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LA EXTREMA IZQUIERDA FRANCESA

Trotskistas en Francia

Residuos de la izquierda de los años sesenta, su activismo inquieta al Gobierno Chirac

Lluís Bassets

LLUIS BASSETS El trotskismo es lo único que queda del izquierdismo pujante en los años sesenta en Francia. El invierno negro de Jacques Chirac y las movilizaciones estudiantiles y obreras que han liquidado el programa rabiosamente liberal de la mayoría conservadora se deben, según muchos políticos de la derecha, al trotskismo. En plena movilización juvenil, Charles Pasqua denunciaba ante sus partidarios la actuación de "izquierdistas y anarquistas de toda ralea". El ultraconservador Le Figaro Magazine titulaba "Los trotskistas preparaban las huelgas desde hacía un año". En la Asamblea Nacional, el ministro de la Seguridad, Robert Pandraud, denunciaba, a su vez, a los militantes de la Liga Comunista Revolucionaria como autores de los enfrentamientos violentos.

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Una nómina nutrida

Según Alain Krivine, dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria, "es una actitud clásica de la derecha intentar, explicar los movimientos sociales por un compló exterior al movimiento". El ya veterano dirigente trotskista asegura que "responde a una voluntad deliberada de encontrar chivos emisarios misteriosos, para suscitar miedo". "Realmente nos hacen un gran honor", añade, "pero creemos que no hemos sido nosotros los responsables de la amplitud y de la energía de estos movimientos".

Pero el supuesto resurgimiento del trotskismo en Francia no es únicamente un espantajo exhibido por los sectores de la derecha menos propicios a los análisis de las realidades sociales. La crisis del partido comunista y el desengaño de los cinco años de gestión socialista han abierto un espacio, según muchos analistas, que puede intentar llenar la extrema izquierda.

Credibilidad

Para Arlette Laguiller, dirigente de Lutte Ouvrière, el redescubrimiento del trotskismo responde a una realidad. "En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 1981 ", dice, "pedimos el voto para François Mitterrand, aunque advertimos que nada cambiaría, pero quisimos ser solidarios con los trabajadores que votaban socialista. Ahora no lo haríamos. Mucha gente debe acordarse de nuestras advertencias. Por eso hemos ganado credibilidad. Sí, recogemos a los decepcionados del socialismo. Nosotros no hemos tenido crisis. No ha bajado el número de nuestros militantes y hemos aguantado muy bien estos años".

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El propio Krivine, sin embargo, considera que hay una especial sintonía entre la tradición trotskista y los recientes movimientos sociales. "Somos una organización muy minoritaria, pero en perfecta sintonía con las preocupaciones de estos movimientos. La desconfianza hacia los aparatos políticos y sindicales, la autoorganización a través de asambleas, comités de huelga y coordinaciones nacionales, concuerda perfectamente con lo que nosotros hemos propugnado siempre. La gestión democrática y unitaria forma parte de nuestro programa. Hemos jugado un papel, por tanto. No hemos dirigido. El movimiento se dirige a sí mismo. Por supuesto, una organización como la LCR está mucho mejor cuando hay movimientos sociales".

Los grupos trotskistas no sólo son el único resto de la izquierda sesentayochista. Han sido incluso un pequeño vivero de experiencias y movimientos que han irrumpido en la década de los ochenta. Un grupo de militantes de la LCR, encabezados por Julián Dray, se incorporó al partido socialista a principios de la década actual.

Este grupo tuvo luego un papel fundamental en la creación del movimiento Sos-racismo que ha conseguido movilizar a los jóvenes contra los brotes de racismo y de xenofobia, y que ha tenido un protagonismo importante en la movilización de los bachilleres. Otro grupo, encabezado por Jean-Christopher Cambadelis, se fraccionó del Partido Comunista Internacionalista para incorporarse el pasado verano al partido socialista.

