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EMPRESARIOS VALENCIANOS, DE NUEVO ANTE LOS TRIBUNALES

'Con la Iglesia hemos topado'

La querella contra Caja de Inversión saca a la luz irregularidades en las finanzas del clero valenciano

La querella por estafa interpuesta por el constructor Jerónimo Salt contra los rectores de Caja de Inversión ha puesto en tela de juicio la gestión financiera de1a Iglesia valenciana. Es el segundo caso judicial -el primero fue el de SAVE, por el que está procesado Vicente Ibarra, ex presidente de la patronal- que afecta en poco tiempo al empresariado local. Uno de ellos, Silvino Navarro, está implicado en los dos asuntos. Parece claro, no obstante, que el factótum de Caja de Inversión fue Vicente Ferrando, vicario general de la diócesis de Valencia, a quien se le empieza a llamar el Marzikus valenciano.

Desde que estallara el escándalo hace dos semanas, los acusados han guardado silencio. El Arzobispado, por medio del obispo auxiliar García Aracil, no pasé de comprender la necesidad de la Prensa de ofrecer titulares sensacionalistas" y de no entender "cómo puede estar implicada la Igleáia". Silvino Navarro y José Lladrá, ex presidentes de Caja de Inversión, también desmintieron los hechos. Lladré, a través de sus abogados, se preocupó ftíndamentalmente de desacreditar al denunciante aireando'los asuntos que tiene pendientes con la Justicia. La mayoría, embargos por valor de 545 millones ordenados por la Caja de Inversión, de la que fue uno de los mejores clientes.Por qué ambas partes rompieron una relación que parecía duradera no ha sido desvelado claramente. El asunto parece forma parte de una vendetta entre hombres de negocios que tienen cuentas pendientes y arranca de muy atrás. La acción judicial pone de momento punto final a una sucesión de hechos que incluye el intento de evitar la querella a cambio del pago de 500 millones de pes etas.

'Nihil obstat'

No hay dudas, en cambio, de la relación entre el grupo Foica (Asociación de Ayuda a la Iglesia Católica) y la propia Iglesia, desde que Vicente Ferrando y Jesús Pla, obispo de Sigüenza-Guadalajara y antes auxiliar de Valencia, la crearan en 1970. Pretendían que Foica controlara todos los fondos de la Iglesia y dedicar los beneficios a las obras de la propia institución. Foica empezó a funcionar, por tanto, con todos los parabienes de la jerarquía católica. Prueba de ello es que su primera junta rectora estaba calcada de la Económica del Arzobispado: entre otros, Silvino Navarro; el notario Rafael Nebot; su hermano Antonio, constructor en los solares que la Iglesia vendía a buen precio; Juan Marí, propietario de Radio Castilla, cadena de tiendas de electrodomésticos; y Antonio Ineba, abogado del Arzobispado, todos ellos querellados. Lladrá, vinculado al Opus Dei, entró posteriormente.

Con estos apoyos, Foica atrajo fácilmente donaciones piadosas, legados y fondos de variadas entidades religiosa!, hasta controlar imp9nantes cantidades de dinero, desde las nóminas de los sacerdotes de varias diócesis a colectas tipo Domund. Foica empezó a comerciar con este dinero sin estar autorizada. Varias entidades bancarias protestaron y el Banco de España intervino en 1976. La autoridad monetaria ofreció como solución que se creara una cooperativa de crédito, Caja de Inversión, con la condición de que Foica desapareciera. Foica siguió existiendo y, con la tercera parte de un capital social inicial de 75 millones, fue el socio principal de la nueva entidad, cuya gestión jamás dejaría de ser vigilada y tolerada por el Banco de España hasta su desaparición en 1985.

El Arzobispado de Valencia (15 millones), sus seminarios Mayor (15) y Menor (8,6) y el Obispado de Mallorca (0,5) fueron sus otros socios principales. Después, un sinfín de entidades que suscribieron pequeñas participaciones. Les representaban el propio Jesús Pla; Bernardo Herráez, encargado de las finanzas de la Conferencia Episcopal; José Gea Escolano, obispo de Ibiza; Teodoro Úbeda, obispo de Mallorca; Bernardo Bañuls, actual ecónomo, de la diócesis de Valencia; y algunos sacerdotes que hoy rigen algunas de las más pudientes parroquias de Valencia. A instancias de José Gea, fue miembro del consejo rector el presidente del Consell Insular de Ibiza, Cosme Vidal.

