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Tribuna
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El debate ideológico en el PSOE

Es de una importanc¡a extrema la noticia de promoción, en el seno del partido de don Felipe González, de un debate ideológico, cuando se trata del más importante partido del espectro político, con la responsabilidad del poder central, con el Gobierno de 12 de las 17 autonomías, con más de 60.000 cargos públicos, repartidos por todos los niveles no sólo de la Administración sino incluso de parcelas que indirectamente dependen de ella, y con el respaldo de nueve millones de votos y el apoyo de la Internacional Socialista.Las posiciones que afloren en ese debate, los análisis, los enfoques y las conclusiones son de una importancia vital para nuestra democracia y para nuestra comunidad. Servirán para que sepamos qué ocurre en su seno, por encima de la anécdota periodística, la frase latigazo, la muletilla más o menos ingeniosa y la manipulación informativa que generalmente adorna siempre los temas políticos.

Son muchos y poderosos los que piensan que no es bueno que se desmadren las mentes y las ilusiones, y por ello sería de lamentar que todo este revuelo sea una cortina de humo para distraer la atención de tanto problema irresuelto, o de tanta contradicción desvelada, o una ceremonia de cara a la galería, con la que intentar dar posible arropamiento teórico a una práctica política cuya contemplación sume a muchas gentes de buena fe en la estupefacción, o que sea el intento de búsqueda de una coartada, con apariencia intelectual e ideológica, para justificar lo que, mientras no se explique, es, hasta ahora, realmente incomprensible a la luz del socialismo o del progresismo más cicatera y modosamente interpretado.

Es imprescindible ese debate, lo suficientemente amplio, en su temática y participación, como para que tengan en él cabida las opiniones de la izquierda sociológica, de fuera del partido, reflejada en millones de votos de no militantes, en sereno contraste y en elocuente discusión pública, no reduciendo las aportaciones a las consabidas voces de los nuevos teóricos oficiales y protocolizados del socialismo de la modernidad.

A algunos nos sobran motivos de desconfianza, que ensombrecen la esperanza desatada, en cuanto a la intención, el contenido y la finalidad de la iniciativa, con repasar y analizar el seleccionado núcleo de los componentes de los equipos javeanos y el resultado, bien fácil de adivinar, de sus exploraciones, postulando las habituales tesis del pensamiento sociológico y político que viene manteniendo el cerrado órgano teórico del partido del Gobierno, la revista Sistema, financiada por el PSOE, de obligada adquisición por ciertos militantes y bien restrictiva a la hora de abrir sus páginas a los otros. Claro es que la ver dad no dialoga jamás con el error, según la vieja práctica vaticana.

El otrora ministro

Es evidente que un debate ideológico sincero y profundo representa para todos los en él intervinientes, que sean mínimamente responsables, una gran dificultad, pero sobre todo para quienes previamente, sin esperar a éste, despreciándolo o eludiéndolo, y dejando de lado las palabras demagógicas que el viento arrastra, ya han optado de hecho por un modelo de ¿socialismo? atlantista-americano, de interpretación neoliberal de la economía, de democracia política interna y externa, controlada, delegada y burocrática, y por una política con aires de populismo interclasista, sin perjuicio de que ahora, a la luz de los resultados electorales y de una inocultable frustración en los objetivos, se quiera renegar de ciertas tesis económicas en la cabeza de turco del entonces responsable ministerial, hoy molesto y hasta ayer ensalzado, que parece ser el nuevo chivo expiatorio de todo lo que ha resultado fracasado.

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Para quienes en su día también optaron, por considerarlo más eficaz, por un modelo de partido caudillista y oligárquico, dividiendo la organización en sectas y bandas, en nosotros y ellos, amigos y enemigos, fieles y réprobos, va a ser difícil convencer de que la política -tanto sea la del área económica, autonómica, constitucional, social o internacional- que se ha desarrollado era la marcada a su gusto por el responsable de cada área y no era, como es público y notorio, dirigida por el presidente del Gobierno y ejecutada fielmente por sus ministros.

Es de todas formas buen y alentador síntoma el que se sienta al fin un atisbo de esa humilde autocrítica tan reclamada por Izquierda Socialista, y que a la vista del pistoletazo de salida dado por los socialdemócratas alemanes en su último congreso pueda hacerse realidad. Mas deberán acostumbrarse las organizaciones, todas, fuere cual fuere su esencia ideológica, a tener dinámica propia y a no tener que esperar a que Bonn, el Kremlin o el Vaticano, cuando no la Casa Blanca, den la señal y levanten el veto para poder pensar por cuenta propia, y también para poder hacer por sí mismas.

