledoramente competitivos para Europa, y lo único que nos está salvando es que los americanos, contra lo que cierta propaganda política quiere hacer ver, no sólo no son imperialistas, sino que son el país del mundo que más mira hacia dentro y menos hacia fuera.

Es decir, si al tipo de cambio actual del dólar o un 10% más, los americanos asumieran la agresividad exportadora de la que hoy carecen, barrían. Lo malo del asunto es que no paramos de decirles que eso es precisamente lo que tienen que hacer. Pero hay otra cosa más grave; con la presión internacional que se está haciendo para que Estados Unidos reduzca el déficit comercial estamos cargando las baterías defensivas de los miembros del Congreso americano, en cuya Cámara de Representantes se está discutiendo desde hace meses una llamada ley de comercio de claras intenciones proteccionistas.

Déficit americano

Es decir, que estamos tan molestos con el déficit comercial americano, de tan benéficos efectos para nosotros, que les vamos a obligar a repartir los esfuerzos entre aumentar sus exportaciones y disminuir sus importaciones, y, si malo es lo primero, mucho peor todavía es lo segundo, y esto es particularmente digno de ser considerado en un país como España, cuya economía sólo puede salvarse si las corrientes de comercio internacional no aflojan y la ventaja comparativa nos permite hacer algo para lo que estemos relativamente bien dotados, aunque lo hicieran mejor los demás.

Este principio según el cual cuando las corrientes de comercio internacional no están perturbadas artificialmente, siempre habrá cosas que puedan hacer competitivamente hasta los países de productividad más baja, es lo que viene permitiéndonos exportar en los -últimos lustros en renglones en los que son más competitivos los países que nos compran. Lo lamentable de la cuestión es que se juzgue al déficit comercial americano con los mismos patrones con los que se juzgaría el de otro país, cuando no cabe el mismo tratamiento analítico, puesto que Estados Unidos es el emisor de la única moneda, el dólar, que, por circunstancias no sólo económicas, sino también geoestratégicas, es y está destinada a seguir siendo la única moneda de reserva, en serio, en el mundo. Ni puede ser seriamente moneda de reserva el marco alemán al estar emitido por un país que, pese a su potencia económica, en caso de conflagración bélica, puede ser paseado por los tanques rusos en sólo unas horas, ni el yen japonés, emitido por un país cuya única garantía de crecimiento económico es que las transacciones comerciales internacionales no se vean súbitamente interrumpidas por una guerra, al carecer de recursos naturales y depender en tan alta medida de la exportación.

Por eso, en la medida en que el dólares, y no puede dejar de serlo por ahora, la única moneda de reserva en serio, y la gente esté dispuesta, y lo está, con independencia de los acontecimientos coyunturales, a mantener dólares en su poder como un medio de conservar riqueza, Estados Unidos es el único país del mundo que puede tener un déficit comercial crónico. Pero la estulticia humana no tiene límites y la de ciertos europeos parece infinita, bien es verdad que con la ayuda del secretario del Tesoro americano de turno.

es economista y secretario general de Confemetal.

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