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La futura serie 'El olivar de Atocha' narrara la vida cotidiana previa a la guerra civil

La serie El olivar de Atocha, que ayer comenzó a grabarse en Prado del Rey, supone, según los directivos, un reto a la capacidad de TVE para mejorar los rendimientos de la producción y para recuperar un género de programas de ficción muy deficitario en las producciones propias del ente público, casi inexistente desde hace una década. Las series británicas como Arriba y abajo son uno de los modelos que se propone seguir el director Carlos Serrano para esta producción de 26 horas escrita por Lola Salvador, ambientada en Madrid desde finales del siglo pasado hasta la guerra civil.

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La dirección de TVE está expectante porque esta producción, congelada durante dos años para readaptar su plan de rodaje y abaratar los costes -los guiones fueron encarga dos hace cuatro años- pone a prueba el talento de los profesionales y la política de los nuevos responsables de aumentar el volumen de la producción y su calidad sin elevar los costes. El serial se graba desde ayer en el estudio 10 de Prado del Rey. Los responsables quieren con seguir durante los nueve meses de grabación un rendimiento útil de aproximadamente ocho minutos diarios frente a los 4-5 minutos que se están obteniendo en producciones de vídeo de este género. Los directivos han dado todo tipo de facilidades. Se estrenarán nuevas cámaras de estudio, y como prueba de esa generosidad, se cuenta en TVE que el director de fotografía o iluminador, Rafael Casenave, se ha traído de Los Ángeles unos filtros especiales para las producciones en vídeo que suavizan la dureza e incisividad de las imágenes. El presupuesto por episodio de 55 minutos ronda los 10 millones de pesetas, según Jesús González, jefe del servicio de planificación de producción vídeo. Pero este presupuesto sólo imputa los costes externos a TVE, contratación de actores y otros servicios o prestaciones, y excluye los costes internos de personal fijo de plantilla y medios técnicos. Unos y otros insisten, no obstante, en que se trata de una producción de coste medio. TVE ha levantado detrás de la Casa de la Radio un decorado para rodar todas las secuencias que se desarrollan en los exteriores de la casa de los protagonistas, el ebanista Antonio (interpretado por Nacho Martínez) y su mujer, doña Manolita (Enriqueta Carballeira), y donde viven otros personajes principales, como la portera Vicenta (Marisa Paredes), en torno al taller de la familia.

El equivalente más próximo de esta producción serían las telenovelas, un género que se extinguió en TVE a mediados de los años setenta, cuando se emprendía la transición a la democracia, pero que en su variable de telecomedias o comedias de situación sigue en alza en las televisiones anglosajanas y que constituye el modelo a seguir por el director, en particular Arriba y abajo, porque allí, como en El olivar de Atocha, conviven dos grupos: el de la familia protagonista, de clase media, y el de los obreros.

'Olía a despensa'

El director, Carlos Serrano, cree que la razón de la decadencia de las telenovelas, subgénero de los dramáticos, está en que "todo era o parecía muy viejo, eran programas que olían a despensa y quizá se había caído en la rutina. Aquellas producciones se consideraban insoportables. Pero no tiene por qué ser así. Los ingleses las hacen todos los días, y ahí están". El director tiene que superar varias dificultades, como la carencia de acción al estilo de los seriales norteamericanos. "Los técnicos que ven los ensayos comentan: 'Aquí no pasa nada'. En esto consiste precisamente", dice Serrano, "porque el espectáculo ha de ser el ambiente que se crea, los diálogos y, sobre todo, los actores. El relato es tranquilo, pausado, y se configura en torno a una docena de personajes principales".

Otra de las dificultades nace precisamente de la caracterización de los personajes más estables, algunos de los cuales "viven en la serie hasta 38 años, como sucede con Antonio y con Vicenta". Pero, al mismo tiempo, el director quiere que los objetos, los trajes, etcétera, sean como una especie de "documental paralelo" que informe de las características de la época, y en este sentido se ha ido efectuando un meticuloso trabajo de documentación. En El olivar de Atocha se vivirá la llegada de la electricidad y del agua a las casas de Madrid. "En televisión se habla llegado al absurdo", subraya el director, "de que todo el mundo iba vestido de fiesta y llevaba pelos de fiesta aunque fueran personajes muy cotidianos".

Otra dificultad nace de los retoques efectuados sobre los anteriores guiones: los rodajes en exteriores han sido reducidos a la mitad, de manera que el 90% de la serie se desarrolla ahora en interiores.

La tercera dificultad proviene de esos espacios interiores. "Queremos recrear una atmósfera cromática muy realista. Aquí hay costumbre de iluminar con mucha luz, para que todo se vea muy bien y para facilitar la toma de las cámaras. Los decorados eran enormes, a tamaño natural o mayores. Nosotros", concluye Serrano, "queremos huir del colorín, de esa estética del tuttifrutti, efectos que el vídeo acentúa. Potenciaremos la utilización de fuentes reales de luz que creen zonas de sombra y de penumbra".

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