'Entrismo'

El grupo de Cambadelis, denominado Convergencias Socialistas, consiguió el relanzamiento del sindicalismo estudiantil en la Unión Nacional de Estudiantes Franceses, independiente y democrática. La Unef-id tuvo un papel decisivo en el lanzamiento y en la dirección del movimiento estudiantil. Algunas interpretaciones de la derecha han pretendido analizar el papel de los trotskistas en términos de entrismo, la vieja táctica propugnada por Trotski con relación a la Sfio. Según Daniel Gluckstein, dirigente del Partido Comunista Internacionalista, "si ha habido entrismo ha sido el de los socialistas en el PCI". En cuanto a su partido, "el trotskismo no es una táctica secreta ni utiliza el entrismo como táctica", asegura. Jean-Christophe Cambadelis, por su parte, asegura: "No hacemos entrismo, porque significa volver a salir para construir el partido revolucionario, y éste no es nuestro propósito".

"Nosotros hemos roto con el trotskismo y nuestros objetivos ya no tienen nada que ver con los del PCI", afirma Cambadelis, y explica así la configuración política de su grupo. "Hemos abandonado el leninismo, sin dejar una base marxista. Pero Convergencias Socialistas ya no existe después de nuestra entrada en el PS. Es únicamente un boletín semanal y un centro de estudios y de formación. No hay organizaciones de base, ni es una corriente del PS. Convergencias Socialistas, en sus trabajos previos a la incorporación al PS, elaboró una estrategia democrática de transición hacia el socialismo, próximo al eurocomunismo. Rechazamos la estrategia del partido de vanguardia, pues la militarización del partido mata la democracia interna, y concluimos que el PS era la única formación capaz de batir a la derecha.

Según Cambadelis, su grupo se ha convertido en el punto de mira de los sectores más reaccionarios del Gobierno: "Preveo una campaña de la derecha contra la gente que entramos en el partido socialista. La comisión de investigación parlamentaria sobre los incidentes de diciembre tiene como objetivo denunciar un supuesto compló entre los revolucionarios que han entrado en el PS y el presidente de la República".

Para Alain Krivine hay algo más serio que las explicaciones mecánicas al resurgimiento de los movimientos sociales de este invierno: "Algo se mueve en Europa. Hay una crisis muy profunda. No es una crisis gubernamental pero sí toda una política que está desacreditada. La crisis alcanza además a la dirección del movimiento obrero y a la pro pia derecha, cuya fuerza es únicamente la debilidad de la izquierda. Por eso resurge la extrema ecrecha. Nosotros queremos construir una tercera fuerza entre el PSN, el PCF. Hay muchísima gente que ha salido del PC y del PS y que se reconoce en un proyecto de izquierdas".

Polo de atracción

Cambadelis asegura que la evolución de su grupo va a producir alguna repercusión en el propio partido socialista. "Es evidente que la emergencia en el PS de militantes con sensibilidad por los movimientos sociales y con criterios marxistas, en el marco de la crisis del PCF, hace aparecer un nuevo polo de atracción en la izquierda. Pero no desea situar de nuevo el debate entre socialdemócratas y socialismo auténtico.

"Estamos por un partido orgánico que agrupe todas las tendencias de los movimientos sociales. Hay cosas correctas entre las que los socialdemócratas. Pero es cierto que ha habido un retroceso de los socialistas en relación a los socialdemócratas dentro del PS y lo que podemos constatar es que no es posible recuperar el poder sólo con los socialdemócratas, sino con un partido amplio que cubra todos los aspectos de la sociedad, un partido de sociedad".

Cambadelis y muchos de sus antiguos compañeros del PCI se han incorporado en la corriente A (miterrandista), "porque el auténtico envite se produce en torno a la figura del presidente de la República". Sus posiciones se han reforzado con los recientes movimientos sociales y no es extraño ver incorporado en el discurso socialista el énfasis que pone el joven miembro de la directiva socialista y antiguo trotskista en la importancia de lo social frente al economicismo, en la lucha por la igualdad de derechos y en el combate contra el neoliberalismo. "Nuestra posición se define, sobre todo, por el énfasis que ponemos en la sociedad. El economicismo lleva a una sociedad inestable y desestructurada. Hay que hacer entrar lo social y sus elementos de cohesión en la economía. En todo proceso económico hay que incluir un avance social. Si se desea flexibilidad hay que hablar del reparto de los beneficios que produce esta flexibilidad. ¿Cómo hablar de productividad sin innovación tecnológica" Ésta es la cuestión central. ¿Y cómo garantizar la innovación sin investigación, en la que el papel del Estado debe ser fundamental"?

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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