La entidad abrió oficinas en Ávila, Castellón, Alzira, Valencia, Ibiza y Mallorca; estaba autorizada a instalarse en Segorbe; y tenía planes para Regar a las ciudades sedes de obispados. Una constante en la gestión de la caja fue el celo mostrado por Ferrando en conservar todo el poder. Dado que cualquier. nuevo cliente, según la legislación sobre cooperativas, había de ser socio, los directivos usaron una argucia legal para no perder la mayoría: Cada nuevo cliente, en efecto, se convertía en socio, pero de Tucan, una cooperativa de Consumo cliente de la caja, en cuya asamblea tenía un solo voto.

Fueron unos pocos millares los clientes de la entidad, que alcanzó un pasivo máximo de 2.700 millones de pesetas, cuya rentabilidad buscó en la inversión inmobiliaria, entre otros destinos. Pero contrajo riesgos excesivos y el Banco de España ordenó la ampliación de su capital social hasta 300 millones. Caja de Inversión lo hizo, pero de forma ficticia para que el control de la entidad siguiera en las mis mas manos: concedió créditos a sus socios, a través de personas interpuestas, y así pudieron desembolsar la cantidad exigida. El Banco de España descubrió la irregularidad e inhabilitó al director general José Miguel Cebrián. La operación le costó también el cargo a Silvino Navarro, que había sido partidario de buscar capital fresco para sanear la entidad, aún a costa de que la Iglesia perdiera la mayoría. Ferrando se opuso y pensó en crear una empresa paralela que obtendría los beneficios necesarios para reflotar el pequeño holding.

Para entonces -octubre de 1980- el Banco de España ya había detectado anomalías importantes en una primera inspección: Foica tenía un descubierto de 153,9 millones de pesetas y había otro agujero de 47 millones en la sucursal de Alzira, donde su director, Bernardo Llinares, "había concedido créditos sin instrumentar" a la empresa Carcax.

Intencionado o no, el funcionamiento de la caja fue ejemplo de gestión bancaria nefasta y anárquica. Ferrando, respaldado por la Iglesia, siempre creyó tener bula para todo. A lo largo de muchos años, Foica tuvo un descubierto casi permanente de 250 millones en su cuenta con la caja. Un segundo informe del Banco de España, de abril de 1985, afirma que particulares que deseaban ocultar su titularidad" habían efectuado abonos de dinero, presuntamente negro, en dicha cuenta, que aparecía así más saneada y con números rojos de 55 millones.

A partir de julio de 1983, estos particulares anónimos retiraron de esa cuenta 216,5 millones y el agujero se reveló en toda su extensión. Tal era el desastre contable, que el

'Con la Iglesia hemos topado?

Banco de España asegura que jamás fue posible conseguir ni un solo balance de Foica. Incluso una empresa encargada de auditar la sociedad hubo de retirarse ante la imposibilidad de llegar al fondo.La gestión anómala se reveló también en las cuentas de. operaciones en camino y de conciliación bancaria, que reflejan el tráfico de cargos entre las diversas sucursales y entre la caja y otras entidades. Estas cuentas no casaba y denotaban saldos diferentes. Las sucursales funcionaban poco menos que autónomamente.

El cobro de morosos, con deudas por valor de cientos de millones, estuvo encomendado a Antonio Ineba y no se realizaba. En el segundo informe del Banco de España constan deudas y fallidos valoradas en más de 700 millones de pesetas. Entre ellas, las del grupo de empresas de Silvino Navarro 1,32,9 millones), HOESA, (33,7), Foica (137,9) Arzobispado (133), Cosme Vidal (7,1), Carcax (63), Jerónimo Salt (232) y Foicasa ,138), una sociedad creada por los :rectores de Caja de Inversión.

Beneficios irreales

Pese a la crisis, la caja repartió beneficios inexistentes entre sus socios, como lo atestigua una carta dirigida por el presidente, José Lladró, al Obispado de Castellón, que cobró por este concepto casi 12 millones de pesetas entre 1979 y 1982. En la carta -en poder del Juzgado- Lladró anuncia la creación de Foicasa, que iba a dedicarse a la gestión de empresas y patrimonios, por lo que solicita que el obispado ponga a su disposición solares urbanizables.

