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"Habemus rock Papam"

Juan Arias

"Habemus rock Papam" ("Tenemos un Papa rock") ha escrito el diario Libération. Y ha sido cierto, porque ayer por la tarde, en el gran estadio de Gerlannd, en Lyón, lleno a rebosar por 70.000 jóvenes católicos llegados del centro-este de Francia, el encuentro con el papa Juan Pablo 11 fue, por vez primera en estos viajes, a ritmo de rock.

Para organizar el espectáculo, el cardenal arzobispo de Lyón, Albert Decourtay, convocó al realizador Benard Smith. Los compositores Gerard Betents y Jean Paul Prat prepararon dos discos para la ocasión con las canciones Levántate y anda y Te amo con ritmo rock. Imprimieron 30.000 discos, que fueron vendidos en el estadio a 500 pesetas cada uno. Todo el acto fue una mezcla de sagrado y profano. Los jóvenes hacían preguntas al Papa como éstas: "¿Por qué la Iglesia no está más cerca de nuestros problemas?"; "¿Tú nunca dudas de tu fe?". Juan Pablo II les respondía. El Papa ya conocía las preguntas antes de salir de Roma y sus respuestas fueron dadas en el discurso más largo -y también el más simpático- de los 11 que: pronunció ayer.

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Juan Pablo II estaba en un trotito a tres metros de altura. Pantallas gigantes proyectaban primeros planos de la ceremonia en las cuatro esquinas del estadio y en tina tarima situada metro y medio más abajo del Papa 50 bailarinas hicieron exhibiciones de expresión corporal. Y 700 jóvenes, que llevaban haciendo pruebas desde hace meses, se iban transformando como un mosaico humano en espigas de trigo, ramos de olivo y otras figuras simbólicas, mientras todo el estadio se iluminaba constantemente con reflejos de luz de 1.000 colores, como en una grari discoteca moderna.

El Papa les dijo a los jóvenes antes de dejar el estadio que no debían tener dudas ni miedos, que debían estar siempre "en pie mirando hacia el futuro", y lies dio el encargo solemne de ser sus testigos para anunciar a Cristo en medio de la sociedad secularizada francesa. En ese mornento los 70.000 jóvenes se cogieron de la mano mientras el estadio, que se había oscurecido, se ence:ndió con la luz de miles de antorchas. De allí el Papa subió a la colina Fourviére, sobre la orilla derecha del Saone, desde donde bendijo a la, ciudad. Todas las ventanas de: Lyón, por petición del cardenal, se: habían convertido en nrinúsculos altares iluminados por velas, vendidas a 600 pesetas, y cuya recaudación será destinada a llevar este invierno botellas de leche a los niños polacos. En ese mornento, en la orilla del otro río que atraviesa la ciudad, el Ródano, estalló una fiesta de "luz y sonido", patrocinada también por la curia y organizada por la banda de 230 personas del conjunto rock del famoso cantante francés Jean-Michel Jarre. El espectáculo se extendía como una cinta de luz por dos kilómetros de río. El ritmo ensordecedor de la música sacudía a toda la ciudad y los fuegos artificitales eran visibles a 40 kilómetros. Ante aquel espectáculo, Juan Pablo dijo que la ciudad iluminada por la luz de las velas debía ser signo del "fuego del Espíritu Santo".

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