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Entrevista:

Cavaco Silva, un fenómeno sociológico

Conversación con el primer ministro portugués en su retiro del Algarve

Después de su arrolladora victoria electoral del pasado domingo, el primer ministro portugués, Aníbal Cavaco Silva, fue a descansar en su casa de la playa de Montechoro, en la costa sur de Portugal, entre la reunión del Consejo de Ministros del martes y el consejo nacional del Partido Social Demócrata (PSD) del viernes. Allí recibió a EL PAIS para mantener una conversación en la que no quiso abordar las misiones inminentes de su Gobierno.

Aníbal Cavaco descansa en un chalé modesto, con un pequeño jardín y una pequeña piscina, separado por escasos metros de césped y una cerca baja de la calle principal de la pequeña localidad de la costa del Algarve, ruidosamente invadida por los turistas, británicos en su mayoría en esta época del año. Dos números de la Guardia Republicana colocados a ambos lados del portal, dos agentes de seguridad vestidos de paisano y algunos periodistas que merodean por los alrededores son las únicas señales visibles de la presencia próxima del jefe del Gobierno portugués.El hombre que hace días obtuvo el respaldo de la mayoría de sus compatriotas no escogió para estos días de descanso y trabajo un refugio de lujo ni algún bunker inexpugnable. Optó por un regreso a los orígenes, a pocos kilómetros de su pueblo natal, Boliqueime. Cavaco Silva está sólo con su mujer y ha cambiado el traje y la corbata impecables por unos pantalones cortos, una camiseta y unas sandalias de goma.

Un 'superstar'

Se ríe cuando se le pregunta cómo se siente en su nuevo papel de superstar, con fotografías en las portadas de toda la Prensa internacional y solicitado de todas partes para ser entrevistado. Asegura que una de las razones de su triunfo electoral es, precisamente, no tener "tejados de vidrio": ha mantenido siempre, con su familia, el mismo tren de vida, confortable pero sin ostentaciones de nuevo rico. Seriedad, honradez y dedicación al trabajo son, en su opinión, cualidades que la mayoría del pueblo portugués aprecia sobre todas las otras en sus dirigentes.Otras son la sinceridad y la convicción que sabe imprimir a su discurso político, sencillo y al alcance de todos. Cavaco Silva asegura que sólo dice "aquello de lo que está íntimamente convencido" y que por esto no cae nunca en contradicciones. Piensa que un político debe ser realista, pragmático, pero dentro del respeto a unos principios éticos claramente enunciados. Dice lamentar que la mayor parte de "los políticos de nuestra plaza" no hayan querido admitir estas razones objetivas de su popularidad, hayan centrado su campaña electoral en ataques personales y procesos de intenciones.

Le han facilitado la victoria, "porque el pueblo portugués tiene un sentido innato de la justicia" y sabe distinguir la crítica de la maledicencia", pero lo lamenta para el futuro, porque la oposición es necesaria, y para ser eficaz debe, en primer lugar, reconquistar "respetabilidad y credibilidad". Y para esto debería analizar seriamente lo que aconteció en los comicios, con realismo, "sin dogmas", porque un personaje que moviliza más del 50% de la población supera el plano de la interpretación política, ideológica; merece un análisis sociológico porque es, si no un cambio, la señal de una voluntad de cambio.

Fin de la estabilidad

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Un cambio en relación a la inestabilidad de los últimos años: Cavaco Silva repite, como lo hizo en sus discursos, que "es del más elemental sentido común que ningún país, ninguna sociedad puede proseguir con 16 cambios de Gobierno en 13 años". Pero rechaza que se trate de un reflejo conservador, de una actitud típica de la derecha, de la busca de la estabilidad por la estabilidad.Para Cavaco Silva, el maniqueísmo izquierda-derecha ya no tiene sentido, y los resultados de los comicios lo prueban. Han votado en su favor electores de todos los partidos y también militantes de todas las fuerzas de la izquierda, para apuntalar un Gobierno que iba mejor que los anteriores. Recuerda que el PSD ha ganado en Marinha Grande, símbolo de la resistencia del obrerismo portugués a la ascensión del salazarismo.

En los primeros meses de su anterior mandato, cuando decidió acabar con las subvenciones estatales a varias empresas, pasó tal vez el peor momento de su vida política. "La patronal fomentaba la agitación, y con el pretexto de defender los puestos de trabajo, las empresas habían sacado del erario público miles de millones de escudos. Cuando se han convencido de que estaba firmemente decidido a acabar con esto, patronos y obreros han empezado a replantearse seriamente la reconversión. Algunas empresas han cerrado, otras se han modernizado, han surgido nuevas pequeñas empresas como las de moldes de plástico, que van bastante bien y empiezan a exportar, por ejemplo, a España. Marinha Grande empieza a renacer".

Esta convicción de comunicar directamente con los sentimientos, las aspiraciones profundas del pueblo, hacen que sus colaboradores íntimos elogien el extraordinario olfato de Cavaco Silva y que sus adversarios lo acusen de mesianismo con inclinaciones no autoritarias, sino dictatoriales. Estas acusaciones irritan a Cavaco Silva más que todas las otras: afirma que aprendió con Sa Carneiro "a procurar hacer lo que se espera que yo haga".

Afirma que la naturaleza del PSD, su implantación en todo el país y en todas las clases, el hecho de ser "un partido abierto, con poca ideología", es un triunfo importante, pero quiere continuar para contactar directamente con las realidades del país. Este tecnócrata no confía totalmente en el trabajo de gabinete por más exhaustivo que sea: cree que hay que ver los problemas, escuchar las reivindicaciones; "no sólo las quejas que hay, sino la forma en que la población las expresa". Pero rechaza con indignación que a esto se pueda llamar populismo.

Reconoce que la gran masa que votó por él tiene un gran deseo de consumismo, de acceder lo más rápidamente posible a niveles de vida más semejantes a los restantes países de la CEE, al modelo de consumo de la vecina España. Y esto no es posible de la noche a la mañana.

Cavaco Silva admite que si hay dificultades económicas podrá haber reacciones de frustración, pero piensa combatirlas con una llamada al esfuerzo individual y colectivo, nunca con medidas autoritarias. Dice que no es autoritario que tiene el sentido de la autoridad, que es diferente. Piensa que el papel del Gobierno es el de respetar y hacer respetar la autoridad democrática del Estado, y que esto es bien comprendido porque "a nuestro pueblo le gusta saber quién manda".

Le sorprende que pueda existir, como existe de hecho en los medios de izquierda, el miedo a una caza de brujas, de despidos por motivos políticos, y promete intervenir severamente si se producen. Para precisar luego en relación a la información, por ejemplo: "Cada uno es libre de tener sus opiniones, pero no admitiremos sabotajes. Tenemos un programa que cumplir y no toleraremos que intenten impedírnoslo".

Ataques de ambos lados

El primer ministro portugués piensa también que en el futuro inmediato los más duros ataques, aunque solapados, no vendrán necesariamente de la izquierda. También los duros de la patronal han criticado su primer gobierno y quieren un liberalismo salvaje que él, como socialdemócrata, rechaza.La charla termina con una referencia a España. Cavaco Silva dice que las relaciones entre los dos Gobiernos son buenas, que hay mucho que hacer en común y que admira el realismo de Felipe González.

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