Foicasa iba a ser la panacea de los males del mini-holding. Fue creada el 17 de julio de 1984 con un capital social. de 99.000 pesetas, suscrito por tires abogados de las empresas Lladró: Julio y Francisco Vallés Sales y Pascual del Portillo. Una semana después, la caja le otorgó un crédito de 122 millones sin más garantía que su exiguo capital social. Foicasa traspasó de inmediato a Foica 121 millones en un nuevo intento de disimular sus deudas.

Que Foicasa, Foica y Caja de Inversión eran lo mismo se demostraría en otra carta dirigida por Lladró, en mayo de 1985, a los obispos Gea y García Axacil, a quienes les comunica que la separación es a efectos legales. La carta, de hecho, tiene membrete doble de Caja y, Foicasa. Si fue creada Foicasa con la intención exclusiva de tapar los agujeros de Foica o se proponía salvar realmente el grupo es una cuestión aún por resolver. De cualquier manera, la operación fracasó y al Banco de España se le agotó la paciencia. Se preparó entonces, a partir de finales de 1984 la liquidación de Caja de Inversión, que habría de ir a parar a una entidad dispuesta a absorber pasivos y activos. La Caja de Ahorros de Madrid aceptó hacerse cargo de esas deudas y, a cambio, podría ampliar su radio de acción fuera de Madrid.

La absorción se consumo en octubre, a partir de unos balances que los querellantes consideran falsos. Jerónimo Salt, con una fama no demasiado buena entre empresarios y financieros valencianos, había suscrito préstamos hipotecarios y personales por más de 400 millones de pesetas con la caja, que debía financiar la construcción de un edificio en la playa de El Puig (Valencia) y levantar las hipotecas que pesaban sobre el solar. Nada de esto se llevó a cabo y Salt afirma que ni siquiera recibió el crédito personal. Pese a todo, fue embargado por la caja.

Un vicario de las finanzas

Vicente Ferrando Alberola, de 62 años de edad y vicario general del Arzobispado de Valencia durante una década, fue el auténtico hombre fuerte de Caja de Inversión, donde se le conocía por el apelativo de el amo, y de las finanzas de la Iglesia valenciana. Titular de una humilde parroquia de Benimaclet. (Valencia), comenzó a ascendér en el escalafón a partir de la riada de 1957. Entre el clero nadie como él conocía el mundo de las finanzas y dé éstas se encargó con el nihil obstat de los arzobispos José María García Lahiguera y Marcelino Olaechela, que no pudo ver cuajada su idea de fundar el Banco de Nuestra Señora de los Desamparados.Alrededor de 1970, Ferrando deshizo la Fundación de Santo Tomás de Villanueva, una residencia de seminaristas de cierto carácter progresista, y absorbió para el Arzobispado un patrimonio que se calcula en más de 100 millones de pesetas. Se le atribuye una habilidad especial para conseguir para la Iglesia legados cuantiosos de familias ricas.

Jamás quiso perder el control en Foica y Caja de Inversión. Cuando Silvino Navarro, presidente, quiso sanear la entidad y dar entrada a nuevos socios con capital fresco, Ferrando se opuso para seguir teniendo la batuta del mando. Hombre ambicioso, había querido esa reconversión, pero desistió cuando Bernardo Herráez, el hombre de negocios de la Iglesia Española, le advirtió que la central habría de estar en Madrid.

Organizó la visita del Papa a Valencia en 1982 y gastó más de lo previsto -unos 100 millones de la Conferencia Episcopal y de donativos de fieles-. El dinero estuvo en una cuenta de la Caja de Inversión, donde fue vano el intento de disimular este nuevo agujero.

A principios de los ochenta, el arzobispo Miguel Roca Cabanellas, advertido de algunas irregularidades, le cesó elegantemente nombrando no uno sino dos obispos auxiliares,que absorbieron sus funciones. Ferrando, que había aspirado a este cargo e incluso al de Herráez, pasó a la parroquia de San Andrés, una de las más ricas de la ciudad de Valencia. Allí sigue, con un silencio hermético, soportando todos los verosímiles rumores que han corrido en Valencia sobre otros aspectos de su gestión.

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