El debate podría comenzar por un balance de la tan entusiásticamente alabada transición española -que algunos dan alegremente por culminada- para conocer cuál ha sido el comportamiento y el fruto político y económico recogido en ella y de ella por las diferentes fuerzas políticas, económicas y sociales del país y del extranjero que se han movido tras algunas de ellas, pues, sin minimizar jamás la libertad alcanzada, a lo peor esa libertad y el resto de los valores constitucionales no alcanzaron tan justamente a todos, cuando la igualdad, la solidaridad, el bienestar, la reparación de la injusticia, la corrección del privilegio y el abuso no sólo no se han visto impulsados, sino que la propia transición ha constitucionalizado y consolidado las situaciones más repudiables, por aquello de que tuviéramos la fiesta en paz, que para algunos no ha sido tanta fiesta ni tanta paz idílica, y el sacrificio y el beneficio no han sido igualmente soportados y percibidos, según lo prueba el más ligero balance.

Ahora que se maneja tanto como valor político la imagen y la credibilidad, con desprecio de la coherencia y el rigor, cuando triunfa inevitablemente la apariencia sobre la esencia, en un planteamiento publicitario-mercantil, algunos destacados políticos tienen, en este próximo debate, la ocasión de recuperar buenas dosis bien perdidas de ambas, pues a lo largo de su desarrollo podrán explicarnos, a quienes seguimos sin entender, si se han de valorar como una cuestión de habilidad, cinismo o conversión sincera sus copernicanos cambios de posición, pues hasta la fecha las grandes decisiones, que nos han perturbado colectivamente y traumatizado individualmente y que han ido modificando aceleradamente las posiciones más tradicionales del partido de Pablo Iglesias, ha de reconocerse paladinamente que se han tomado sin ninguna discusión previa, por la decisión personal del líder carismático, con el apoyo incondicional de sus fieles, y tras esta reducida elaboración han sido luego trasladadas e impuestas al resto de la organización, incluso respondiendo represivamente a cualquier resistencia a su asimilación.

Como al parecer ha llegado la época de la razón y del debate, ahora en que a nadie se le ocurriría pedir la fe del carbonero ni hacer imperar el dictado del "a obedecer y a callar", debernos estar honestamente abiertos a escuchar y a dejamos convencer, para entender por qué ignoradas razones y por el impulso de una escogida y doctoral elite se ha pasado de hecho y con hechos bien concretos, según la generalizada, apreciación del ciudadano, del socialismo al liberalismo, de la política de izquierda a la política de centro, del concepto de partido democrático de clase y de masas a la organización aristocrática técnico-política de escalafón y oficio, y por aquello de huir de la vieja imagen del obrerismo, siempre necesitada de revisión, se ha caído en la disputa por el espacio político del populismo patriotero, reflejada en esos eslóganes de arenga barata de "España es lo importante" o "Por el interés de: España". Siguen muchos votantes. militantes y ciudadanos queriendo entender por qué se ha abandonado el difícil pacifismo para sostener el inocultable belicismo de uno de los bloques, y cómo se ha llegado a despreciar la práctica de la austeridad para hacer gala del boato, afectando con frecuencia a la imagen de honradez con las salpicaduras del chanchullo, y también el por qué, entre otras muchas sorpresas, de la política de las libertades como razón del Estado se han ido deslizando las posiciones ideológicas al principio de la razón de Estado como medida y, restricción de la política de libertades, o, lo que es lo mismo, se ha sustituido la ética de la coherencia por la política de la conveniencia.

Pero como las palabras vuelan, las especulaciones macrofuturistas del neosocialismo tecnolótico no quitan el hambre, y sólo las obras y los hechos pueden dar la pauta de lo que de verdad se piensa y se desea, tan distinto y contrario a veces de lo que se dice, este otoño da la gran ocasión de reafirmarse en un pensamiento actualizado y modernizador, sí, pero socialista, realista evidentemente, pero coherente con la defensa de los intereses y concepciones que el socialismo de 1986 debe representar imaginativamente y valientemente, y esa ocasión de oro está, aquí y ahora, en la discusión del presupuesto, donde se puede ver claramente la razón o esencia del quehacer político y su filosofía, donde se seleccionan y clasifican objetivos y prioridades, donde se retrata el Gobierno, los grupos parlamentarios, la oposición y la opinión pública, y hasta se comprueba la soberanía, el grado de dependencia o independencia de los poderes fácticos nacionales e internacionales, para que de verdad vayamos todos, poco a poco, sabiendo quién es quién, de verdad qué es lo que se quiere, a quién se sirve, de quién se sirve y para qué sirve.

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